Inteligencia emocional y liderazgo

por Andrés Raya

El principal modelo de negocios que se nos ha inculcado a lo largo de los años identifica como cruciales y fundamentales los conocimientos técnicos propios de cada rol en la organización. La competencia técnica siempre ha sido la base de todo crecimiento profesional, de todos los sistemas de evaluación y de cualquier criterio de selección del personal.
Las competencias técnicas son las específicas de la función, ya sea administrativa, logística, de producción, comercial o de marketing: estamos acostumbrados a definirlas Hard Skills, mientras que las habilidades de relación y comportamiento se definen Soft Skills, la cuales, durante mucho tiempo, han sido consideradas secundarias.

Sin embargo ¿estamos del todo seguros de que para manejar las complejidades actuales no son las habilidades sociales justamente las más importantes? ¿De que nos sirve un técnico extraordinariamente preparado, que no es capaz de transferir sus conocimientos y favorecer el crecimiento de las personas que trabajan con él? Tal vez sea mejor un técnico un poco menos ‘perfecto’ (aunque sí competente), pero capaz de hacer crecer las personas y la organización, transfiriendo sus habilidades a un equipo que pueda funcionar. Al respecto, podemos citar una investigación de la Universidad de California UCLA, que establece que sólo el 7% del liderazgo es atribuible a la inteligencia (IQ), y que el 93% restante proviene de la confianza, la adaptabilidad, la presencia, la creatividad, la integridad, la autenticidad y la honestidad.

Estamos hablando de inteligencia emocional, un concepto que se sustancia en torno a dos aspectos principales:

Inteligencia intrapersonal, o autogestión, es decir la capacidad de entender lo que está sucediendo dentro de nosotros y actuar en consecuencia

Inteligencia interpersonal y social, la gestión de las relaciones, la capacidad de entender lo que está pasando a los demás, y entre los demás, y actuar en consecuencia.

Un celebre y exitoso artículo de Daniel Goleman y Richard Boyatzis publicado en el Harvard Business Review en 2008 ha puesto definitivamente de relieve la importancia de la inteligencia emocional (y social) para el desarrollo de un ejercicio efectivo de liderazgo.
A partir de los descubrimientos más recientes de la neurociencia (neuronas espejo, células fusiformes, osciladores), los autores sostienen que la inteligencia social es un conjunto complejo de habilidades de relación e interpersonales construidas dentro de circuitos neuronales específicos. En particular, puede que el descubrimiento reciente más importante en neurociencia conductual sea la identificación de las neuronas espejo en áreas dispersas del cerebro que nos revela como los seguidores reflejan, literalmente, a sus líderes.

La inteligencia social tiene, por tanto, una sólida base biológica y comportamientos como el de mostrar empatía o estar en sintonía con los demás afectan a la química del cerebro tanto del líder como de los seguidores.

Citando a los autores del artículo:

“Los investigadores han encontrado que la dinámica líder-seguidor no es un caso de dos (o más) cerebros independientes reaccionando consciente o inconscientemente el uno al otro. Sino que, las mentes individuales se fusionan, en un sentido, en un único sistema. Creemos que los grandes líderes son aquellos cuyo comportamiento aprovecha la fuerza del sistema de interconexión cerebral”. El punto central y la principal ventaja de la inteligencia emocional consiste en “actuar en consecuencia”. Si no somos capaces de dominar tan profundamente la relación con nosotros mismos, vamos a ser incapaces de dominar la relación con los demás y gestionar nuestras metas, nuestras prioridades, esencialmente nuestro ser activos valiosos para la organización. No es suficiente actuar, es esencial actuar en la dirección correcta y para hacer esto, es necesario leer y entender lo que no es objetivo, lo que no está en la capa exterior de los individuos y de los equipos dentro de la empresa: es necesario descender a un nivel diferente, más profundo, donde surgen las raíces de la conducta, de la influencia y de la motivación de personas y equipos.

La inteligencia emocional es lo que distingue a un líder de buen nivel de un líder muy competente en cuanto a la actitud y a la eficacia interpersonal. Un mundo de diferencia en términos de método y resultados.

Para evaluar la inteligencia social y crear planes de desarrollo, Goleman y Boyatzis proponen una herramienta de evaluación conductual basada en siete habilidades emocionales y sociales:

Empatía
Entender lo que motiva a los demás, incluso a los que vienen de diferentes ambientes y experiencias, desarrollar sensibilidad a sus necesidades
Sintonía
Escuchar con atención, pensar en cómo se sienten los demás, sintonizarse en sus estados de ánimo
Conciencia Organizacional
La capacidad de apreciar la cultura de la organización y entender sus redes sociales, las normas explícitas e implícitas
Influencia
La capacidad de persuadir y reunir el apoyo de personas clave
El crecimiento de los demás
Habilidades relacionadas con el coaching, mentoring, con proporcionar feedbacks útiles y eficaces
Inspirar a los demás
Desarrollo de una visión convincente, la construcción de un tono emocional positivo, capacidad para infundir orgullo y sacar lo mejor de las personas
Trabajo en equipo
Fomentar la participación y colaboración de todos los miembros del equipo

También podemos indicar algunas habilidades que son definitivamente fortalecidas por el desarrollo de la inteligencia emocional:

• generar confianza en nuestro equipo y colaboradores;
• estar presentes y sólidos en nuestro papel;
• aprender y desarrollar el instrumento de “preguntas poderosas”;
• capacidad de comunicarse de manera directa;
• capacidad de crear y hacer percibir la conciencia (de sí mismo, de la empresa, de las habilidades de cada uno);
• capacidad de desarrollar acciones en la dirección correcta;
• capacidad de gestionar los objetivos y las actividades que involucran a otros sectores;
• capacidad para asumir y delegar la responsabilidad;
capacidad para gestionar los progresos y el crecimiento de la responsabilidad en sí mismos y en los demás.

Si estamos de acuerdo con el hecho de que el papel del directivo se basa en elegir a las personas y hacerlas crecer con satisfacción y en consonancia con el logro de los objetivos de la organización, es importante preguntarnos cómo podemos asumir una responsabilidad tan grande sin conocer, dominar y gestionar el patrimonio emocional “personal” nuestro y de nuestros colaboradores. La inteligencia emocional es una herramienta crucial para entender y aprovechar todo el potencial de las personas y de los equipos dentro de la empresa y puede resolver muchos problemas y necesidades del negocio, sin recurrir a recursos externos, que pueden, a menudo, ser caros e ineficientes.

De esta manera, concluyen Goleman y Boyatzis, “el llamado lado suave del negocio empieza a ser no tan suave después de todo”.

Más Fuentes

Publicado en Andrés Raya. Post original aquí.

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Liderazgo: sin personas sólo tienes una idea

por Isra Garcia

Hoy en día todos y cada uno de nosotros podemos ser líderes, pero que podamos serlo, en realidad no significa que lo seamos. Esto no sólo depende de la voluntad, sino de la acción y el resultado.

