¿Cuáles son los rasgos de personalidad que definen a un líder?
Los grupos humanos (empresas, partidos políticos, sindicatos…) se caracterizan por invertir mucho tiempo y esfuerzo en detectar y desarrollar a los líderes del futuro. La importancia en este punto suele centrarse en la detección de perfiles con buen potencial en atributos intelectuales, comunicativos, y hasta físicos. Esta visión presupone que existe un número conocido de rasgos personales que debe tener un líder, rasgos que han podido ser bien acotados.
Las características de la personalidad del líder
La caracterización de las habilidades del líder ha sido estudiada a partir de pruebas de carácter personal y también mediante la observación de la conducta en contextos grupales. Esta línea de estudio ha logrado correlacionar casi la totalidad de los rasgos del liderazgo.
A continuación, resumimos los diez rasgos de personalidad más prevalentes en las personas con gran capacidad de liderazgo según estas investigaciones.
1. Habilidades comunicativas
La comunicación debe operar en dos direcciones: expresar de forma clara y asertiva las ideas, instrucciones y opiniones, así como conseguir que el mensaje sea escuchado y comprendido. También es propio de un líder la capacidad para saber escuchar y tomar en cuenta todas las opiniones, individuales y colectivas, que lleguen a él.
2. Inteligencia emocional
Los investigadores Salovey y Mayer (1990) caracterizaron inicialmente la Inteligencia Emocional como la «capacidad de gestionar las emociones y los sentimientos propios y ajenos, de discernir tales sentimientos y de emplear esta información para corresponderla con acciones precisas». Los sentimientos movilizan al sujeto, por eso la inteligencia emocional es un rasgo clave del líder.
3. Capacidad para determinar metas y objetivos
La dirección de un grupo requiere saber cuál ha de ser la hoja de ruta para guiarlo. En ausencia de metas y objetivos precisos, el esfuerzo puede resultar estéril, y el grupo puede sentir frustración. Los objetivos deben ser coherentes con la capacidad del grupo: no es efectivo establecer metas inalcanzables.
4. Capacidad de planificación y desarrollo
Cuando ya se han fijado los objetivos, es imprescindible trazar un plan para lograrlos. Este plan debe planificar todas las acciones que deben cumplirse, los tiempos, las personas que las realizarán, los recursos que se emplearán…
5. Autoconocimiento proactivo
Un buen líder debe ser consciente de sus virtudes y debe sacarles el máximo rendimiento. Obviamente, también es conocedor de sus debilidades, y lucha para intentar mejorar.
6. Autodesarrollo y asistencia a los compañeros
Un líder es capaz de crecer mientras ayuda a que los demás se desarrollen. Para mejorar, no le es necesario hacerlo “a la defensiva”; no es esclavo de su rol grupal o de su reputación. Ayuda a crecer al grupo enseñando a los demás, delegando tareas y creando espacios de acción y comunicación para que las otras personas se sientan útiles y valoradas.
7. Innovación
Tratará de hallar nuevas y mejores formas de realizar las actividades. Este rasgo es fundamental en el contexto de una sociedad que avanza a marchas forzadas, con cambios constantes en la tecnología, las comunicaciones y la alta competitividad.
8. Responsabilidad
Es consciente que su posición en el grupo le confiere poder, y sabe emplearlo para beneficiar al conjunto. No es egoísta; usa su posición para activar procesos y dinamizar potenciales.
9. Información
Un buen líder debe estar informado. Ninguna corporación logra sobrevivir sin la presencia de líderes que conozcan la manera de manejar la información. Conocer el procesamiento de la información, interpretarla correctamente y con astucia para luego usarla de la forma más útil y creativa, es una habilidad clave.
10. Carisma
Este último punto es controvertido. Algunos autores creen que el rasgo del carisma tiene definiciones muy dispares, y que según cuál de ellas se emplee, será una característica presente en las personas con habilidades de liderazgo, o no. Y es que, de hecho, parece ser que hasta hay ciertos rasgos faciales comunes entre los líderes.
Definiendo el concepto como la capacidad para atraer y causar buenas sensaciones, así como llamar la atención y mostrarse agradable y empático a los ojos de las demás personas, el carisma sí es un rasgo crucial en un buen líder. El carisma puede ser entrenado socializándose y mostrando un interés auténtico en las personas. Se relaciona el carisma con la ausencia de egoísmo, factor que es decisivo a la hora de percibir a una persona como líder.
Bertrand RegaderPsicólogo educativo | Director de Psicología y Mente
Bertrand Regader (Barcelona, 1989) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona, con especialidad en Psicología Educativa. También cursó un postgrado en Economía Política por la Universitat de Barcelona. Ha ejercido como psicólogo escolar y deportivo en distintas instituciones.
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Paul Hersey y Ken Blanchard, siendo jóvenes profesores de la Universidad de Michigan, llegaron a Toronto a comienzos de los años 70 para participar en uno de los seminarios 3D de Bill Reddin.
Los resultados del modelo Reddin les animó a trabajar en lo que denominaron “Curva de Madurez”, que consistía mas que en analizar las demandas de la situación, en determinar el grado en que los subordinados estaban dispuestos a hacer lo que se esperaba de ellos. Si éstos no querían o no podían llevar a cabo su trabajo, el directivo debía darles instrucciones sobre lo que debían hacer. Si por el contrario, eran incapaces de realizar el trabajo, pero tenían la voluntad de hacerlo, el directivo debería motivarles en la dirección de realización del trabajo.
El modelo de Hersey y Blanchard se utiliza todavía en la actualidad, debido a su simplicidad y facilidad de comprensión.
Pese a que no supuso un avance importante en el desarrollo del concepto de liderazgo, sí contribuyó a que profesionales y consultores de todo el mundo prestaran una mayor atención al concepto “situación”.
Rick Roskin y Stuart Kotze, estudiaron juntos su MBA, realizando, posteriormente,su doctorado en el Reino Unido. Ambos fueron alumnos de Reddin con el que llegaron a entablar una gran amistad.
Rick, a mediados de los años setenta, veinticinco años después del trabajo realizado por el grupo de Ohio, volvió a estudiar aquella otra tercera parte de la información que no pudo ser procesada. Ayudado por los avances de la tecnología en el análisis estadístico, llegó a la conclusión de que ésta tenía que ver con lo que llamó el “centramiento en la situación”. De esta forma el modelo relacionaba el grado en que los directivos mostraban su tendencia a la tarea, relación y situación, (Managerial Achievement, R. Stuart-Kotze y R. Roskin, Reston Va., 1983.)
La investigación llevada a cabo por Rick se basó, por primera vez, en el estudio de los comportamientos que se relacionan con el liderazgo, dando lugar a un modelo que llamó, “M.Ach One (Managerial Achievement” – M.Ach – a lo que le sumó el concepto de velocidad del sonido One Mach).
La gran aportación del modelo “M.Ach One”, fue descubrir que el liderazgo no solo estaba relacionado con la tarea y la relación, sino con una tercera actividad relacionada con la integración, la coordinación y la mirada a largo plazo de las acciones estratégicas. Además, desarrolló una metodología sencilla para determinar los comportamientos que una situación específica demandaba. El modelo “MAch One” establecía comportamientos que calificaba de positivos, negativos o neutros aunque nunca explicó como éstos se producían.
Posteriormente, tras la investigación llevada a cabo por Stuart Kotze y Rick Roskin, se descubrió la existencia de una tercera vía en la que también se concentraba la actividad directiva. De esta forma eran tres las vías en las que los directivos desarrollaban su actividad:
Una orientación a la Acción – tomar la iniciativa, centrase en los resultados personales y de la organización.
Una orientación hacia las personas – invertir en las personas, delegando responsabilidad, dando apoyo y soporte
Una orientación al sistema – implementar y mejorar los sistemas y procesos, integrando y coordinando actividades, bajo un punto de vista estratégico.
Esta última supone una nueva aportación al desarrollo de la teoría del Liderazgo.
Además, Kotze, apoyado en la obra de John Kotter, (Universidad de Harvard), señaló que, aunque los términos Liderazgo y Dirección se usaban indistintamente, había una diferencia entre ambos, identificando los comportamientos relativos propiamente al liderazgo y aquellos comportamientos relativos a lo que llamó “Stewardship” (administración del negocio) y que se muestran en la matriz que viene a continuación.
Por otro lado, debido a su gran experiencia y capacidad de observación, adquiridas en el desarrollo de sus trabajos de campo, descubrió que había un tercer grupo de comportamientos de los que nadie había hablado anteriormente. Eran comportamientos que consumían mucha energía y tiempo, con resultados negativos para la organización y que incorporó en su modelo TLSI, llamándolos comportamientos de “pérdida de energía”.
No hay duda de la existencia de tales comportamientos. La razón por la que nadie habla de ellos es porque son considerados algo malo, que no debe hacerse, y que a la mayoría de la gente no le gusta reconocer.
Kotze observó, que una gran parte de las personas que se comportaban de tal modo, no lo hacían una vez estaban fuera del trabajo. Esto evidenciaba que estos comportamientos no eran propios de la personalidad.
Trabajando sobre el origen del estrés y sus consecuencias, Kotze descubrió que esos comportamientos se producían como consecuencia de factores externos que a su vez, producían sentimientos de frustración, ansiedad, incertidumbre, amenaza e indefensión.
Todo este trabajo dio lugar al Inventario de Estilos de Liderazgo Transformacional
(TLSI), basado en nueve estilos de comportamiento y que son la base de Momentum
Radar. Una investigación con innumerables grupos de directivos proporcionó información de los comportamientos que constituían cada uno de los nueve estilos.
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En el trabajo en grupo se desempeñan, muchas veces sin quererlo, otras veces fruto de las circunstancias, otras veces de forma plenamente consciente, diversas funciones o actitudes de los miembros del mismo. Si esos papeles se desempeñan con cierta periodicidad o asiduidad por parte de la persona, estaremos hablando de roles grupales definidos.
Los papeles que desempeñamos en un grupo suponen la concreción de nuestra conducta en el mismo; así, distinguimos dos tipos, los que vamos a denominar facilitadores, y los negativos, que obstaculizan el desarrollo del propio grupo y retardan la toma de decisiones.
No quiere decir esto que todos en algún momento de nuestra vida en grupo (empresas, organizaciones, familia), no hayamos asumido, incluso con demasiada proliferación, algún papel o rol negativo. No obstante, la tendencia que debemos seguir es potenciar los roles facilitadores e identificar e ignorar a los negativos.