La historia en mi cabeza

Hace unos días estuve en la presentación de un proyecto del que formo parte. Esta presentación había atraído medios de toda Europa, personalidades de la industria e incluso a tres iconos conocidos mundialmente, los cuales formaban parte del proyecto. La presentación fue un éxito rotundo, brillantemente conducida por el director del proyecto y mejor acompañada por estos tres iconos. La sala estaba llena, había cola en la puerta, los medios de comunicación se agolpaban para entrevistar a los protagonistas de la presentación. Las personas tomaban turnos para felicitar al director. Sin embargo, a mi no me quedó un buen sabor de boca.

Aunque tuve como dicen “el minuto de gloria” cuando fui nombrado en agradecimientos, no me sentí bien cuando el resto de mi equipo y compañeros fueron olvidados, me sentí incluso peor que si yo no hubiera sido nombrado en agradecimientos. Me sentí incluso peor, cuando en la parte del comité ejecutivo se le dedicó un slide con foto y mención a cada uno de los 6 miembros del comité, estos son 6 peces gordos de la industria que provienen de empresas como YouTube, Burn, Beatport, etc.

Insignificante lo cambia todo

Cuando sabes lo que ha costado para llegar hasta ahí, cuando calculas la cantidad de horas depositadas, cuando piensas la ilusión y pasión con la que trabajas para producir el mejor resultado posible y cuando decides poner un nombre a aquellos responsables de hacer que el proyecto suceda. Entonces, piensas en unos nombres diferentes, nombres que no fueron nombrados antes todos esos medios y personas expectantes por saber también de ellos. Aún más importante, cuando te das cuenta de cómo una acción minúscula puede causar un impacto tan fascinante en las personas, todo lo que hay a tu alrededor de repente cambia. Cambia porque has creado un cambio más importante que nadie, el cambio que produce una visón, un sentimiento, una ilusión y una pasión compartida y distribuida a partes iguales.

Liderar es tracción

Sé que ahora es muy fácil decirlo, lo difícil – y lo que marca la diferencia – es hacerlo en ese momento decisivo, allí donde todos los ojos están puestos en ti y donde tienes la oportunidad de crear un impacto positivo tremendo en aquellos que trabajan a tu lado. Con esto no digo que el director de proyecto haya fallado, no, es una cuestión de actitud, agradecimiento y humanidad. Es algo que todos podríamos hacer, pero no todos lo hacemos. He visto líderes sin equipo y equipos sin líderes. El significado de la palabra liderar no reside en el propio nombre, liderar es un verbo activo que se demuestra con el movimiento.

Escribo sobre esto porque tenía algo que decir, es la historia que te cuento, la que hay en mi cabeza y que usualmente no me deja dormir.

No quiero oírlo, quiero verlo

Por favor, no me digas que eres un líder o que lideras proyectos, campañas o partidos. En lugar de eso dime cómo de grande, increíble, apasionada y humana es la gente que trabaja a tu lado, o aún mejor, por debajo de ti. Pero aún hay más, luego haz algo para hacerlos mejores, más conectados y con más oportunidades.

Gracias a aquellas personas que con su trabajo, hicieron que imposible sucediera. Ellos ya saben quiénes son.

Eres tan grande, increíble y fascinante como la gente que te rodea, sin ellos quizás sólo tendrías una buena idea.

Photo credit: Nebrija Universidad.

Publicado en Isra García. Post original aquí.

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El liderazgo personal como actitud ante la vida

por 

El liderazgo personal no consiste en una sola experiencia. No empieza y termina con la redacción de un enunciado de la misión personal. Se trata más bien de un proceso que consiste en mantener en mente la propia visión y los propios valores, y en organizar la vida para que sea congruente con las cosas más importantes.

Stephen R. Covey

Llevaba ya tiempo pensando en hacer un post con mis reflexiones sobre el liderazgo pero al ser un tema tan manido a menudo me planteaba si valía la pena el tiempo y el esfuerzo que debía dedicarle.

El liderazgo como viaje interior. Desde la humildad hacia la generosidad

Hace un par de semanas, y después de mi última entrevista, sentí la necesidad y el valor de expresar varias de mis ideas sobre el liderazgo personal. Un concepto tan mal entendido como demasiadas veces mitificado. Parece ser que si no tienes “madera” de líder no tienes posibilidades en el mundo laboral. Y eso es totalmente falso.

Si entendemos el liderazgo como esa capacidad de inspirar a los demás con las palabras pero sobre todo con las acciones podremos comprender que el liderazgo va mucho más allá de los clichés hollywoodienses de heroísmo y sacrificio.

TU YA ERES UN LÍDER SI TE LO PROPONES Y CREES EN ELLO

Puedes ser un líder en cualquier aspecto de tu vida y en diferentes ámbitos por insignificantes que creas que son. Un líder no sólo lo es en su trabajo, lo es en todas las áreas de su vida. Es imposible separar los principios y valores que se esconden detrás de lo que entendemos por liderazgo. ¿Acaso no es un líder el padre o la madre que guía y enseña con el ejemplo a sus hijos?

Nadie nace líder, así que no te preocupes. Por supuesto que hay aspectos innatos pero por suerte para la mayoría de nosotros, el liderazgo, como casi todo en la vida, se puede aprender. Pero está claro que es un largo viaje de maduración y aprendizaje. De principios y actitudes. De trabajar y practicar. De perseverar y arriesgar.

El liderazgo como actitud vital es un largo viaje de maduración y aprendizaje. De trabajar y practicar. De perseverar y arriesgar.

INFLUYE QUE ALGO QUEDA PERO SOBRE TODO SE GENEROSO

Mi visión del liderazgo es completamente humanista. No contemplo el liderazgo de otra manera que no sea en forma de servicio y colaboración con los demás. De ayuda sincera y comprometida. Es mirar por y para los demás. Es un acto de generosidad.

Todo comportamiento y actitud que sirva para aumentar el ego de la persona  lo aleja de la esencia pura del liderazgo y lo acerca inevitablemente al narcisismo. Al interés propio escondido bajo un envoltorio de altruismo envenenado.

Como decía Ken Blanchard, liderar es cuestión de influir, de influencia. Me gusta añadir que es influir para compartir una visión, una manera de ver y hacer las cosas. Los líderes son hacedores y, además, creadores de principios que traspasan la mera interacción humana para instalarse en un modo de entender y practicar la vida.

El liderazgo como actitud vital es un viaje interior que nos lleva mediante la perseverancia, el coraje y la humildad a las cotas mas altas de generosidad

Hay bibliografia extensa y teorías para dar y tomar, pero aquí quería destacar un artículo que me resultó de lo más interesante.

El artículo en cuestión fue publicado en McKinsey&Company: Decoding Leadership. What really matters (Enero 2015), y nos explica que un nuevo estudio sugiere que el secreto para desarrollar lideres eficaces en organizaciones es fomentar 4 tipos de comportamientos.

En el estudio se evaluó a partir de 20 comportamientos de liderazgo, previamente definidos por los autores, la frecuencia con la que se aplicaban en los procesos de 81 organizaciones diferentes. Los resultados dieron que el 89 % de la diferencia que se daba entre organizaciones fuertes y débiles se explicaba por los 4 comportamientos siguientes:

1.- Resolver problemas eficazmente. Es un aspecto difícil de conseguir. Aquí debemos recopilar, analizar y tener en consideración toda la información a nuestro alcance. Es el paso previo a la toma de decisiones

2.- Operar con una fuerte orientación a resultados. Liderar no es sólo establecer, desarrollar y comunicar unos objetivos y una visión. Se trata de obtener resultados. Los líderes con una clara orientación a resultados enfatizan la importancia de la eficiencia y de la productividad.

3.- Buscar diferentes perspectivas. Los mejores líderes saben diferenciar las cuestiones importantes de las que no y priorizan en función de ello. Comprenden los cambios y analizan las tendencias para encontrar las mejores ideas y soluciones.

4.- Apoyar a otros. Los líderes apoyan y muestran interés sincero hacia otras personas. Construyen en base a la confianza e inspiran y ayudan a los demás para superar los retos. Son auténticos y promueven la eficiencia organizacional.

Aún estando de acuerdo en que todos estos comportamientos son rasgos de un buen líder, encuentro que la parte más “humana” queda relegada en cierta manera cuando veo los resultados del estudio. Son comportamientos basados y pensados casi exclusivamente desde una perspectiva de negocio. (a excepción del 4).

Por ello, creo necesario insistir en esa parte más intangible y emocional que aparece en toda interacción personal y que sinceramente pienso es la clave de un comportamiento exitoso en la vida de cualquier persona que pretenda “liderar” su destino. En el siguiente punto veremos más en detalle este aspecto.

LO QUE LA VIDA NOS DICE SOBRE EL LIDERAZGO

Dada mi formación y mi experiencia, considero que el liderazgo es mucho más que obtener resultados y dirigir personas eficazmente. Existen componentes emocionales imposibles de desligar que deben ir de la mano en cualquier proceso que implique liderar. De ahí mis principios de actuación.

La fórmula óptima del liderazgo es combinar resultados y humanismo para obtener la implicación y motivación de los demás.

Liderazgo es corazón y convencimiento

Liderazgo es generosidad y ayuda

Liderazgo es química y entusiasmo

Liderazgo es decencia y respeto

Liderazgo es coraje y valentía

Liderazgo es cambio y reinvención

Liderazgo es guía y motivación

Liderazgo es ejemplo y coherencia

Liderazgo es humildad y modestia

Liderazgo es el camino que tú eliges en la vida…

Pero nadie dijo que fuera fácil, solo que valdría la pena.

¿Y tú qué opinas?

Quiero dar las gracias a Lionel por prestarme algunos de sus pensamientos sin los cuales no hubiera sido posible hacer este post.

Photo credit: Kaboompics y Google Images

Publicado en el Blog de Marc Vigilante. Post original aquí.

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Arrojo, resiliencia y liderazgo, habilidades clave para el futuro

por Pablo Aristizabal

Ya no alcanza con saber cálculos matemáticos; hay que desarrollar otras competencias

La tecnología está transformando nuestra sociedad y nuestra cultura a una velocidad exponencial. En esta última década vemos cómo la inteligencia artificial (IA) está presente en nuestro día a día. Netflix recomienda series en función de tus preferencias; Instagram asigna publicidad con base en tus gustos; Siri (el asistente virtual de Apple) te brinda soporte en función del comportamiento que tenés con tu smartphone , y Amazon envía tu compra a tu casa, todo bajo un proceso de selección de tu pedido hecho por medio de algoritmos. Ya no se trata de una historia de robots y algoritmos; se trata de seres humanos y de cuál es su vínculo en un mundo altamente manejado por máquinas con procesos cada día más inteligentes.

Muchas veces escuchamos decir que la educación está en crisis. No sabemos bien por qué, pero sí sabemos que la velocidad con la que puede adaptarse -o más difícil aún, adelantarse- a los cambios es una tarea titánica que requerirá que sus dirigentes sepan a dónde ir y hacer que las cosas sucedan sostenidamente.

Educar alumnos del siglo XXI, arraigados en una cultura personalizada y rodeada de inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes, nos obliga a pensar de manera divergente. Una de las preguntas obligadas es si este cambio implica que estamos frente a una humanidad aumentada por esta inteligencia de las máquinas o si nos encontramos frente a una humanidad reducida.

Las máquinas nos recomiendan mejores recorridos, películas que nos gustarán e incluso de quién enamorarnos. Pero esta inteligencia artificial ¿aumentará nuestra inteligencia biológica para todos igual? ¿Seremos capaces de crear una pedagogía que no deje a nadie sin capacidad de aumentar su inteligencia biológica? ¿O vamos hacia un abismo de brechas salvajes, donde la nueva aristocracia estará dada por los dueños de los algoritmos que nos rigen y quienes no adquieran las habilidades requeridas quedarán fuera del sistema?

Propongo analizar el éxito de las GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon), que de manera muy resumida reside en la personalización que alcanzan, donde el algoritmo se centra en cada usuario y es a partir de la información que recaban de su comportamiento que mejoran el modelo de la experiencia. ¿Y si pudiéramos replicar este éxito a favor de una educación personalizada?

Si a este aprendizaje personalizado le sumáramos una didáctica basada en lo más humano que tenemos -creatividad, innovación- y una pedagogía de la creación -que genere asombro y promueva aprender a aprender y aprender a aumentar-, la escuela recuperaría su eje operativo como órgano de contracultura, que revierta la debilidad que produce la delegación en el avance de la tecnología.

Así podremos lograr chicos y jóvenes auténticos, transformadores y protagonistas, que dándole sentido a lo que aprenden le den sentido a su vida, lo que redundará en promover una mayor cohesión social. Para eso no podemos enseñar las habilidades requeridas para este futuro de una forma tradicional. Las habilidades básicas como conocer las operaciones matemáticas no bastan. Necesitamos forjar habilidades socioemocionales como arrojo, resiliencia, liderazgo, empatía, entre otras, que nos lleven a promover habilidades cognitivas superiores, como el pensamiento crítico, el divergente y la abstracción.

Esto no puede pensarse como compartimientos estancos, sino como una coconstrucción: para lograr un pensamiento crítico necesito desarrollar mi curiosidad; para un pensamiento deductivo, necesito contar con imaginación, mientras que para un pensamiento abstracto, necesito tener empatía para poder salir de mí y empezar a reconocer mi entorno.