Roles facilitadores
El líder, supone en muchas ocasiones la cabeza del grupo. Representa la personalidad más fuerte dentro del mismo. Su autoridad es irradiada a todos y consigue, la mayoría de las veces, hacerse escuchar y llamar la atención en sentido positivo. A veces, el hecho de que solo hable él puede amedrentar al resto del equipo. En otras ocasiones, su exceso de personalidad anula las posibilidades de desarrollo de los demás miembros del grupo. Su esfuerzo debe empujar a la totalidad del grupo.
El moderador, es aquel que da y retira los turnos de palabra, calma los ánimos y, por lo general, es elegido por sus compañeros entre aquellos que no quieren serlo. La persona que asume este rol en la reuniones reduce las tensiones, y trata de llevar al grupo al plano de las ideas y las acciones.
El orientador, es de facto, el guía del grupo. Ayuda frecuentemente a centrar las conversaciones en el tema que hay que tratar. Recuerda las directrices y objetivos de vez en cuando. Ayuda, facilita, y en otras muchas ocasiones aporta información formal, nos acerca al objetivo del grupo en mucho menos tiempo del previsto.
El experto, en todo equipo hay quien sabe más que el resto de muchos temas: la persona que aporta conocimientos y que, dado el caso, informa y aclara. Ayuda a aportar soluciones con su ciencia en el momento adecuado.
El secretario, tienen memoria de elefante, que, además, anotan todo y apuntan, escriben, sistematizan lo dicho, actúan como memoria del grupo. Estas personas redactan las actas de las reuniones, proporcionan resúmenes de lo acordado.
El aclarador, pide explicaciones, se cerciora de que todos le han entendido bien, siempre dentro de unos términos razonables. Puede parecer una persona con pocas entendederas, pero sin duda tiene menos vergüenza que el resto para atreverse a hacer ciertas preguntas que para otros están muy claras.
El acelerador, raudo en sus planteamientos, dinámico, sin tiempo para entretenerse en nimiedades, es la persona que imprime ritmo a la reunión, le gusta ir al grano, a veces por ganar tiempo se pierden oportunidades.
El alentador, animoso, entusiasta, encuentra siempre las palabras precisas para infundir ánimos a los componentes del grupo.
El líder institucional, en muchas ocasiones, asiste a la reunión un representante que encarna a la organización. Este rol está investido de autoridad formal. Su propio puesto le hace estar habituado a ejercer de animador en las reuniones.
Roles negativos
El crítico, censura todo lo que se dice y hace, pero no da propuestas válidas ni inválidas. Es la postura fácil y en muchos casos, cobarde. La crítica viene de alguna fustración personal, debe procurarse que el grupo lo acalle.
El paralizador, cada vez que interviene, busca bloquear, dejar morir de inanición al grupo. Utiliza para ello, términos muy rebuscados que ocultan sus verdaderas intenciones.
El pesimista, desde el principio opina que lo que se hace no va a servir para nada, ninguna idea le entusiasma, si reconoce la bondad de alguna idea, apostillará que no es aplicable.
El gracioso, en todos los grupos hay un gracioso, cada idea manifestada por otros, le sugiere un chiste. El grupo puede sentirse ridiculizado, desplazado y no tomado en serio en ningún caso.
El oponente sistemático, el me opongo, considera que sólo sus ideas son validas, se considera un experto y el único capacitado para opinar.
El dominador agresivo, pretende que todos hagan su voluntad, impone ideas por cualquier medio. Como muestra de su ambición y de su, en el fondo, gran debilidad, ataca a indecisos y tímidos.
El indiferente, es el lastre del grupo, nada le interesa, no participa, pero critica al animador sotto voce. Es conveniente dirigirse continuamente a él, a ver si se da por aludido o reacciona.
El presuntuoso, todo lo sabe, todo lo conoce, se adueña de las ideas ajenas, tiene experiencia en todo, y la máxima. Es preciso dirigirse mínimamente a él, a la par que se da importancia a las personas que hay a su alrededor.
El manipulador, tiene objetivos personales no confesados, se esfuerza en llevar a todos en la dirección que él desea, pero haciéndoles pensar que llegaron por su propio pie. Cuanto más hábil, más peligroso resulta.
¡Muchas gracias por leerme hasta aquí!
¡Un abrazo!
Publicado en El blog de @retailarevalo. Post original aquí.
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¿Qué hace un buen líder? ¿Cuáles son sus mejores prácticas?
¿Cómo lleva adelante su visión, y hace crecer organizaciones de todo tipo?
Condenso en estas líneas los principios más importantes que rigen el desempeño de los mejores.
Encarna la visión del cambio
A diferencia de quien meramente gestiona una empresa u organización, un líder se encarga de promover el cambio dentro de ella. Lo concibe, lo proyecta, y se pone al frente para estimular a sus colaboradores en la dirección que su visión ha marcado. Gestores y líderes se precisan por igual. Unos (los gestores) llevarán con precisión y control a la práctica los nuevos rumbos marcados por los líderes (que no necesariamente están en la punta de la pirámide organizacional). Los otros (los líderes) estudian el horizonte interno y externo de la empresa, perciben las nuevas tendencias que ya emergen como puntas de un iceberg, recopilan multitud de información que proviene de innumerables fuentes, condensan claves y notas que empiezan a sonar con cierta fuerza, y cuando están convencidos de su urgencia, trazan el nuevo rumbo hacia la competitividad. Establecer esta orientación, guiada por una imperiosa necesidad de cambio y una poderosa creatividad para hacer frente a los desafíos existentes y por venir, forma parte del trabajo de todo líder moderno.
Promueve la creatividad
¿Cómo pueden empresas, organizaciones y profesionales, afrontar los constantes desafíos y un escenario de cambios permanentes? Sencillamente, siendo innovadores. Atrás quedaron las doradas épocas en que sólo contaba producir más, mucho más cada día. Hoy el escenario ha cambiado. Hay que recrear constantemente la forma de hacer negocios, mirando siempre hacia el cliente que, por lo general, nos observará muchas veces indiferente, como lo hace con el resto de los competidores. No debe extrañar que la empresa deba cambiar también. Es una entidad con vida propia y, por lo tanto, debe adecuarse a su entorno. El líder utiliza, para ello, una llave mágica: la creatividad.
Crear es generar algo nuevo, y las organizaciones modernas necesitan hacerlo a cada instante: nuevos productos y servicios, formas diferentes de llegar al cliente, estrategias novedosas de venta, diseños de vanguardia, organigramas mucho más planos y eficientes. Y mil cosas más. Pero para ello hay que contar con personal que, sin distinción de niveles:
– No tema afrontar desafíos con los riesgos controlados que ello implique.
– Posea iniciativa y capacidad de innovar y generar ideas.
– Pueda trabajar en equipos interdisciplinarios.
– Esté actualizado en las últimas tendencias y se muestre partidario de la formación continua.
La empresa u organización, a su vez, debe:
– Reconvertir su forma de trabajar, delegando en los colaboradores la toma de decisiones, cortando cadenas burocráticas, fusionando tareas y reduciendo aquellos controles que sólo se convierten en meros costes sin ninguna aportación adicional.
– Hacer mucho más en menos tiempo; tornarse ligera, adaptativa y siempre lista a satisfacer a sus clientes.
– Orientarse a resultados y recompensar muy bien a sus colaboradores por su concreción.
– Respetar, cultivar y acrecentar su Capital Intelectual.
– Fomentar el liderazgo antes que la mera jefatura.
– Destruir todo signo de rigidez, sea en sus estructuras o en la mentalidad subyacente.
En este contexto, los líderes deben estar dispuestos a tirar por la ventana sus viejos manuales de management y marketing, y animarme a reescribirlos con su propia experiencia, y con las propuestas creativas de sus grupos de trabajo. Porque los modelos establecidos, que en el pasado pudieron dar excelentes resultados (en otro escenario) ahora pueden demostrarse insuficientes.
Cinco paradigmas-ejemplo que un buen líder debe desechar por completo de su mente:
“Si hasta ahora funcionó ¿para qué cambiarlo?”
“¿Si cambiamos y no funciona?”
“Es costoso, no vale la pena.”
“La competencia no lo emplea y no les va mal.”
“Mejor esperemos un poco más.”
Crea oportunidades
Un líder no espera que las oportunidades llamen a su puerta; él las genera, si es necesario. Está acostumbrado a luchar por las cosas que quiere, y sabe que del fruto de su esfuerzo y tesón surgirán logros que, tarde o temprano, se convertirán en realidad. Sabe que en el mundo hay dos tipos de personas: quienes reaccionan a los cambios (algunas veces, luego de cierto tiempo), y quienes los producen o se anticipan a ellos. Los primeros son reactivos, y los segundos proactivos. El líder se torna proactivo, porque el futuro lo construyen las personas dinámicas, que establecen las circunstancias para que éste ocurra de acuerdo a sus expectativas. Crear el futuro consiste en eso: crear los caminos para llegar a lo que se ansía. Nunca quedarse esperando a que la oportunidad llame a su puerta; hay que poner la puerta delante de la oportunidad que usted haya concebido. Si el camino ya está, muy bien, a seguirlo. Si no está, a construirlo. Haga que las cosas pasen, porque el que espera simplemente, es aventajado por el que construye sin cesar, día a día, hora a hora. Por ello, el líder se transforma en un generador de circunstancias, y hace de eso su llave maestra para lograr sus metas.
Sabe que nada es para siempre. Los conocimientos tampoco
Nada sirve para siempre, y mucho menos los conocimientos adquiridos hace décadas. Los títulos, que simbolizan niveles académicos alcanzados hace tiempo, no pueden sustituir, bajo su ala, la necesaria actualización profesional que a diario hay que llevar a cabo. Pero por otra parte, y en un escenario global cada vez más interdependiente, donde equipos de trabajo se arman y desarman para llevar a cabo proyectos con mayor nivel de complejidad y calidad, es preciso contar con una visión interdisciplinaria sumamente amplia, que servirá para moverse con soltura en distintos círculos. El líder concibe entonces su mente como un conjunto de piezas que pueden conformar distintas figuras, más que como un conjunto de figuras predefinidas. Su mente, entonces, es un conjunto de piezas, todas ellas intercambiables (algunas hasta desechables o reemplazables por otras), dignas de una nueva versión de sí mismo.
Busca constantemente mejorar sus resultados
Quien se queja porque no obtiene mejores resultados al encarar sus asuntos, debería pensar antes en las causas que en los efectos. Si no cambian las causas, tampoco cambiarán los efectos. Si cada vez los resultados obtenidos son más pobres, uno debería reformular (total o parcialmente) la manera en que intenta producirlos. Como sabemos, todo cambio empieza en la mente. Primero, modificando nuestra actitud hacia él. Para que algo cambie realmente, debemos comprender y asimilar en nuestro interior la necesidad de modificar nuestras actitudes. Luego, y sólo luego, podrá cambiar nuestro comportamiento. Los resultados cambiarán con él.
Promueve y encauza los cambios en la organización
Está pendiente de los indicadores del cambio, sea porque internamente algo debe ser modificado, o porque la situación externa propicia dicho cambio. Pero no sólo lo sugiere, ni lo bosqueja: se pone a la cabeza para llevarlo adelante con éxito. Realiza todas las tareas que van desde convencer al resto de la necesidad de cambiar, hasta instrumentarlo efectivamente y seguir con detenimiento su evolución.
Es carismático. Desarrolla la empatía
Sociable, buen comunicador y carismático, el líder se compenetra emocionalmente con los demás, adaptándose a sus interlocutores en el modo y en la forma en que prefieren ser tratados. Valora y respeta las opiniones y sentimientos ajenos, a la par de promover un diálogo abierto y sincero.
Construye excelentes relaciones
El liderazgo se basa en las relaciones, pero en las auténticas relaciones, que conllevan la empatía como su ingrediente fundamental. Ponerse en el lugar de los demás, comprenderlos y motivarlos, son características esenciales que todo líder debe fomentar y aplicar a diario. La comprensión pasa por entender el punto de vista de nuestro interlocutor, y saber (además de valorar) que lo que dice y cómo lo dice, se basa en sus experiencias y su forma de ver la vida. Y por qué no, en sus prejuicios. El líder, por ello, no impone; convence. No ordena; dialoga. No confronta; busca la cooperación. Para ello, debe escuchar mucho más que hablar. Debe actuar con generosidad para cosechar de los demás en idéntica moneda.
Sabe delegar responsabilidades
Estimula el crecimiento de sus colaboradores, y cuando los ve preparados, delega funciones en ellos sin temor ni falta de confianza en las decisiones que tomen. Les ayuda en temas menores, pero hasta cierto punto, de manera que no pierdan la capacidad de volar solos.
Evita compararse con otros
Compararse con otros implica pensar que nuestro nivel de autoestima deriva en forma directa de la mayor o menor similitud con ciertos “estándares” establecidos. Si somos distintos, si encaramos la vida o nuestra profesión de un modo más original y creativo que lo hace el común de los mortales a nuestro alrededor, de seguro no encajaremos en el molde mayoritario. Pero cabe preguntarse: ¿Qué hace avanzar las cosas? ¿El repetir siempre lo mismo, sin evolucionar, o el tornarse creativo, adaptable a los cambios; en una palabra: original? Si todos hacen siempre lo mismo, ¿cómo pensamos que lograrán un resultado distinto a la media que obtiene la mayoría? ¿Estamos dispuestos a correr el riesgo de crecer, evolucionar e influenciar positivamente a otros, gracias a nuestro propio (y muy personal) desarrollo interno?
Incentiva en sus colaboradores la confianza en sí mismos
Si alguien piensa que no puede lograr algo, de seguro no lo hará. Si un grupo carece de la suficiente confianza en su capacidad para alcanzar un determinado objetivo, toda formación, experiencia o destreza particular que ostente le servirá de muy poco, pues de seguro fracasará. Por ello, el líder estimula en su grupo el sentimiento de pisar firme, pero además hace partícipe a cada uno de sus miembros de la convicción de que serán ellos y sólo ellos quienes produzcan, con su trabajo cotidiano, el futuro posible.
Crea imágenes positivas y las utiliza como inspiración
Para liderar, nada mejor que estar motivado con imágenes positivas de lo que se espera conseguir. Veamos un ejemplo: usted está en una agencia de viajes, observando con detenimiento ese afiche que anuncia unas maravillosas vacaciones en el Caribe. Hay algo que ha llamado su atención, y ahora observa la imagen de una playa de suave arena, bañada por un mar cristalino. Usted ya se imagina allí, disfrutando del sol. Le agrada lo que imagina, y de hecho, ya está mirando con atención el resto de imágenes que componen el cuadro. Desea enterarse de los beneficios y condiciones porque sus vacaciones se acercan y usted considera que se merece esto. ¿Lo ve? Así actúan las imágenes positivas, trasladándole por anticipado, motivándole a lograr lo que desea. Y esto se aplica a todo en la vida.
Para sortear los momentos difíciles, muchos líderes evocan imágenes positivas de sus logros. Piensan: “Si llegué hasta aquí, ¿qué me impide continuar y lograr lo que deseo?” Crean, a su vez, otras imágenes en las que se ven logrando lo que quieren, disfrutando a pleno de sus beneficios. Ello les ayuda a motivarse a sí mismos, y a no desfallecer cuando los obstáculos (inevitables siempre) aparezcan en el camino.
Busca administrar correctamente el tiempo laboral
El tiempo es el capital más valioso que podemos disponer. No puede regenerarse ni acumularse y, volátil como es, sólo nos permite usarlo o dejarlo escapar. Entonces, hay que usarlo provechosamente. Desde el punto de vista laboral, el tiempo es oportunidad de producir cosas. Muchas, si sabemos emplearlo; pocas, si lo dejamos correr en tareas improductivas. He aquí algunas ideas para que líderes y colaboradores puedan gestionarlo eficientemente:
– Nunca hace falta más tiempo, sino aprovecharlo mejor.
– Dedique una buena parte del mismo a actividades de planificación. Considere la planificación, y el incremento o desarrollo de nuevos negocios, como una tarea vital para su empresa.
– Durante cada mes existen días considerados “clave”, en los que hay que cumplir sí o sí con ciertas tareas impostergables. En esas fechas, desconéctese del resto de los temas pendientes y evite concertar reuniones. Dedique toda su energía a cumplir las metas que esos días le requieran.
– Aprenda a delegar. Y esto no sólo se aplica al uso del tiempo, sino a toda gestión como tal. Nadie puede (ni debe) abarcarlo todo. No se convierta en un hombre o mujer-orquesta.
– Si debe ausentarse de la oficina por un viaje de negocios, reparta entre sus colaboradores aquellas tareas que pueden instrumentarse durante su ausencia. Evite volver y asumir un enorme volúmen de trabajo pendiente.
– Recurra a métodos y software de control de proyectos.
– Determine debidamente qué es urgente, qué es importante y qué es relegable en el tiempo. Obre en consecuencia, pero tampoco desplace siempre lo importante en aras de resolver un mar de urgencias.
– Cuente con un lugar en la oficina, y un momento en el día, destinados a trabajar sin interrupción de ninguna clase, donde pueda concentrarse al máximo sobre ciertos temas.
– Enfoque su esfuerzo en una tarea, y termine con ella antes de pasar a la siguiente. Evite dejar temas pendientes o resueltos a medias. Uno de los problemas que aqueja a los líderes es justamente éste: el tratar multitud de temas al día, de forma muy rápida y casi sin interiorizarse debidamente de los mismos. Cuidado con esto.
En las reuniones de trabajo
– Elabore una minuta precisa y detallada de los puntos a tratar, y envíela por anticipado a todos los participantes.
– Establezca coordinadamente horarios de inicio y cierre de cada reunión, y exija su cumplimiento estricto.
– Solicite a las secretarias o colaboradores que mientras dure la reunión, y salvo casos muy excepcionales, no se produzcan interrupciones de ningún tipo. Pida a todos que apaguen los teléfonos móviles.
– Establezca un clima propicio para la generación de ideas y la comunicación fluida, pero enfocando cada tema sobre los puntos a tratar, evitando desviaciones innecesarias.
– Si se ha de tratar un tema que requiera alta concentración, no prolongue la reunión por intervalos mayores de 60 minutos; recuerde que el nivel de atención cae bruscamente a medida que pasa el tiempo. Establezca descansos de al menos 15 minutos.
– Asigne tiempo para que todos los asistentes puedan participar, dar su opinión o analizar los hechos, y resérvese un período para establecer sus conclusiones. Para ello, modere las exposiciones que tiendan a prolongarse más de la cuenta.
– Las conclusiones, ideas, nuevos conceptos y todo lo relevante, deben anotarse para elaborar posteriormente un informe sobre los resultados de la reunión, que se distribuirá a cada miembro de la misma, con copia también a todo el personal implicado en las decisiones y los procesos que de allí se desprendan. Estas conclusiones deben resolver cada uno de los puntos establecidos de antemano, y si esto no fuera posible en la primer reunión, comprometer a todos los miembros participantes a establecer otra reunión con fecha y hora.
Sabe negociar
Todo buen líder debe ser también un buen negociador. Tal como hicimos con referencia a la gestión del tiempo, enumeraremos a continuación algunos puntos a tener en cuenta, a la hora de sentarse a negociar:
– Sepa de antemano con quién va a negociar y cuáles son sus estrategias usuales de negociación. Cuente con un detalle de los antecedentes de acuerdos similares que la otra parte ya haya desarrollado, similares al que usted propone. Conozca las necesidades de su interlocutor, sus puntos fuertes y débiles, qué le motiva a negociar con usted, y lo que desea lograr del acuerdo. Escuche con toda atención, sin interrumpirle. No cometa el error de encerrarse exclusivamente en lo que usted quiere.
– Pregunte de forma abierta (“¿Cómo ve usted este asunto?”) para conseguir que su interlocutor se exprese con amplitud sobre determinados temas y, al hacerlo, pueda usted conocer mejor sus razones o intuir otras que permanezcan ocultas. Estudie su lenguaje corporal (y tenga presente lo que usted dice con sus propios gestos; pueden contradecir sus palabras). Pregunte en forma cerrada (respuestas del tipo “sí o no”) cuando necesite verificar si van por buen camino (“Hasta aquí, ¿estamos de acuerdo?”)
– Esté preparado para posibles objeciones o preguntas que su interlocutor podría hacerle al escucharle, y ensaye de antemano respuestas satisfactorias. Disponga de varios argumentos, con sus correspondientes ventajas. Conciba permanentemente nuevas alternativas y opciones (siempre dentro de lo que está dispuesto a aceptar como marco mínimo de discusión), para no llegar a un punto muerto, y brindar a las partes cierta flexibilidad de acción. Recuerde que si bien toda negociación tiene un margen de improvisación sobre la marcha, hay que tratar de asistir lo mejor preparado posible.
– Si su interlocutor es un directivo o funcionario de alto nivel, recuerde que está acostumbrado a manejarse preferentemente con resúmenes de hechos y una visión global de los mismos. Evite por tanto aburrirle con detalles innecesarios; vaya al grano. Para ello, utilice gráficos y enunciados muy directos (“El incremento estimado será de un 20 %, como se observa en la gráfica”).