La propuesta no apunta a qué, sino a cómo enseñamos a las nuevas generaciones. En esta nueva sociedad del conocimiento se trata de forjar espíritus, además de formar saberes. Y nada de esto será posible queriendo copiar estrategias, que es distinto de tomar referencias; la clave estará en construir nuestro modelo, ya que la adopción requerirá una autenticidad que solo la dará aquello que nosotros mismos creemos.

El autor es profesor de la UBA, conferencista y CEO del Grupo Competir

Publicado en La Nación. Post original aquí.

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¿Quién es el líder?

Por Merce Roura @merceroura

Liderar es escuchar. Es motivar. Es decidir. Es observar de cerca y al mismo tiempo tomar la distancia necesaria para visualizar al equipo. Es formar parte del equipo, pero tener claro que se va delante. Es saber que ir delante no significa ser mejor sino tener más responsabilidad.
Liderar es valorar el esfuerzo y a cada persona del equipo desde su punto de partida. Es saber cuándo hay que ser invisible y cuándo es necesario destacar.
A veces, el líder no está, pero sigue presente… Porque el líder es siempre el que más trabaja.
Liderar es encontrar otra forma de hacer las cosas y lidiar con el día a día para que no te borre las ganas de cambiar y te engulla la creatividad. Liderar es abrir camino y dejar que otros también se abran paso.
El líder estimula. Enseña y aprende. Es exigente con todos, e incluso más consigo mismo, pero de una exigencia razonable. El líder siempre te pide más pero te recuerda que puedes, hace que te des cuenta de que puedes.
El líder huye de la mediocridad y busca la inteligencia. Se rodea de personas grandes, enormes, brillantes. No teme que acaben ocupando su puesto o rivalicen con él, al contrario. El líder busca talento, se rodea siempre de él, lo promueve, lo motiva, lo hace crecer… Porque sabe que siempre se aprende, porque siempre suma. El líder mantiene unido al equipo y se relaciona con él con firmeza pero con humildad. Allá donde haya un grupo de personas extraordinarias que trabajan juntas, es que detrás hay un líder.
Busca la armonía y huye del conflicto y la confrontación. Dialoga, negocia, cede. El líder no sólo valora aptitudes sino también actitudes. No busca excusas.
El líder a veces cambia de opinión si es necesario. Porque aunque tenga las ideas claras y la estrategia para conseguir sus metas bien diseñada, sabe que se equivoca, a veces, como todos y lo admite. No se deja llevar por el orgullo, aunque nunca pierde la dignidad. Tiene la mente abierta y busca retos constantemente. El líder no es fuerte, es resistente, es elástico y se adapta.
El líder inspira, suma, multiplica. Es compresivo y altamente generoso. Da mucho y pide mucho, pero hace que el esfuerzo que reclama no se vea como un sacrificio sino como un logro, como una meta conseguida.
El líder no manda, dirige, camina a tu lado, respeta. No da miedo, infunde respeto. No le molesta mezclarse con su equipo pero sabe cuál es su cometido. Es sencillo pero extraordinario. Busca la excelencia, busca talento, lo incentiva, hace que el talento procree aun a riesgo de perder a los miembros de su equipo si destacan… Prefiere tener a los mejores, formar a los mejores y que se vayan a rodearse de mediocres sin ganas.
A veces, el líder se pone en la última fila y se calla.
El líder no sólo valora resultados, tiene en cuenta la trayectoria, el esfuerzo, el camino, la actitud de las personas que le rodean.
El líder tiene valores y los defiende. Encuentra palabras para cada uno y son las adecuadas para motivarles, para recordarles que pueden y que lo conseguirán. El líder gestiona personas y emociones. Se guía por la razón y tiene en cuenta los sentimientos. Se anticipa a las necesidades. Arriesga, innova. Genera nuevas dinámicas y no se deja arrastrar por la rutina. Hace que todo sea más fácil pero huye de lo cómodo. Aprende cada día de todo y de todos. El líder se pasea cada día fuera de su zona de confort y hace equilibrios.
Porque liderar es también acompañar. Por eso, el líder no quiere llegar a la cima solo.
A veces el líder te deja llevar a cabo tareas con las que no está del todo de acuerdo porque confía en ti y valora tu criterio, porque quiere que le sorprendas y le demuestres que tenías razón.
Liderar es asumir. Es delegar. Es responsabilizarse y repartir responsabilidad.
El líder acelera, si hace falta, pero es un corredor de fondo. Construye cada día.
El líder a veces también se cansa, pero sigue.
Reconoce errores, los exprime hasta que le sirven de trampolín para corregir y mejorar.
El líder no estorba ni hace de muro, hace de puente.
El líder escoge y mide sus palabras. Administra silencios. Espera, transmite calma y paciencia.
El líder también siente miedo y rabia pero los usa como energía para propulsarse.
El líder le da la vuelta a las situaciones adversas y las convierte en oportunidades.
No se es un buen o un mal líder… Los mediocres no son líderes.

Publicado en MERCEROURA, la rebelión de las palabras. Post original aquí.

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El jefe manipulador y su modus operandi

Por Raúl Salgado (@Salgado_1989)

Nerviosos, hiperactivos, capaces de desarmar cualquier argumento de sus empleados para hacer prevalecer los suyos. Sin embargo, los jefes manipuladores no resultan fáciles de detectar. Y es que sus agresiones suelen estar basadas en estrategias sutiles que, en ocasiones, incluso pasan desapercibidas para sus víctimas.

El mero hecho de ser jefe ya supone manejar a los subordinados. No obstante, esta artimaña puede hacerse para bien o en perjuicio de todos. Pese a que no sean mayoría, hay mandamases que generan deudas de gratitud en los trabajadores, o les hacen encargos-trampa para que fracasen y se muestren más sumisos. Son individuos muy interesados en su propia carrera, que simulan empatía ante sus súbditos. Y van de “modernos”. Es decir, de abiertos, dialogantes, sinceros, cálidos, confiables, brillantes, seductores… Tienen buena presencia, sobre todo en cuanto a su indumentaria. No son de fiar, pero tratan de parecerlo.

Su enorme ego no les permite ver sus propios defectos, lo que impide su rectificación. La arrogancia que les caracteriza evita que reconozcan sus errores e insta a culpar a los demás. Si todas las relaciones humanas están impregnadas de manipulación e intencionalidad, las situaciones entre jefes y colaboradores responden a la particularidad de la jerarquía y en su rol se adscribe la facultad de determinar el qué, e influir en el cómo, cuánto o cuándo. Ahora bien “será de cómo se comporte, de manera confiable o haciendo uso de la mentira y de artes maquiavélicas o poco claras, el que su actuación tome el tinte de manipulación, entendida como prácticas con las que se busca el provecho propio sin preocuparse del daño que se cause a la persona manipulada”.