– Promueva siempre un ambiente distendido y afable, donde primen la empatía y los buenos modales. Pero recuerde que su interlocutor puede utilizar ciertas tácticas para hacerle ver su poder, o bien para forzarle a realizar concesiones desmesuradas. Puede tornarse despectivo, e incluso agresivo, al referirse a su propuesta o a usted mismo. Tome la negociación como un juego, en el que nada es personal. Es simplemente un juego donde cada parte hace uso de sus mejores (y lamentablemente, a veces peores) tácticas. Evite ceder a la presión que el otro aplica sobre usted. Jamás pierda el buen temple. Desvíe las agresiones, haciéndole notar a la otra parte que así no llegarán a ningún lugar. Vuelva a enfocar la discusión sobre los puntos a tratar. Recuerde que usted es un profesional, y como tal está representando a su empresa. Debe lograr un acuerdo, y para ello está sentado allí. Si el acuerdo tarda varias reuniones en concretarse, no importa. Usted ya está preparado para ello y, además, sabe bien que eso puede suceder. En países de Oriente, de hecho, ralentizar el ritmo de las negociaciones, o hasta evitar llegar puntualmente a ciertos principios de acuerdo, forma parte de una estrategia de desgaste milenaria, cuyo objetivo consiste en desmoralizar y sacar ventaja de la otra parte. Encolerizarse o responder airadamente sólo serviría para cerrarse puertas.
– Cuando deba exponer su oferta, destaque claramente los resultados que la otra parte obtendrá, pero cuidando siempre de mencionarlos dentro de los términos que ella considera importantes para fundar su decisión de compra o venta (¿ve por qué es tan importante escuchar bien, al principio?)
– Si lo comparan con la competencia (para ver si cede ante un pedido de descuento, o de mejores condiciones, por ejemplo), nunca empiece a criticarla. Usted y sus competidores son distintos, recuerde esto. Ningún producto o servicio es igual a otro. Siempre hay ventajas diferenciales. Apóyese en ellas al contestar.
– Jamás intente forzar un cierre en una negociación. La otra parte (y usted mismo lo haría si fuese el otro quien tomara la iniciativa de forma abrupta) dará un paso al costado automáticamente, y esquivará el tema. Todo cierre debe llegar como una consecuencia natural, toda vez que las partes han discutido en profundidad y a plena satisfacción los temas a tratar y están convencidas de su conveniencia. Eso sí, llegado a este punto, no tenga reparos en proponerlo abiertamente.
Un líder puede, de hecho, liderar otras áreas
Por sus habilidades directivas, el líder puede perfectamente desempeñarse con éxito en áreas distintas a la suya. Si bien deberá aprender los pormenores de procesos y funciones que hasta ahora no conoce, su capacidad de gerenciar le brindará las herramientas esenciales para llevar adelante el nuevo sector.
Organiza eficientes equipos de trabajo
Instrumenta objetivos claros y expone los mecanismos de evaluación y control que se utilizarán. Compara con el grupo las desviaciones entre lo real y lo estimado, y juntos analizan e implementan las soluciones pertinentes. Hace que el trabajo sea estimulante para cada colaborador. Abre paso a toda iniciativa. Promueve el aporte de ideas que hagan crecer el proyecto manejado por el grupo. Brinda reconocimiento público a la labor, y alienta a cada integrante a que se supere, otorgándole la posibilidad de capacitarse y asumir mayores responsabilidades. A la hora de dar el ejemplo, está siempre a la cabeza.
Sabe destacar y recompensar los logros de sus colaboradores
Si es necesario, concibe nuevas formas para recompensar el aporte y desempeño de su grupo. No le pasa por alto que detrás de la concreción de un objetivo ambicioso hay muchas horas de sacrificio y entrega del grupo, y de ciertos miembros en particular. Por ello, y en la medida que puede, intenta que la gratificación sea significativa para el colaborador.
Es tolerante con los errores ajenos
Ha aprendido que lo importante es mejorar el desempeño, y que esta mejora se sustenta muchas veces en cometer errores y aprender de ellos. De hecho, da ejemplo de sus propios errores. Sabe que una crítica destructiva sólo hará que la persona tenga miedo a equivocarse, se paralice y pierda su confianza. Por ello, no critica, sino ayuda a mejorar. Estimula a todos a seguir avanzando con mejores herramientas.
Cambia las reglas de juego cuando considera que ya no son útiles
Si la situación no puede resolverse con el actual esquema de reglas (sean éstas mentales o de tradición empresarial, por ejemplo) no teme romperlas y cambiarlas para lograr hacer frente al nuevo escenario. Entiende que a veces hay que construir nuevos caminos, sobre todo cuando los existentes lo alejan demasiado de su destino.
Posee un esquema de pensamiento positivo, orientado a desarrollar cosas
Una de las tantas diferencias entre un líder y alguien que no lo es, es que en el primero existe una marcada tendencia a concebir y desarrollar proyectos e ideas, y no parar hasta llevarlos a la práctica. El líder nunca piensa de manera conformista, diciéndose a sí mismo: “Estoy cómodo y ya nada deseo”. Para él (o ella) siempre restan cosas por hacer, por llevar adelante, por investigar e implementar. Su vida se convierte en un bote que navega por un río, a veces calmo, y otras veces torrentoso, pero siempre navegable (de alguna manera logrará el líder hacerlo).
Es flexible, adaptativo y cambiante, incluso con su forma de ver las cosas
Conservando sus principios, sustentados sobre bases éticas, no teme cuestionar su propia manera de encarar los negocios, de cambiarla si es necesario, y siempre está dispuesto a aprender, a desarrollar nuevas habilidades y a poseer una visión multidisciplinaria.
Colabora eficazmente con otros líderes
Gusta integrar un equipo directivo donde prime la capacidad e idoneidad para resolver problemas, y no el cargo y las ambiciones personales de cada uno. Entre todos buscan aprovechar las sinergias que se producen, porque saben que varias cabezas piensan más y mejor que una sola. Bajo un plan definido, brindan valiosas soluciones y mejoras a la organización.
Contrata excelentes profesionales
Sabe perfectamente que no puede ser el mejor en todo; de hecho, estimula a sus colaboradores a que le superen en formación. No busca destacar por sus títulos; busca ser el mejor gerente. Sus habilidades pasan por otro lado. Por eso contrata y se rodea de excelentes profesionales, capaces de asumir proyectos ambiciosos y brindar un alto valor agregado a la organización.
Es seguido por su ejemplo, sus valores personales y la confianza que pone en sus objetivos
El líder no obliga a nadie a que lo siga, ni que lo tome como modelo. El líder hace, da el ejemplo, influye positivamente y es seguido por sus valores, tanto personales como profesionales. Pero no por ello corta las alas a sus colaboradores, o se rodea sólo de obsecuentes. Nada de eso. Estimula el disenso y la crítica productiva que conlleva una mejora de las cosas. Es humano y solidario, y por ello es preferido a cualquier jefe a la antigua. Brinda libertad y se limita a dirigir la mirada hacia el camino, hacia donde se debe llegar. Él irá primero, y acompañará activamente a su grupo.
Reduce todo a lo esencial
Sabe mirar la esencia de las cosas. Ataca el nudo del problema. No se distrae con los detalles o posibles dificultades para llegar a la meta, ni tampoco permite que lo desmoralicen y aparten de su objetivo. “La vida es simple, y son los hombres quienes la complican”, sería su frase preferida.
Asume riesgos controlados y actúa
No se queda simplemente sugiriendo o esbozando proyectos; busca llevarlos a la práctica. Todo involucra cierto riesgo y él lo sabe. Pero cuando está mayormente seguro, luego de establecer las medidas para prevenir y acotar posibles contingencias, avanza directamente hacia el objetivo. ¿Que surgen otros problemas en el camino? Es lógico que así sea, pero él confía en su capacidad de trabajo y resolución, y en el profesionalismo de sus colaboradores. De seguro los resolverán. Sabe que el nivel de riesgo de cualquier innovación depende de su capacidad para acotarlo. ¿Cómo? Mediante la experiencia y una formación interdisciplinaria, una sólida actitud para enfrentar las cosas sin miedos injustificados (si algo falla, ya se corregirá sobre la marcha) y, por supuesto, el consejo de quienes pueden saber más sobre el tema, además de analizar toda la información disponible para tomar una decisión fundada en certezas.
Ayuda a que otros mejoren
La capacidad de entregar lo recibido, de compartir y generar mejores escenarios de trabajo, y por qué no, de vida en sociedad. Difunda estas reflexiones entre su grupo laboral y entre sus amigos. Analícenlas. Debatan sobre ellas. Agregue nuevas características que considere importantes. Mejore las prácticas existentes. Ayude a quienes lo rodean a mejorar, a crecer día a día. Este es, tal vez, el principio supremo: compartir lo que alguna vez se recibió.
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El modelo de Liderazgo Situacional de Paul Hersey y Ken Blanchard propone que el responsable de dirigir un grupo u organización varíe su forma de interactuar y abordar las tareas en función de las condiciones de sus colaboradores. Es un método útil para aquellos directores de equipos que no encuentran respuestas en los modelos que toman como ejemplo a grandes líderes de la historia; personajes irrepetibles a los que quizá admiran, pero con los que no se identifican; bien porque poseían unas condiciones personales muy definidas que ellos nunca van a tener, bien porque afrontaron problemas muy alejados de los que tienen ellos en su trabajo diario. Frente a eso, en el Modelo Hersey-Blanchard encuentran un modo simple de diagnosticar a su grupo y comenzar a mejorar su rendimiento.
Paul Hersey y Ken Blanchard comenzaron a trabajar juntos en 1967 cuando ambos trabajaban en la Universidad de Ohio. Por aquel entonces, Hersey ya era un reputado profesor de liderazgo empresarial, mientras que Blanchard estaba en el inicio de una carrera que le ha convertido en uno de los expertos en management más reputados del mundo. En este artículo el propio Blanchard explica cómo se inició su colaboración.
Su propuesta echa raíces en el Modelo de Contingencia para el Liderazgo de Fred Fiedler, de 1951, que es la primera Teoría Situacional de liderazgo. El mismo establecía que el rendimiento de los grupos de trabajo depende de una combinación acertada entre el modo de interactuar del líder con sus subordinados y las condiciones en las que se puede ejercer influencia y control en que cada situación concreta.
Hersey y Blanchard también se enfocan en los colaboradores y en cómo les afectan dos dimensiones, sus habilidades y su disposición para las tareas, pero van más allá que Fiedler al añadir su medición (en una escala de Alta o Baja) y el cuadro de comportamiento del líder.
Fases del proceso
La aplicación del modelo de Hersey y Blanchard tiene básicamente seis fases:
Identificar las funciones y actividades existentes o necesarias para desarrollar el trabajo con el mayor rendimiento y eficacia posibles.
Establecer las habilidades/conocimientos necesarios para desarrollar cada tarea.
Evaluar el nivel de competencia (habilidades/conocimientos) de cada integrante del equipo.
Evaluar el nivel de motivación y confianza de cada integrante del equipo.
Determinar cuál es el nivel de desarrollo o madurez de cada integrante del equipo en relación a su puesto (adecuación de sus habilidades/conocimientos y motivación a los requerimientos de ese puesto).
Aplicar el estilo de liderazgo adecuado para cada colaborador.
Desarrollo de los integrantes del equipo
Una vez realizados los puntos 1 y 2, los tres siguientes se basan en las condiciones de cada persona para desarrollar su puesto.
Hay que realizar una valoración (Alta/Baja) de cada uno de ellos en dos parámetros:
Habilidades: Conocimientos técnicos e intelectuales, experiencia, habilidades sociales…
Motivación: Interés por el puesto, por mejorar profesionalmente, por ascender, por ser útil al equipo…
Y en función de su puntuación, ubicarles en el siguiente cuadro…
Por lo tanto, tenemos cuatro posibles tipos de colaboradores:
M1 (No saben y no quieren)
No son competentes ni quieren asumir responsabilidades. Necesitan ordenes directas y claras.
M2 (No saben, pero quieren)
No son competentes, pero quieren aprender y asumir responsabilidades. Están motivados aunque carezcan de las habilidades o conocimientos necesarios. Hay que enseñarles a realizar las tareas y lograr que asuman la visión del líder.
M3 (Saben, pero no quieren)
Tienen la habilidad y la capacidad necesaria, pero no están motivados por que no les gusta el puesto, tienen problemas con la empresa, les afectan contingencias personales con otros integrantes del equipo (incluido el líder), hay asuntos particulares de su vida privada que influyen en su rendimiento…
M4 (Saben y quieren)
Capacitados y motivados, responden perfectamente a la confianza que se deposite en ellos.
Una vez definido el lugar en la tabla de cada miembro del equipo, para obtener los mejores resultados el líder adoptará con cada uno de ellos un estilo de liderazgo que varía en función de dicha ubicación.
Representación gráfica del Modelo
El responsable de un equipo debe basar su forma de actuar en la combinación de dos dimensiones de conducta a distintos niveles (Alta/Baja):
Conducta de Tarea (Horizontal en el gráfico)
Marca el nivel de implicación del líder en sus funciones directivas, si es él quien dice qué, cómo, cuándo y dónde, o si es otra persona la que se encarga de eso y en qué medida. Implica el grado de quién…:
Fija metas y objetivos.
Determina tiempos y plazos.
Organiza.
Dirige.
Controla.
Conducta de Relación (Vertical en el gráfico)
Establece el nivel al que el líder se relaciona con cada subordinado, qué tipo de comunicación tiene con cada uno de ellos. Implica el grado de:
Apoyo.
Delegación.
Escucha activa.
Retroalimentación.
Relación personal más allá de la profesional.
Todos esos datos quedan reflejados en el siguiente cuadro, que es la representación gráfica del modelo de Liderazgo Situacional de Paul Hersey y Ken Blanchard:
En la parte superior se establecen los cuatro estilos de liderazgo marcados por la diferente actividad del directivo en cuanto a Tareas desempeñadas y nivel de Relación con cada subordinado.
En la parte inferior se reflejan los cuatro tipos de colaboradores de acuerdo a su Madurez (que hemos obtenido al desarrollar las fases 3, 4 y 5 del modelo).
Su proyección, verticalmente hacia arriba, muestra el Estilo de Liderazgo que hay que aplicar a cada uno de ellos:
M1 = Estilo de Liderazgo E1
M2 = Estilo de Liderazgo E2
M3 = Estilo de Liderazgo E3
M4 = Estilo de Liderazgo E4
Estilos de liderazgo
Por lo anto, el modelo establece cuatro tipos de liderazgo que el líder debe desarrollar a la vez, aplicando la más adecuada para los distintos tipos de desarrollo de un subordinado y así obtener el mayor rendimiento.
E1: el líder Ordena
Su participación en cuanto a tareas es muy activa, con poca implicación personal.
Debe controlar ya que carecen de habilidad y motivación.
Supervisa de cerca.
Él y sólo él dice qué, cómo, cuándo y dónde.
“El líder toma las decisiones”
E2: el líder Persuade
Dirige y apoya al mismo tiempo.
Explica sus decisiones.
Permite aclaraciones.
Están motivados y quieren aprender, hay que enseñarles.
Se trata de convencerles con los actos y que se identifiquen con su visión.
“El líder toma las decisiones tras dialogar con su colaborador
y explicar sus argumentos”
E3: el líder Participa
No les puede controlar, porque al menor despiste hacen lo que quieren; ni enseñar, porque ya saben; ni delegar, porque no harían lo correcto; así que sólo puede tratar de involucrarles de nuevo ya que es personal formado y muy preparado, por lo que es importante recuperarles.
La comunicación es muy activa.
Les alienta y motiva.
Comparte sus decisiones con ellos para implicarles.
Si puede, les genera ‘deudas’ personales con él (sin decírselo), a ser posible públicamente.
El líder y el colaborador toman juntos las decisiones, o las toma el colaborador con el respaldo del líder
E4: el líder Delega
Dirige y apoya en la distancia.
Observa y supervisa.
Fomenta el funcionamiento autónomo.
Valora su experiencia, conocimiento y dominio de sus habilidades.
Les muestra su confianza.
El colaborador toma las decisiones
Cuatro estilos de liderazgo bien definidos que se pueden aplicar a cualquier responsable de equipo, ya sea de un departamento como Comunicación, al gerente de una Pyme o al CEO de una multinacional.
Enseñanzas del Modelo
El líder debe estar atento y reaccionar en su acción de liderazgo ante cambios en la motivación o habilidades para su puesto de sus colaboradores, que varía en el tiempo por factores diversos como:
Cambio de puesto de trabajo (vivirlo como ascenso/castigo).
Llegada de nuevos empleados más jóvenes y preparados (sentirlo como reto/amenaza).
Circunstancias personales (postivas/negativas).
Implementación de nuevas tecnologías (afrontarlo como reto personal/reto insuperable).
Cambios en la dirección de la empresa (notar miedo a lo desconocido/ambición renacida).
El líder no debe caer en la tentación de dar siempre el trabajo más duro o complicado a los mismos porque le merecen más confianza:
Si se carga trabajo en los M4 éstos pueden derivar a M3 o irse de la empresa.
Si se deja por imposibles a los M3 en lugar de tratar de recuperarlos se habrá perdido lo invertido en su formación y serán una dura carga financiera.
Si no se enseña a los M2 derivarán hacia M1.
Si se deja de lado a los M1, porque exigen tiempo y trabajo del líder, no evolucionarán nunca y su productividad no aumentará.
Por lo tanto, la filosofía de este modelo es que el líder debe ‘liderar’, esto es, no limitarse a ser muy eficaz él mismo (centrándose en lo que él hace mejor), sino tratar de que lo sean todos los integrantes de su equipo.
Así, tiene que ser flexible y adaptar su tiempo y habilidades a las necesidades de cada tipo de colaborador. Siempre con el objetivo de que evolucionen en el tiempo; aumenten su madurez o nivel de desarrollo en términos de motivación y habilidades; y que todo ello contribuya al óptimo desarrollo y eficacia de su equipo o empresa.
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Uno de los problemas recurrentes que me encuentro durante los talleres para la mejora de la efectividad personal que facilito es el de los jefes. En contra de lo que cabría esperar, la prioridad número uno para un amplísimo porcentaje de personas no es ni la satisfacción de los clientes, ni la competitividad de sus organizaciones. La prioridad número uno es tener contentos a los jefes. Esto es patético.
Puedo entender perfectamente esta reacción, porque es profundamente humana. Hablamos de instinto de supervivencia. Al final, la inmensa mayoría de las personas trabaja para poder llevar un dinero a casa y, tal y como está montado el sistema actual, el jefe tiene mucho que ver en dos aspectos cruciales relacionados con el tema del dinero: a) cuánto dinero más vas a llevar cada año a casa y b) hasta cuándo vas a seguir llevándolo.
Pero que esta actitud sea comprensible no significa que deje de ser aberrante. He trabajado los suficientes años en Recursos Humanos como para conocer muy bien la calidad promedio de los jefes que pueblan las organizaciones. Y la foto global es para llorar. Sí, por supuesto que hay buenos jefes, incluso algunos de ellos son realmente excelentes. Pero el porcentaje de «jefes paquete» es al menos igual, si no mayor. La triste realidad es que, en el mundo de los jefes, la mediocridad es lo que más abunda y, lo peor, es que gran parte de la culpa no es de los jefes, sino del propio sistema.
Culpables al margen, la competitividad de las organizaciones pasa necesariamente por solucionar el problema de los jefes con carácter inmediato. Que el criterio número uno para un profesional del conocimiento a la hora de decidir qué hacer en un momento dado sea «lo que me ha pedido mi jefe» es sencillamente insostenible.
No hablo únicamente del devastador efecto desmotivador de la falta de autonomía que significa tener que estar permanentemente pendiente del último capricho del jefe, sino de que este modelo de gestión es incompatible con lo que exigen los tiempos actuales. Los jefes son un cuello de botella, un elemento de distorsión más que de ayuda, una distracción permanente sobre las cosas que realmente aportan valor.
No necesitamos líderes. Necesitamos otra cosa. Y no porque lo diga yo. Hace ya años que Drucker lo dejó muy claro y a día de hoy otros referentes como Gary Hamel lo siguen diciendo. El trabajo del conocimiento exige un cambio profundo en la forma de trabajar y parte de ese cambio profundo afecta a los jefes. A día de hoy, está claro que ningún jefe es el que más sabe de todo. Esto pudo ser cierto en algún momento del pasado (lo dudo) pero definitivamente a día de hoy la realidad es otra muy distinta. ¿Por qué entonces tiene que ser el jefe quién dice la última palabra siempre y sobre todo?