 

La búsqueda de un chivo expiatorio

Manuel García, director de Desarrollo de Personas en AIRA consultorescoachprofesional y experto en RR.HH., asegura que los chivos expiatorios donde depositar los errores propios, la adulación para lograr una mayor influencia o boicotear el trabajo para justificarse pueden ser algunos de sus comportamientos.

Aunque no se trate de psicópatas, comparten algunas de estas características. Y es que se consideran más listos que los demás (narcisistas), lo que usan para conseguir lo que desean. “Una de sus armas favoritas es comportarse como un experto camaleón en las relaciones sociales. Saben causar una primera buena impresión, generar simpatías y hacer que el otro se sienta protagonista”. García sostiene que, como buenos oportunistas, no dudan en modificar rápidamente su comportamiento si ven que con ello van a sacar algún beneficio.

“Así se muestran serviciales, pero como el único propósito que les mueve es sacar provecho, rápidamente te solicitarán colaboración y conquistarán tu voluntad con argumentos falsos y engaños”. El director de Desarrollo de Personas en AIRA consultores advierte de que cuando dejes de serle útil, cortará la relación sin dar explicaciones.

Eso sí, “si volviera a necesitarte, no dudará en volver a utilizarte”. Seguros de sí mismos, hacen un uso muy personalizado del poder. No sienten miedo ante el riesgo, pero eluden las responsabilidades, por lo que no titubearán en hacerte responsable de fallos o errores antes que enfrentarse a la verdad. “Son excelentes actores en la interpretación de papeles que les reporten beneficios, porque en el fondo lo que ansían es tener más poder”, apostilla García.

La cultura empresarial resulta fundamental para que abunden los jefes manipuladores o, por contra, los ejemplares. José Enebral, consultor sénior y colaborador de Know Square, afirma que las compañías sanas, inteligentes y que valoran el capital humano sacarán de su hábitat a los manipuladores. En cualquier caso, un mal jefe puede hacer mucho daño en su área de influencia, tanto en los resultados como en las personas.

 

La manipulación perversa

El subordinado júnior puede tardar en percibir las “malas artes” de su jefe (charlas motivacionales, promesas, generación de deudas de gratitud, interpretaciones sesgadas o falaces de los hechos, doble lenguaje, encasillamiento público del empleado en algún estereotipo, ocultación de información, encargos-trampa, cortinas de humo, asignación de responsabilidades falsas, imputaciones urdidas…), pero el sénior ya le conoce y suele optar por la resignación o la búsqueda de otro destino, mientras pierde motivación y reduce su rendimiento y comunicación con el jefe. No obstante, Enebral insiste en que no todas las manipulaciones son perversas, y en que las relaciones jerárquicas dependen de muchos factores personales, más allá de la desconfianza mutua.

Al margen del acoso, la humillación, la explotación o el castigo psicológico, la manipulación “perversa” es uno de los peores males que puede acechar sobre el subordinado. Aun así, Enebral remarca que la víctima de manipulación suele serlo por resultar menos inteligente que su jefe. Y agrega que si el subordinado es perspicaz, el jefe ya se cuida para que no le salga el tiro por la culata.

En apenas dos o tres décadas, hemos pasado del jefe autoritario (aunque tratable) al supuesto “líder”. De esta forma, en los años 90 se produjo un cambio cultural en las empresas, relacionado con el “liderazgo” (estilo de dirección) de los directivos y con la llegada de la “era del conocimiento”, de la era de los knowledge workers. Los jefes-líderes debían incrementar en sus subordinados-seguidores el rendimiento y la satisfacción profesional. Y Enebral considera que el supuesto liderazgo trajo mayores dosis de manipulación. Pero recalca que “la perversión está en la persona. Son los directivos ambiciosos (en lo personal) los que persiguen sus metas a toda costa. Y, por ello, a costa de su gente”.

Dado que la finalidad del jefe manipulador no es otra que el maltrato en sí mismo, a través de desprecios, descalificativos o humillaciones, García piensa que “lo mejor sería denunciarlo”. Y, bajo el supuesto de no poder guardar las distancias y generar un espacio emocional que te separe de él, recomienda no adoptar un rol de víctima.

“Tampoco de protagonista, porque si lo haces estarás alimentando su ego”. Así que García sugiere no intentar razonar, no mostrarse frágil delante de él y no demostrarle temor o desánimo. “Si lo haces, habrá conseguido su objetivo: fastidiarte”. Asimismo, propone prestar mucha atención por si este tipo de jefe mintiera, ocultara información pero halagara, y prometiera favores. “La emoción que manifiesta te puede hacer actuar, pero él o ella permanecerá a la sombra si hay dificultades. Si no, en la sombra estarás tú”, apuntilla.

 

Liderazgo destructivo

La toxicidad en las empresas no sólo es resultado de comportamientos inadecuados de los líderes o jefes, sino que influye la actitud de los empleados y el ambiente de trabajo. Además de la aparente falsa preocupación por el bienestar de los trabajadores, de una personalidad que afecta negativamente al clima empresarial y del convencimiento de los subordinados de que su líder actúa movido por sus propios intereses, según algunos expertos, las características más reseñables del liderazgo destructivo son:

  • La prevalencia del dominio, la coacción y la manipulación sobre la influencia, la persuasión y el compromiso.
  • El enfoque egoísta y la orientación hacia las necesidades del líder, haciendo caso omiso a las del resto del grupo.
  • Las empresas tóxicas no son fruto de un líder tóxico, sino que están determinadas por la susceptibilidad de los seguidores y por la idoneidad del entorno.
  • Las consecuencias de esta tipología de liderazgo merman la calidad de vida del resto de integrantes de la compañía, y dejan los propósitos principales en un segundo plano.

 

Foto: pixabay 

Publicado en Con tu negocio. Post original aquí.

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La naturaleza del liderazgo y el desarrollo de la autoridad

Por Angel Arévalo Titos

Es mucho más fácil reconocer a un líder una vez ha desaparecido, todo el mundo le echa en falta. Sin embargo, a veces es francamente difícil reconocer la calidad del liderazgo en un directivo mientras está desempeñando aún sus funciones como directivo en la organización.

Porque un líder puede ser, al mismo tiempo, un directivo muy duro y exigente, de hecho un líder ha de ser necesariamente exigente acerca de algunos puntos esenciales. Esos puntos, cuestiones de principio, siempre están relacionados con la defensa de los derechos de otras personas, nunca con sus propios derechos.

La dimensión del liderazgo implica la capacidad de percibir las necesidades reales de las personas. Evalúa la acción de la organización en cuanto se adapta a la satisfacción de esas necesidades. Se preocupa del valor real de las acciones y no tan sólo de su valor desde el punto de vista de la eficacia.

Así como la dimensión estratégica y la ejecutiva implican cualidades de tipo cognoscitivo y, en consecuencia, suponen ciertas capacidades naturales en la persona (aunque puedan ser perfeccionadas a través de procesos educativos), la dimensión de liderazgo es la única cuya existencia y desarrollo dependen del propio individuo.