En mi carrera profesional he vivido numerosas situaciones en las que jefes, desconocedores de la complejidad real de temas sobre los que decidían, han tomado decisiones contrarias a las que les recomendaba gente de su equipo, que sí sabían de qué hablaban. En todos los casos, estas decisiones acabaron en desastre. Esto es lo lógico y esperable, ya que la calidad de las decisiones depende en gran medida de la calidad de la información y ningún jefe puede tener la información más completa y actualizada sobre todos los temas. Por eso necesita confiar en el criterio de quienes sí tienen la información más completa y actualizada y dejarles que decidan a partir de ella.
Como decía Peter Senge, necesitamos organizaciones inteligentes. Y la mayoría de lo que tenemos a día de hoy son organizaciones obedientes. Cuando hablamos de trabajo del conocimiento, una organización obediente es una organización estúpida, porque es una organización que ni piensa ni aprende, solo obedece. La definición de estupidez de Cipolla dice que estúpido es quién se perjudica a sí mismo y perjudica a otros. Eso es precisamente lo que hacen las organizaciones estúpidas: se perjudican a sí mismas y perjudican a sus clientes y a sus accionistas. En la era del conocimiento, la supervivencia depende de la innovación y como dice mi amigo Andrés Ortega, la desobediencia inteligente es el motor de la innovación.
Quienes siguen apoyando el modelo jerárquico lo hacen porque comparten las premisas de la Teoría X de McGregor, según la cual las personas son un problema. Paradójicamente, esta teoría demuestra ser cierta con bastante frecuencia y hay una explicación para ello. Las personas acaban siendo un problema como resultado de lo que Merton definió como profecía autocumplida, es decir, si tratas a la gente como lo que no es, acabará siéndolo. Si en lugar de dar plena libertad y autonomía, y luego exigir responsabilidades, se coarta la iniciativa y se exige obediencia ciega, a nadie debería extrañarle el resultado.
En realidad, el problema no son las personas, sino las estructuras obsoletas de poder que bloquean e inhiben el liderazgo genuino existente en toda organización. La efectividad organizativa pasa por el desmantelamiento de las estructuras de poder y su sustituición por redes meritocráticas de autoridad, es decir, por estructuras en las que decidan los que saben y no mandan en lugar de los que mandan y no saben. La productividad está en el compromiso, pero no en esa absurda gestión del compromiso «garrafón» que venden algunas consultoras, sino en el verdadero compromiso, ese que es imposible que exista si no existe autonomía.
Una organización efectiva es una organización en la que cada persona contribuye con lo mejor de sí. Para que esa contribución sea posible, hay que crear los espacios necesarios y en esos espacios hay cabida para múltiples roles: facilitadores, expertos, coaches, mentores y social networkers, entre otros, pero no hay cabida para jefes, porque los jefes arruinan la efectividad.
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“El hombre cuya opinión nunca varía es semejante al agua estancada y engendra reptiles en su mente”.
William Blake
Esta semana, mientras estaba conversando con una buena amiga mía, me comentaba que tenía un pequeño “problema”, que era una persona proactiva, la verdad es que yo le comenté que la proactividad es bueno tenerlo y que ser proactivo no significa ser nada malo, me explicó que esta proactividad la hacía que muchas veces tomara decisiones, que podían estar bien o mal pero las tomaba. Tomar decisiones hoy en día en el mundo laboral hay veces que no es fácil, no hay nada fácil, pero quien no arriesga no gana, y si no arriesgas siempre pierdes. ¿Quién no ha tenido que tomar una decisión en su vida, conociendo que se podía perder? ¿Y si no hubiéramos realizado dicha acción, que hubiera pasado? ¿Dónde estaríamos ahora mismo?
“La proactividad es una actitud en la que el sujeto u organización asume el pleno control de su conducta de modo activo, lo que implica la toma de iniciativa en el desarrollo de acciones creativas y audaces para generar mejoras, haciendo prevalecer la libertad de elección sobre las circunstancias del contexto. La proactividad no significa sólo tomar la iniciativa, sino asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan; decidir en cada momento lo que queremos hacer y cómo lo vamos a hacer.
Esto hizo que empezara a buscar sobre la proactividad, dado que yo también lo soy, lo confieso, me gusta serlo, disfruto siéndolo. Sé con lo que me he topado en la vida, y miro hacia adelante, con valentía, el otro día mientras tomaba un café con una buena amiga me hizo una buena pregunta:
A: Ricard, ¿Y ahora que piensas hacer con todo?, se refería a dónde quería a nivel laboral, a nivel personal, en todo en general.
Le miré a los ojos, y le contesté:
B: Buena pregunta la tuya, la última vez que me hicieron esta pregunta, le dije exactamente lo mismo que te diré a ti, no lo sé dónde, pero si sé dónde voy, miro hacia atrás con la mirada fija, para recordar siempre de dónde vengo para mirar hacia dónde voy, recordar siempre cómo crecí, y de esta forma nunca perder la perspectiva dónde quiero ir, piso el presente, mirando hacía el día de mañana, reflejo el futuro en mi y continuo. Hace justo ahora un año aproximadamente me hicieron la misma pregunta, y terminé por escribir dos capítulos en el libro “Instintos Laborales”, con repercusión por muchas páginas de repercusión social, por medios de comunicación, ¿Quién me iba a mi decir en aquel momento que haría esto? ¡Nadie! Pero, aquí estoy, siendo yo, sin dejar de pensar, ni de atribuirme meritos, sólo cosechando el día a día, cada día el mismo ejercicio, hoy en día no hay para nada un trabajo de por vida, y tu lo conoces cómo yo, los dos hemos sido personas, que si hemos cambiado ha sido para bien o para mejorar, crecer y hacer crecer las organizaciones y equipos.
A: ¡Esta respuesta no me la esperaba, es muy buena!
Ser proactivo es bueno, ¿no? La mayor parte de la literatura, artículos, blogs disponible sobre estrategia, liderazgo y la eficacia o productividad en el trabajo apoya la idea de que el aprovechamiento de nuestro capital humano, animándonos a comportarnos de una manera proactiva la cual cosa puede mejorar nuestro rendimiento.
Parece como si nosotros también si somos reclutados o si somos las personas que reclutamos a gente, hacemos juicios de rendimiento, productividad basada al menos en parte, en nuestra percepción de su “atención” o proactividad. En el estudio reciente que se puede apreciar en el documento que os he hablado con anterioridad dice que encontró un estudio en que los hombres y las mujeres tenían más probabilidades de conseguir una entrevista cuando sus cartas de referencia mostraban con las palabras actividad o proactividad, además enfatizaron en lugar de comportamientos socio-emocional.
Los investigadores han estado estudiando el comportamiento proactivo en el lugar de trabajo durante casi 15 años. Han descubierto que, al menos en Occidente, el comportamiento proactivo consiste en lo siguiente (Grant, Gino, y Hofmann, p 535.):
Hacerse cargo. Incluye conductas tales como:
1. Tratemos de crear mejores procedimientos para la unidad de trabajo
2. Tratemos de corregir un procedimiento o práctica defectuosa
3. Tratemos de aplicar soluciones a los problemas de organización urgentes
De voz. Incluye conductas tales como:
1. Hablemos con ideas para nuevos proyectos o modificaciones de los procedimientos
2. Comunicamos opiniones sobre asuntos de trabajo a los demás, incluso si nuestras opiniones difieren u otros no están de acuerdo
3. Desarrollamos y formulamos recomendaciones sobre cuestiones que afectan a a la empresa.
Influencia ascendente, que incluye acciones tales como:
1. Discutamos los problemas de producción con los líderes de la empresa.
2. Discutamos cuestiones de trabajo con el líder del departamento o empresa.
Para muchas personas, el comportamiento proactivo es su segunda naturaleza. Pero muchos luchan con este tipo de comportamiento. Tal vez debido a un conjunto de creencias implícitas sobre el comportamiento apropiado en el lugar de trabajo, creado a través de la cultura, la vida familiar, la experiencia educativa o el impacto acumulativo de los lugares de trabajo no receptivas a la proactividad de los empleados.
Las personas proactivas quieren ser escuchados, quieren que sus contribuciones reconocidas. Si sienten que sus contribuciones caerán en oídos sordos, serán desmotivados y su productividad se verá afectada.
¿Qué significa esto en la práctica? No fomentar un comportamiento proactivo o incluso de entrada, si ya se ha tomado una decisión, o si la entrada no va a ser parte del proceso de toma de decisiones.
Monitor de nuestro propio comportamiento. ¿Somos receptivos a un comportamiento proactivo? ¿Vemos un comportamiento proactivo como una amenaza a nuestro control, autoridad o el estado? ¿Cómo podemos premiar la conducta proactiva? Tratemos de hacer nuestras expectativas implícitas de seguidores y líderes explícitos, para ayudar a nuestro equipo a comprender cuándo tenemos un comportamiento proactivo, y cuando puede que no sea bienvenido.
Proactividad es algo que se promociona comúnmente como una vía para mejorar la toma de decisiones y el rendimiento. Sin embargo, puede ser un arma de doble filo. Fomentar un equipo que se comporten de forma proactiva, pero inconscientemente ser poco receptivo a un comportamiento proactivo es una receta para una disminución del rendimiento y la productividad.
Ser extrovertidos en términos de liderazgo no es del todo tan bueno como para ser.
El ser extrovertido ha demostrado ser importante para la percepción del liderazgo. Eso es cierto. Y la mayoría de nosotros creemos que los extrovertidos son mejores líderes. Sin embargo, un reciente estudio realizado por Grant, Gino y las personas introvertidas son buenos líderes también. Hofmann sugiere que hay momentos en que la extroversión en un líder podría disminuir el rendimiento del grupo.
Los introvertidos son buenos líderes también.
Entonces, ¿qué es la extroversión? Es la tendencia a buscar el estado, a ser dominante, extrovertido y locuaz. Normalmente pensamos en los extrovertidos cuando pensamos en líderes.
El equipo de investigación se preguntó si la proactividad seguidor / pasividad podría afectar la eficacia de estilo extrovertido de un líder.
¿Cuál es la proactividad? Proactividad es cuando los empleados toman acciones anticipadas a fin de aplicar el cambio organizacional. Acciones como hablar o dar voz, haciéndose cargo o influir en sus superiores.
En su primer estudio se midieron los resultados a partir de un servicio de entrega de una franquicia de una pizzería a nivel nacional, el control de ubicación. A su juicio, si el gerente local era extrovertido o introvertido, y si los empleados como grupo eran proactivos o pasivos. Encontraron que “el liderazgo extrovertido predijo mayor rendimiento tienda (beneficios) cuando los empleados eran pasivos, pero el rendimiento del almacén inferior cuando los empleados eran proactivos.” (P. 536).
Un segundo estudio experimental seguido, con estudiantes universitarios colocados en grupos, con un líder y seguidores asignados. Dos de los seguidores eran “cómplices” de los investigadores. La tarea de los estudiantes era doblar tantas camisetas como fuera posible en 10 minutos. Los líderes del grupo leen un pasaje sobre cualquiera de los líderes extrovertidos o introvertidos antes de comenzar la tarea. En todo grupo existe el líder y los seguidores.
Los seguidores (seguidores adicionales) fueron asignados al azar a un comportamiento pasivo, no hacer nada o de un comportamiento activo, sugirieron un mejor método de plegado.
Los resultados fueron interesantes. Cuando los seguidores eran pasivos, los grupos líderes extrovertidos obtuvieron mejores resultados que cuando los seguidores eran proactivos.
Sin embargo, los resultados se invirtieron para los líderes introvertidos, es decir, los grupos con líderes introvertidos realizan mejor cuando los seguidores son proactivos, menos cuando los seguidores son pasivos.
Los autores piensan que la explicación de este comportamiento podría estar en la teoría de los comportamientos gratuitos. Por ejemplo, los líderes extrovertidos, que buscan el centro de atención y el estado, pueden ver las conductas proactivas como amenazante. Líderes introvertidos pueden ser mejores oyentes y más a los intentos de los procesos grupales. Como resultado, los empleados podrían creer que el líder es receptivo o no receptivo al comportamiento proactivo, cambiando su desempeño como resultado.
Su investigación sugiere que la percepción de los líderes de la receptividad a la entrada podría afectar a la motivación y el rendimiento. Es decir, que los líderes que se cree que son altos en la receptividad tienden a tener mejor rendimiento del grupo de líderes que sean bajos en la receptividad. Líderes extrovertidos se cree que son más bajos en la receptividad a la entrada de los líderes introvertidos.
¿Por qué es esto importante? Las discusiones actuales de liderazgo populares son alentadores los dos estilos de liderazgo extrovertidos (incluyendo teorías de liderazgo carismático y el liderazgo transformacional) y, al mismo tiempo, fomentar conductas proactivas seguidor. Esta investigación sugiere que hacer las dos cosas al mismo tiempo, puede ser incompatible con un mejor rendimiento.
Entonces, ¿qué significa esto en tu mundo cada día de trabajo? Existen algunas limitaciones a este estudio, sobre todo porque las tareas en cuestión eran bastante estructuradas y concretas. Sin embargo, los autores sugieren algunas posibilidades:
Líderes menos extrovertidos pueden facilitar activamente conductas más proactivas entre los empleados, al ser más receptivos a los empleados hablar, animándoles a hacerse cargo, para desarrollar nuevos métodos de trabajo, y para ejercer una influencia al alza.
Los líderes altamente extrovertidos pueden mejorar el desempeño del grupo determinando qué situaciones exige un comportamiento proactivo, y practicar un estilo menos dominante, llegando a ser más reservado en esas situaciones.
Bibliografía : “Reversing the Extraverted Leadership Advantage: The Role of Employee Proactivity”. The Academy of Management Journal. Vo. 54. No.3 June 2011. p. 528 – 550.
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Actualmente los mejores líderes son conscientes de que una fuerte cultura corporativa es el pegamento que une a los profesionales y les da una razón de ser superior a la que les ofrece cualquier producto o servicio.
Los directivos tienen que ser el modelo de los tipos de comportamiento que van a ser tolerados en una cultura de confianza, por lo que tienen que establecer una tolerancia cero ante los malos modos, la conducta poco respetuosa, el abuso, la discriminación y el acoso. Si se permiten estos comportamientos se destruirá la moral, disminuirá la productividad, se dañará la reputación de la organización y los profesionales comprometidos se sentirán impulsados a abandonar la empresa.
El autor propone, para crear una cultura de confianza, que los líderes actúen:
1.- Liderando con el ejemplo. Siendo justos, honestos, respetuosos, transparentes e íntegros. Confiar para que confíen en ellos y no violar la confianza que los demás depositen en ellos.
2.- Mostrando su compromiso diariamente, trabajando duramente junto a las personas que lideran. Hablando con los profesionales para conocerles e intentar, siempre que sea posible saber sus nombres, para relacionarse con más facilidad con ellos, preguntándoles si existen áreas de mejora. Los mejores líderes no se ocultan en sus despachos para interactuar exclusivamente con el equipo directivo, sino que procuran interactuar con frecuencia con los profesionales en todos los niveles de la organización.
3.- Reconociendo y recompensando los éxitos. Los profesionales desean que se reconozca el trabajo bien hecho y están más dispuestos a confiar en los líderes que lo hacen. Si se trata de grandes organizaciones, donde no se puede hacer de forma personal, se deben establecer programas de reconocimiento del buen desempeño.
4.- Construyendo coaliciones y manteniendo el respeto. El respeto y el compromiso son necesarios para conseguir hacer las cosas. Muchas personas piensan que si están dispuestas a llegar a un acuerdo son débiles. Esto no es cierto ya que los líderes que son capaces de llegar a compromisos son vistos con confianza ya que son capaces de poner a los demás por encima de ellos.
5.- Siendo transparentes, fundamentalmente en apariciones en público. Es importante que no se centren en ellos mismos, ya que su audiencia no se preocupa por lo que puedan sentir o hacer, sino por lo que a ellos les preocupa y cómo se van a solucionar sus problemas.
Licencia de contenido del blog de “Hablemos de liderazgo”
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“La única definición de un líder es alguien que tiene seguidores.” Peter Drucker
Probablemente como líder en algún momento de la vida has tratado de ver quien te está siguiendo y te has encontrado que no hay nadie, que estás solo o sola en tu liderazgo. La verdad es que no puede haber liderazgo sin seguidores. Es bastante desagradable encontrarse con esta realidad.
Todos esperamos en nuestro liderazgo que la gente nos siga, que la gente se comprometa y juntos poder lograr grandes cosas. Lo que esperas como líder es que todos puedan remar en la misma dirección o que todos puedan colocarse la franela o camisa del equipo.
¿Cómo puedes asegurarte de que te sigan? Te dejaré algunas preguntas para que puedas reflexionar sobre ellas y tomar acción, porque como dijo alguien para encontrar las respuestas tendrás que hacerte las preguntas correctas.
¿Estoy siendo claro al comunicar la visión, misión y los objetivos a lograr?
¿Conocen las expectativas que tengo con cada uno de ellos?
¿Qué tan frecuente me estoy comunicando?
¿Tienen ellos las habilidades, el entrenamiento y la capacidad para lograrlo?
¿Sienten que pertenecen al equipo?
¿Soy constante en mis acciones, cumplo con mis compromisos?
¿Soy una persona de confianza?
La respuesta a cada una de ellas te invitaran a mejorar tu liderazgo, liderar no es fácil pero tampoco es complejo. El liderazgo no se trata del líder, se trata del equipo, de la gente, de conectarse con ellos para ayudarles a lograr el éxito que buscan y cuando lo haces no tendrás que preocuparte si te están siguiendo, ellos siempre te seguirán si tu como líder los inspira.
Las personas no siguen al líder posicional, ellos siguen al líder relacional. Los líderes relacionales no solamente generan seguidores, sino que forman líderes.
“La función del líder es inspirar a sus colaboradores para que lo sigan.” Pedro Sifontes
Si quieres que te sigan sé un líder relacional.
En amor y liderazgo,
Pedro Sifontes
Coach for Leadership
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La presente aportación sugiere ideas clave para que el personal de mando, no importando el nivel que ocupe en la organización, reflexione y tome la iniciativa para desarrollar y/o perfeccionar habilidades gerenciales con las que pueda incrementar su nivel competitivo.
El personal de mando necesita asumir el papel de un líder transformacional que lleve a sus colaboradores al perfeccionamiento de sus actividades, a mejorar su rendimiento y lograr que su desempeño laboral sea gradualmente más satisfactorio para la organización, el equipo de trabajo, y el individuo como tal. Lograr estos resultados implica un proceso de aprendizaje donde las funciones gerenciales del jefe deberán enriquecerse con las vivencias y experiencias de trabajo que diariamente ejecuta y desarrolla, convirtiéndolo en un elemento competente.
Las competencias que a continuación presento no son únicas ni exclusivas, pero se pueden considerar como una aproximación a las elementales que toda persona con autoridad formal deberá desarrollarlas y ejecutarlas en su equipo de colaboradores; es importante resaltar que la obligación de esa autoridad es convertirse en un líder que ejerza acciones de guía, orientador, facilitador, para que también su personal a cargo tenga la facilidad de aprovechar sus capacidades y habilidades de trabajo.
Para tener una visión de esta aproximación, a continuación presento un esquema en la que se visualizan las competencias gerenciales básicas para ser desarrolladas en todo personal de mando:
El esquema que se muestra anteriormente expone tres bloques en los que se pueden clasificar las competencias gerenciales, cada uno de estos grupos se especifican en desarrollar capacidades que la suma de las tres hacen una formación integral de la persona en la práctica gerencial. Se agrega un aspecto como parte de la actualidad empresarial y la diversidad laboral, este es el enfoque multicultural y acción estratégica, con el que se refuerzan las habilidades necesarias para comprender, interrelacionar y adaptarse al entorno que enfrenta en su actuación.
La suma de estos aspectos propicia un marco ideal básico que el personal de mando de una organización debe formarse para saber enfrentar eficientemente las situaciones del ambiente, darle cauce al funcionamiento de actividades y lograr los objetivos, en otras palabras ser competente.
Se presenta a continuación una aproximación de estas competencias:
Las competencias personales deben considerarse como las primordiales, sin desarrollar este tipo de capacidades será difícil hacerlo con las otras competencias, de ahí que lo primero por atender es hacer introspección de uno mismo para generar una sólida convicción de las potencialidades para ejercer la habilidad gerencial. Se pueden considerar las siguientes capacidades:
a) Autoconocimiento.- de hacer un análisis personal e identificar: fortalezas, debilidades, talentos, limitaciones, aptitudes, actitudes y valores, con los cuales se definan las posibilidades de aprovechamiento para emprender y ejecutar la labor gerencial.
b) Autodominio.- de sujetar las emociones, estados de ánimo, sentimientos y actitudes, con la intención de saber estar bien con uno mismo y con los demás, es decir, formar la destreza de establecer y mantener la armonía en la convivencia personal y social de la relación de trabajo.
c) Auto motivación.- de estar conduciendo adecuadamente las actividades grupales gracias a la existencia de una inspiración personal que motiva al líder a obtener beneficios y cubrir expectativas que lo lleven a una autorrealización.
d) Auto administración.- de tener el sentido del orden personal y laboral en los que gestione los tiempos y recursos necesarios para atender responsablemente las facetas de su vida.
e) Desarrollo personal.- de saber interrelacionar con su entorno de manera efectiva, manteniendo una sólida constancia de acrecentar y actualizar sus conocimientos y aptitudes con los cuales podría mejorar las capacidades de conducción personal.
f) Integridad y ética.- de saber reflexionar y conducir sus actos a fin de actuar moralmente en las situaciones que enfrenta dentro del trabajo gerencial.