Los líderes no nacen, llegan a serlo a través de sus esfuerzos personales, a través de un largo proceso en el que van adquiriendo la difícil capacidad de moverse por los demás, trascendiendo su propio egoísmo. Significa aprender a usar el poder (sus capacidades como estratega y como ejecutivo) en beneficio de todos, evitando la tentación de usarlo con fines únicamente egoístas cuando además, le sería fácil hacerlo, al menos a corto plazo.

Entrando con un poco más de detalle en estas cuestiones referentes al liderazgo, hay dos áreas importantes: la naturaleza del liderazgo y el desarrollo de la autoridad del directivo.

La naturaleza del liderazgo

Un líder, en cuanto tal, puede no alcanzar los resultados que se proponía, depende de la libertad de otras personas, y ser sin embargo, un líder perfecto. Fijémonos que un directivo, en cuanto estratega y ejecutivo, no tendría nunca por qué fallar si se diese el caso de ser un perfecto estratega y un perfecto ejecutivo. En el caso del liderazgo no ocurre de igual modo y no ocurre porque los resultados que interesan al líder en cuanto a tal se refieren precisamente a los motivos que a de tener la persona que actúa bajo su dirección; el líder espera que actué movida por motivación trascendente, que actúe porque así quiere hacerlo debido al valor que su acción tendrá para otras personas.

Por supuesto que, al menos en cierta medida, se pueden imponer acciones y en consecuencia, resultados exteriores a una persona, si se tiene el suficiente poder para ello. Lo que no se puede imponer desde fuera son las intenciones que lleven a actuar a una persona de un modo u otro. Precisamente son estas intenciones las que se esfuerza en mejorar la dimensión de liderazgo.

Lo primero que un directivo puede hacer como líder es muy fácil de formular, no ser un obstáculo para que sus colaboradores actúen por motivación trascendente cuando quieran hacerlo, esa condición no es nada fácil de cumplir. Es frecuente que aquellas acciones que tienen un alto grado de eficacia a corto plazo, tengan simultáneamente  un valor negativo para la motivación trascendente, y el conflicto tenderá a aparecer con esa misma frecuencia. Cualquier directivo demasiado atento a maximizar eficacia y que no preste suficiente atención a la dimensión de liderazgo, provocará muchas situaciones en las que sus colaboradores tendrán verdaderas dificultades para seguir motivados.

Lo segundo que puede hacer, es enseñar a sus colaboradores acerca del valor real de sus acciones, valorar las consecuencias de sus acciones para las otras personas. A la hora de tomar decisiones “egoístas”, todos usamos más o menos la misma “técnica” nuestra imaginación anticipa vivamente las satisfacciones que esperamos conseguir de la decisión, mientras que al mismo tiempo, tratamos de evitar el profundizar en las consecuencias desagradables que esa decisión pueda ocasionar a otras personas.

La tercera consiste en lo que podríamos denominar la ejemplaridad del directivo, tan sólo un directivo que se esté esforzando seriamente por actuar por motivación trascendente tendrá la posibilidad de influir sobre sus colaboradores en ese plano. Por el contrario cuando los motivos dominantes en un directivo no son de tipo trascendente, es peligroso para él cualquier intento de apelar a estos. Sus motivos reales serán descubiertos, y los colaboradores suelen reaccionar de manera violenta contra cualquiera que los engaña apelando falsamente a un plano de motivaciones tan profundo.

El desarrollo de la autoridad

La distinción entre poder y autoridad es de la mayor importancia para comprender los procesos de dirección. Muchas veces se utilizan ambos conceptos como si tuviesen más o menos el mismo significado, y esa confusión pone de relieve una notable falta de entendimiento de los procesos reales de influencia por los que una persona puede seguir las instrucciones emanadas de otra persona.

La potestad representa el poder, la capacidad de una persona para premiar o sancionar a otras personas, es en definitiva la capacidad para manejar motivos extrínsecos en el comportamiento de otras personas.

La autoridad es la capacidad que tiene una persona para apelar eficazmente a motivos trascendentes de otras personas, se basa en la libre aceptación de las instrucciones que formula la persona que posee autoridad. De hecho, sólo la autoridad hace que alguien sea “obedecido” en sentido estricto.

La autoridad es aquello que las personas dan a quienes las dirigen, es un signo de reconocimiento de la calidad de líder de un directivo por parte de quienes están bajo su responsabilidad. La calidad de un directivo depende de la “cantidad” de potestad que necesita para que sus instrucciones sean efectivamente cumplidas, si tiene muy poca autoridad, nadie atenderá sus mandatos, a menos que tenga una gran potestad.

La confianza en las intenciones de quien manda es lo único que puede dar origen a la autoridad. Tan sólo cuando una persona sabe que su propio bien no es indiferente para otra y que, en consecuencia , va a ser ponderada en sus decisiones, se da el fundamento para reconocer la autoridad de esta última en decisiones sobre temas que afecten a ambas.

Por supuesto que la confianza en las intenciones es condición necesaria para la autoridad, pero no suficiente, es imprescindible que se dé también la capacidad de una persona para decidir de modo adecuado. Es mucho más de temer una persona competente, si sus intenciones  son  de perjudicar, que una incompetente con esas mismas intenciones.

La pérdida de autoridad

La autoridad se pierde por el uso incorrecto del poder, de la potestad. El poder puede ser usado incorrectamente de tres maneras distintas, cada una de ellas representa un grado diferente de desprecio de los motivos de otras personas.
Uso injusto del poder, el uso del propio poder para quitar a alguien algo que le pertenece, destruye la autoridad casi inmediatamente, porque destruye lo que es su fundamento último, la confianza en las intenciones del que está manejando el poder.
No usar el poder cuando debe usarse, es deber de un directivo usar el poder de que dispone a fin de asegurar que se logren los mínimos necesarios de eficacia, en la medida en que fracase en este empeño, sus colaboradores dejarán de confiar, al menos, en su competencia profesional. Dejar de usar el poder de que dispone, cuando está en juego el logro de resultados que son necesarios para todos los que componen la organización, revela una grave falta de competencia en el directivo.
Uso inútil del poder, la autoridad se va perdiendo poco a poco, hasta que es demasiado tarde, consiste en un uso del poder que tiende a establecer demasiadas restricciones en la libertad de actuación de los colaboradores y “demasiadas” quiere decir “innecesarias”, no justificadas en función a los resultados a conseguir.

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Si el líder no cambia, menos lo hará la organización

El cambio exitoso requiere una transformación personal

Cuando se trata del cambio organizacional, el fracaso es más común que el éxito.

En una encuesta con casi 3.000 ejecutivos acerca de sus esfuerzos de transformación empresarial, McKinsey descubrió que la tasa de fracasos es superior al 60%, mientras que un estudio de Harvard Business Review sugirió que más del 70% los esfuerzos de transformación falla.

El patrón es claro, y los líderes diligentes suelen dedicar incontables recursos a planear las iniciativas de cambio. Sin embargo, para aumentar las probabilidades de éxito, los líderes necesitan comenzar la transformación con ellos mismos.

Demasiados líderes quieren que la transformación suceda a velocidades poco realistas, con esfuerzo mínimo y en todos lados excepto en sí mismos.

Como Manfred Kets de Vries dice en The Leader on the Couch , “las organizaciones a lo largo del mundo están llenas de personas que son incapaces de reconocer los patrones de comportamiento repetitivo que se han vuelto disfuncionales”.

Esto refleja una falta de autoconciencia en el liderazgo, y los costos son significativos.

Un estudio descubrió que cuando se trata de la toma de decisiones, la coordinación y el manejo de conflictos, los equipos con un bajo nivel de autoconciencia son menos de la mitad de efectivos que aquellos altamente auto conscientes.

Durante un periodo de cambio disruptivo, muchos sentimientos se intensifican: pérdida de control, interrupción del poder, miedo al fracaso. En respuesta, los líderes suelen responder inconscientemente con comportamientos que revelan su lucha para adaptarse al propio cambio que están defendiendo.

Por ejemplo, un CEO recientemente nombrado estaba encabezando la renovación de una compañía, pero batallaba con la indecisión. Históricamente, la cultura había sido lenta e indiferente, debido a que la toma de decisiones residía principalmente en la cima.

Él rediseñó la organización de forma que los derechos de toma de decisiones estuvieran distribuidos entre aquellos más abajo en la organización, que estaban mejor equipados para resolver problemas y dirigir recursos. Ello dejó las decisiones más estratégicas con él y su equipo. Sin embargo, batallaba para cerrar decisiones críticas que el resto de la organización necesitaba.

Cuando llegamos a las raíces del comportamiento improductivo de un líder, buscamos la “narrativa operativa”, qué está impulsando el comportamiento indeseado en un nivel subconsciente. No fue sorpresa que debajo del comportamiento del CEO estaba un casete de perfeccionismo, declarando “si te equivocas respecto a esto, todo recaerá sobre ti”. Su miedo al fracaso le impedía tomar decisiones.

Un autoexamen

Para que los ejecutivos tengan éxito al dirigir transformaciones organizacionales, deben comenzar con su transformación personal. Comience identificando y reescribiendo aquellas narraciones operativas que podrían provocar comportamientos improductivos. He aquí los dos primeros pasos a tomar en cuenta.

Conozca quién y qué lo detona: Un comportamiento que nos mantiene encerrados en ese ciclo es la “transferencia”, que sucede cuando transcribimos nuestros sentimientos hacia algo más. En momentos de transferencia, el comportamiento de los líderes se define más por sus experiencias pasadas que por la situación presente.

Por ejemplo, al dirigir el cambio de rumbo de una división en problemas, una de nuestras clientes se dio cuenta de que su impaciencia empeoraba el desempeño y debilitaba la confianza en el futuro. Descubrimos que su impaciencia era síntoma de problemas más profundos. Cuando las personas hacían preguntas buscando claridad acerca del cambio, las interpretaba como resistencia hacia su visión o como una duda pasivo-agresiva acerca de su habilidad. No era nada de eso, pero sus respuestas agresivas crearon la resistencia y agresión pasiva que ella temía.

Esta líder necesitaba asumir las preguntas de las personas como una oportunidad de asegurar su compromiso, no verlas como ataques personales. Una mirada a su carrera reveló una historia en la que injustamente había tenido que probarse a sí misma, recibiendo críticas injustas y sintiendo que no confiaban en ella. Las preguntas de su equipo detonaron una transferencia al pasado, que se volvió más compleja por las ansiedades de dirigir un cambio de alto riesgo.

Romper el ciclo de la transferencia comienza con la autorreflexión. Sea honesto sobre quiénes y cuáles son sus detonantes.

Escriba la narrativa: La autoconciencia genuina demanda escarbar a fondo para descubrir por qué usted sigue haciendo algo contraproducente y después trabajar para detenerlo. Cuando se enfrenta a los desafíos de dirigir el cambio, usted fuerza estas narrativas a salir a la superficie, volviéndolas más accesibles. Un líder debe escuchar con atención el cómo se expresa las presiones del cambio.

Por ejemplo, los líderes a quienes les detona el que les impongan limitaciones podrían expresar en su exasperación: “¿Por qué me pidieron dirigir esto, si todo lo que van a hacer es ponerme obstáculos en el camino a cada momento?”. Sin embargo, el resentimiento persistente hacia las limitaciones razonables podría llevar una consigo una narrativa que diga “las personas que me piden hacer cosas por ellos en realidad quieren que yo fracase” o “mi juicio siempre está siendo cuestionado”.

Escribir estas narrativas brinda la sobria aceptación de una fuerza más profunda que le da forma al comportamiento. Ello requiere valentía, humildad y la habilidad de detectar los patrones de comportamiento recurrente.

Cuando los líderes aceptan la narrativa que revela la respuesta a “¿por qué sigo haciendo eso?”, han tomado el poderoso siguiente paso para reescribirla.

© 2017 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por: The New York Times Syndicate

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3 Conductas Intolerables en un Equipo Directivo

Por Isabel Carrasco González

Ron Carucci en hbr.org del pasado 1 de mayo  plantea que las personas que ocupan los puestos más altos en una organización gozan de un alto nivel de influencia sobre aquellos a quienes lideran. Éstos miran hacia sus líderes buscando pistas sobre lo que es aceptable y lo que no lo es, sobre los hábitos del equipo, tanto buenos como malos, y sus comportamientos serán reproducidos.

El autor identifica tres hábitos que ejercen la peor influencia sobre la organización y propone recomendaciones para solucionar las situaciones ocasionadas:

1.- PRIORIDADES DISPERSAS

La mayor parte de los líderes utilizan mal el tiempo en que se reúnen entre ellos y dejan sin resolver decisiones y problemas que necesitan una solución, con lo que se desperdician recursos, se pierden esfuerzos y se genera confusión.

Los equipos de liderazgo efectivos tienen sus prioridades claramente definidas y se centran en la que tienen una mayor importancia estratégica sin desviarse de ésta.

2.- RIVALIDADES INSANAS

 La competencia entre equipos de liderazgo no es rara, ya que los líderes se sienten en la obligación de diferenciarse de sus compañeros para obtener los “grandes trabajos”. Pero un equipo de líderes muy individualistas, luchando por los recursos, el estatus, la influencia y con mucha frecuencia por el puesto del “jefe” pueden fracturar la organización que dirigen.