Las competencias sociales son aptitudes clave para desarrollar las funciones gerenciales en un grupo de trabajo ya que facilitan la sana interacción entre sus colaboradores, compañeros y superiores; con el desarrollo adecuado de estas habilidades, el trabajo colaborativo será efectivo además de contribuir al ambiente cordial y de confianza que permitirán resultados sinérgicos en la organización. Estas capacidades contemplan:
a) Comunicación.- el desempeño gerencial se condiciona al aplicar eficientemente la capacidad de saber recibir, transferir e intercambiar información ejerciendo acciones básicas de: escuchar, hablar, escribir, observar y percibir respuestas y actitudes del personal con quien interactúe, además de retroalimentar. La habilidad comunicativa debe considerarse un fundamento para poder coordinar actividades y conducirse adecuadamente en los diferentes escenarios que enfrenta el personal de mando.
b) Manejo del personal.- el trabajo gerencial se enfrenta a una situación extremadamente delicada y de la cual no existen estándares o “recetas” que permitan dictaminar las acciones para ejercerse simplemente porque se trabaja con personas, las cuales presentan un abanico de caracteres, expectativas, actitudes y comportamientos que los hacen diferentes de acuerdo a la naturaleza y escenario del grupo; por lo que desarrollar la capacidad de manejar a la gente implica un aprendizaje que se va dando conforme a la práctica y vivencia cotidiana que se tiene con el personal, lo que sí es necesario ejercer es la inteligencia emocional y empatía con cada uno de los individuos con los que se tenga contacto, además de ser íntegros y objetivos en todo momento.
c) Motivación.- la capacidad de motivar a sus colaboradores requiere un esfuerzo proactivo para saber impulsar a cada uno a cumplir las metas: individuales, del equipo, y de la misma organización; por lo que es importante saber crear un ambiente de confianza con el que se permitan alinear, orientar y dirigir las acciones necesarias para el cumplimiento de las expectativas y procesos que se vean involucrados, además de saber valorar y dar buen trato a cada persona con la que se interrelacione.
d) Trabajo en equipo.- saber involucrar y comprometer a toda persona con la que se tiene contacto en la cadena de servicio es un principio que permitirá desarrollar la habilidad de integrar la colaboración de los miembros hacia un fin común. Esta competencia deja ver la necesidad de desarrollar capacidades que ayuden a diseñar, crear y administrar grupos cohesionados, coordinados y competentes en los que los resultados que se obtengan, sean adjudicados para todos.
Si bien es cierto que varias competencias mencionadas en este bloque son actividades directivas, se han clasificado como sociales para darle énfasis a la necesidad de relacionarse con la parte humana de los individuos, ya que todas esas competencias tienen en común el atender a cada persona, conocerla, comprenderla y valorarla para que puedan ejercerse acciones de dirección que promuevan un verdadero crecimiento organizacional y un desarrollo integral de los talentos y potencialidades en cada papel que se asume dentro de la organización.
Las competencias de dirección son el eje conductor del papel del personal de mando, ejecutar eficientemente las tareas correspondientes al puesto requiere tener bien fundamentado sus conocimientos, habilidades, experiencias, actitudes y comportamientos, los cuales podrán dar una diferenciación de un gerente que sabe cómo enfrentar las situaciones de la naturaleza de su puesto con la ayuda de sus colaboradores, compañeros y superiores, en otras palabras, ser competente en la organización. Las habilidades a desarrollar deberán estar orientadas a favorecer el cumplimiento de los objetivos de la empresa, estas son:
a) Autoridad.- es una facultad inherente al puesto que se ocupa, lo que la hace diferente es la persona que ejecuta dicho mando, de ahí que las habilidades adecuadas para su ejecución requiere contemplar aptitudes para: comunicar, ubicar y distinguir lo necesario e importante de lo innecesario en relación a los objetivos, mantenerse en la coherencia de las peticiones, distribuir las tareas entre los colaboradores de acuerdo a sus competencias desarrolladas, saber delegar y compartir las responsabilidades y decisiones con los miembros del equipo de trabajo.
b) Planeación y gestión.- refiriéndose a la capacidad para decidir el qué y cómo realizar las tareas, además de los recursos suministrados para cumplirlas y los procesos de monitoreo y evaluación del desempeño del personal que tiene a su mando para lograr los objetivos. La habilidad que lo hará diferente es saber compartir con el personal estas actividades, así como mantenerse en permanente comunicación y recolección de información con el propósito de tener un mayor acercamiento a la realidad en la que se realizan las actividades y la flexibilidad con la que se deben enfrentar las situaciones.
c) Habilidad técnica.- esta es una competencia funcional elemental que se exige al personal de mando, una de las razones en este contexto, es la necesidad de tener y proyectar seguridad en las capacidades para entender y supervisar eficientemente los procesos, actividades y técnicas de los sistemas de trabajo que permiten guiar al personal en el desarrollo de los productos, por lo que obliga a desarrollar un claro conocimiento del trabajo y del personal que se cuenta para ejecutar las actividades específicas de la empresa, estas capacidades se van reforzando conforme se tenga contacto directo con las operaciones cotidianas de trabajo.
d) Liderazgo.- se convierte en la actitud fundamental a desarrollar dentro de las competencias gerenciales, la acción del liderazgo se concentra en orientar el ejercicio de los aspectos técnicos al logro eficiente de objetivos; para tal propósito, es necesario desarrollar la capacidad de comprender a sus colaboradores, además de unir, coordinar y armonizar las actividades del equipo de trabajo mediante la identificación con los propósitos grupales y organizacionales.
e) Coaching empresarial.- la capacidad de guiar, orientar e impulsar al logro de los objetivos por parte de los colaboradores, es una competencia proporcionada con el ejercicio del coaching empresarial, la intención de saber aplicar estas actividades es promover la mejora del desempeño laboral mediante la identificación y aprovechamiento de los talentos y competencias de cada individuo que colabore en los procesos de la organización, además de moldear sus conductas, creencias y actitudes hacia la contribución de un verdadero desarrollo en su entorno.
Las competencias mencionadas en estos tres bloques son tan solo una aproximación a las capacidades gerenciales a desarrollar, como puede verse, cada una de ellas son complementarias entre sí, por lo que una persona que ejecute las actividades gerenciales debe desarrollar conocimientos, habilidades, comportamientos y actitudes que vayan enriqueciendo las experiencias adquiridas dentro de los escenarios de trabajo.
Desarrollando estas competencias, el personal de mando dominaría diferentes niveles del conocimiento que lo haría competitivo dentro de una organización.
Como se muestra en la imagen anterior, y haciendo una analogía a la organización que aprende, estos niveles de conocimiento formarían al individuo integral en sus capacidades representadas a través de:
El saber, por sus conocimientos que permitirá realizar las actividades gerenciales eficientemente.
El saber ser, por las motivaciones personales que lo conducen a realizar las tareas correspondientes.
El saber social, por las actitudes e intereses para interrelacionarse y proyectarse con los individuos que podrán generar un desarrollo sinérgico de sus esfuerzos.
El saber hacer, por las habilidades y destrezas necesarias para aplicar los conocimientos gerenciales que posee frente a una situación.
Finalmente, hay otro factor que complementa el desarrollo de las competencias gerenciales y está en relación a uno de los aspectos que en los últimos tiempos se ha manifestado en el medio competitivo y variante del entorno, y que es fundamental para poder estar a la vanguardia en este mercado globalizado. A continuación se presentan otras competencias que fortalecen las anteriores:
a) Habilidades conceptuales.- concibe la necesidad de visualizar una actuación estratégica contemplando a la organización como un todo, donde las situaciones, tendencias, cambios y escenarios de trabajo, requieren habilidades para coordinar tareas y procedimientos que ayuden a enfrentar las situaciones que surjan en el entorno; por tal situación, una capacidad importante a desarrollar es saber adquirir, analizar e interpretar información del medio y mantener una relación estrecha con sus colaboradores quienes en conjunto, puedan concebir la efectividad para enfrentar los embates del medio ambiente.
b) Acción estratégica.- complementando la competencia anterior, la habilidad estratégica induce a emprender acciones importantes que permitan desempeñarse eficientemente para solucionar los problemas y situaciones generados por los cambios del entorno. el valor de esta competencia radica en estar informado para saber anticipar tendencias y prepararse para las necesidades futuras que puedan emerger.
c) Multicultural.- añadir un valor necesario en nuestros días consiste en desarrollar actitudes y habilidades adecuadas para traducir el conocimiento de cuestiones culturales, económicas, políticas y sociales presentadas en diferentes lugares, a una sensible actuación y adaptación con las personas que tengan otros orígenes, a fin de mantener un desempeño efectivo de las actividades en las que se vean involucrados.
Estas competencias enfocan la necesidad de informarse del entorno en que actúan a fin de saber interactuar en él y progresar en las funciones gerenciales globalizadas que deberán enfrentar en un determinado momento. En otras palabras, las capacidades gerenciales se complementaran en el momento en que el personal de mando “sabe estar” en el escenario integral de una organización, la cual no solo contempla los escenarios internos y habituales en los que se trabaja diariamente, sino también aquellos que se presentan en la interrelación con su entorno externo al grupo de influencia.
Esta aproximación a la revisión de competencias gerenciales, hace comprender que la persona que ocupe un puesto de mando no solamente deberá dominar las cuestiones técnicas de trabajo y sus funciones naturales de su autoridad, sino también deberá atender otros aspectos que fortalecen sus acciones gerenciales y que en suma, pueden convertir al individuo en una persona integral con capacidades para enfrentar las situaciones cotidianas y extemporáneas de sus funciones.
Se invita a reflexionar y atender aquellas áreas de oportunidad en las que pudiera enriquecer las habilidades gerenciales, pero también a potencializar sus capacidades que, en un proceso continuo de aprendizaje, se podrá enriquecer y desarrollar.
De esta manera, el personal de mando que ejecute sus actividades gerenciales atendiendo el desarrollo de estas competencias, se verá reflejado en el desempeño efectivo y competitivo que requieren las organizaciones actualmente.
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