La competencia insana erosiona la confianza. Si los miembros del equipo desconfían de las motivaciones y agendas no habladas de sus compañeros de equipo directivo actuarán para autoprotegerse y hasta en su propio interés para evitar caer en fallos personales, y cuando las cosas van mal se acusarán unos  a otros en lugar de asumir sus responsabilidades. Es casi imposible tomar y ejecutar decisiones difíciles o críticas cuando los miembros del equipo no se fían unos de otros y resulta igualmente complicado para el resto de la organización el intentar ejecutar esas decisiones si todos saben que estaban tomadas por personas que no estaban alineadas entre sí.

Los equipos directivos deben operar como una fuerza unida. Las metas compartidas deben estar acompañadas por la responsabilidad compartida. Las rivalidades se deben reservar para la competencia externa.

3.- CONFLICTOS IMPRODUCTIVOS

Cuando el conflicto y la información se gestionan mal entre el equipo directivo el resto de la organización hace lo mismo, el desempeño se ve afectado de forma negativa y el compromiso se desploma.

Hablar negativamente a espaldas de los demás, retener y no compartir perspectivas honestas y sinceras y vetar decisiones una vez se han tomado son ejemplos de conductas que deben considerarse inaceptables. Los equipos directivos deben tener normas escritas para evitar estos comportamientos que deben ser conocidas por toda la organización, para que los directivos sean conscientes de que les están observando y verificando que las cumplen.

Licencia de contenido del blog de “Hablemos de liderazgo”

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Decálogo de Hábitos de un Líder Innovador

Por Virginio Gallardo (@virginiog)

1. Entender que vivir en la era de la innovación exige reinventarse.

1.a – Tenemos que reaprender a vivir en entornos líquidos, inciertos y con cambio acelerado, pues fuimos educados para entornos más estables. Debemos entender que nuestra principal y primera obligación es reinventarnos.

1.b – Vivimos en una revolución organizativa, no importa el sector ni lo alta que sea nuestra posición: las formas de gestión, los tipos de negocio, el puesto de trabajo, las relaciones con la empresa… todo se transformará. Y requiere nuevos líderes, por lo que es necesario crear el hábito de reinventarse.

2. Asumir que lo más importante para ser innovador es ser un aprendiz.

2.a – La inversión en uno mismo es lenta, pero también la más rentable. Un error muy caro es no saber esperar o no ser constante. La prisa en realidad es miedo e inseguridad, reinventarse es un hábito vital, no es asistir a un taller.

2.b – No dejes de aprender, no permitas que tu trabajo se convierta en una rutina: cambia de trabajo o cambia de rutina.  Cuando asumes de verdad que vas a ser siempre un aprendiz, das el gran paso de tu vida.

3. Entender cómo el cerebro nos engaña y nos impide aprender e innovar.

3.a – El principal error de los líderes consiste en adentrarse en el futuro con ojos del pasado. Nuestro cerebro es bueno automatizando situaciones complejas para ser productivo, pero no lo es percibiendo cuándo cambiar hábitos, conductas y cuándo innovar.

3.b – El cerebro nos engaña; busca información amiga. Es obligatorio escuchar a los diferentes, a los que piensan distinto que tú y buscar qué hábitos y conductas empresariales debes cambiar.

4. Aprender exige escucha y humildad.

4.a – Humildad viene del latín humus, tierra. Es lo que nos hace posible crecer y desarrollarnos, porque nos permite escuchar. Escuchar es el reto más complejo y difícil, pues luchamos contra un cerebro que busca comodidad.

4.b – Escuchar es la única forma de crecer. Es obligatorio estar abierto a los que piensan diferente, sobre todo si te dicen cosas que no te gustan.

5. Aprender en profundidad exige foco y perseverancia.

5.a – El tiempo debe ser nuestro amigo, pero para dominar nuestra vida necesitamos saber qué queremos, cómo conseguirlo y saber disfrutarlo. Hay que centrarse en pocas batallas, nos dará más paz y más posibilidades de ser mejores.

5.b – Lo bueno de ser muy perseverante es que aunque seamos algo más malos o más lentos, al final podemos llegar más lejos que los buenos o los rápidos. Sólo necesitamos saber qué queremos y revisarlo periódicamente. ¡Ah, no os olvidéis de disfrutar!

6. Desaprender es luchar contra los hábitos.

6.a – Una vez que aprendemos un hábito, es casi imposible desaprenderlo. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero lo peor es que le tomamos afecto a la piedra.

6.b – Nuestro cerebro ama lo conocido, la rutina, aunque sea perjudicial. Desaprender es tan necesario como aprender, pero mucho más difícil. Desaprender es una actitud de lucha, la lucha más compleja.

7. Innovar es la principal prioridad del líder.

7.a – Como directivo se exige el enfoque en lo urgente, pero los líderes se centran en lo importante. La innovación no es urgente, por ello se necesitan líderes. La principal medida para evaluar el valor como líder es el tiempo que se tarda en innovar: pasar de las ideas a resultados.

7.b – Sacrificar la innovación para ahorrar costes es como querer parar el reloj para ahorrar tiempo. La principal prioridad es la innovación y hay dos tipos de empresas: las excelentes que innovan y las que desaparecerán. 

8. Innovar es creer en el talento.

8.a – Lo que nunca deben olvidar los expertos en transformación empresarial es que “la tecnología más sofisticada de innovación empresarial pesa 1,5 kg, tiene 75 mil millones de neuronas y se llama cerebro”. Es preciso desarrollar, cuidar y potenciar al equipo como a uno mismo.

8.b – Debemos partir de la creencia de que cualquier trabajador tiene un potencial enorme de innovar. Hay que rodearse de profesionales mejores, creativos e innovadores, para acabar siendo como ellos. Ahí reside el secreto del éxito.

9. Innovar es permitir que otros innoven.

9.a – La innovación es lo que distingue a un líder de los demás, pero no porque él innove, sino porque crea entornos innovadores y conecta talento. El reto como líder es que otros lideren, es el liderazgo distribuido.

9.b – El liderazgo distribuido supone que cualquier persona puede tomar decisiones dependiendo del problema: la red sustituye a la jerarquía. El principal objetivo es crear inteligencia colectiva, que es conocimiento que crea soluciones de negocio.

10. El líder es sobre todo un gestor del cambio y de emociones organizativas.

10.a –  El virus empresarial más letal y más rápido en extenderse es el miedo al cambio y la resistencia a la innovación, dos voraces emociones organizativas. Debemos ser expertos en gestión del cambio para que la creatividad se convierta en innovación y para crear emociones de esperanza e ilusión.

10.b – Debemos potenciar nuestra inteligencia emocional como base del liderazgo, pues innovar es gestionar emociones y pasiones organizativas y difícilmente seréis maestros en gestión del cambio si no desarrolláis vuestra propia inteligencia emocional.

Foto:  Mustafa Khayat

Publicado en Con tu negocio. Post original aquí.

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