Kahneman & Tversky: los psicólogos que humanizaron las finanzas

Kahneman & Tversky, la dupla de amigos psicólogos que desarrolló la teoría de que nuestras emociones pueden afectar nuestras finanzas. Quiénes son y cuáles son esos sesgos cognitivos a los que hay que prestar atención.

A la hora de invertir, las emociones juegan un papel fundamental. A la hora de tomar decisiones importantes nuestras emociones pueden jugarnos una mala pasada. Daniel Kahneman y Amos Tversky aseguran que el componente emocional es determinante a la hora de la toma de decisiones. ¿Cuáles son las emociones básicas y sesgos que afectan nuestras decisiones?

A la rama de las finanzas que estudia el comportamiento humano se la conoce como “finanzas conductuales”. Se trata de un campo de estudio que intenta identificar cada uno de los sesgos que hacen que las personas tomen decisiones de inversión irracionales o se comporten de manera perjudicial para su economía personal.

Los fundadores de las también llamadas “finanzas del comportamiento” fueron los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tverskyque junto al economista Richard Thaler se especializaron en sesgos cognitivos y heurísticos.

Kahneman & Tversky: los padres de las finanzas del comportamiento

Daniel Kahneman nació en 1934 en Tel Aviv, Israel, aunque se crió en Francia. En 1961 se doctoró en Psicología en la Universidad de Berkeley, California, donde también estudió matemáticas.

Posteriormente se convertiría en una figura clave en el estudio de la economía conductual y en la psicología hedonista, una vertiente de la psicología que se centra en el análisis del placer y de los aspectos que lo favorecen o perjudican.

En 2002 Kahneman obtuvo el Premio Nobel de Economía en reconocimiento a las múltiples aportes a este campo que ha realizado desde la psicología en colaboración con su colega Amos Tversky, quien muriera en 1996.

En cuanto a Tversky, nació en Haifa, Israel, en 1937 y peleó en las guerras de Medio Oriente de 1956, 1967 y 1973, obteniendo la mayor condecoración por valentía en virtud de su desempeño.

Estudió psicología en la Universidad de Jerusalem, donde se graduó en 1961. Cuatro años más tarde, se doctoró en psicología en la universidad de Michigan.

Luego de unos años en Estados Unidos regresó a Israel y finalmente en 1978 volvió a Norteamérica para ser parte del departamento de psicología de la prestigiosa universidad de Stanford.

Los estudios realizados por ambos profesionales en torno al rol de las emociones a la hora de tomar decisiones aseguran que los inversores están influenciados por sus emociones básicas, suposiciones y percepciones. Estos comportamientos sesgados e irracionales tienen costos reales a la hora de decidir sobre nuestras inversiones y dinero. 

Ya sea por un anclaje erróneo, un sesgo de disponibilidad o simplemente “seguir a la manada”, todo inversor experimenta estas emociones. Sin importar qué tan experimentado sea, siempre uno estará bajo la influencia de los distintos sesgos de y comportamientos irracionales.

Entonces, ¿cuáles son los sesgos y cómo controlar nuestras emociones básicas?

Repasemos cuáles son los sesgos cognitivos planteados por estas teorías:

  • Contabilidad mental:
    Este sesgo describe cómo los individuos organizamos nuestro dinero y tomamos decisiones. Para esto, seguimos criterios en función de cuál es el origen del dinero y su propósito de gasto. Por ejemplo, si uno recibe dinero de manera inesperada, muy probablemente lo gastará en cuestiones de ocio. Mientras que el dinero del salario lo destinará al pago de cuentas y otras obligaciones.
  • Efecto anclaje:
    El efecto anclaje es un sesgo cognitivo que describe la tendencia de los individuos a afirmar la primera información que recibe. A partir de ahí, quedará “anclado” y le será difícil absorber nuevos datos si van en contra de esta primera información. El anclaje ocurre cuando los individuos usan una información inicial para tomar una decisión. Un ejemplo clásico es a la hora de negociar el precio de algún objeto que queremos comprar o vender. El precio establecido en el momento inicial será nuestro punto de referencia a la hora de realizar propuestas. Sabiendo esto, si el precio inicial es muy alto es muy probable que, aunque negociemos, el precio final estará cerca de ese valor.

Otros sesgos y falacias que nos afectan…

  • Sesgo retrospectivo y de confirmación
    La gente tiende a prestar más atención a información novedosa que confirma alguna creencia u opinión previa. Este es el sesgo de confirmación. Ahora el sesgo retrospectivo, en cambio, tiene que ver con esa tendencia a creer que que una vez sucedidos los hechos, era evidente que se darían de esa forma. Sin embargo, podrían haberse dado de otra manera pero nuestra mente no lo ve así.
  • Cuando creemos de manera errónea que un hecho aislado hace que sea más probable que ocurra otro evento independiente no relacionado, estamos cayendo en la falacia del apostador. Es decir, pensar de que porque una apuesta o decisión salió bien, la siguiente va seguir saliendo bien sólo por esa razón.
  • Como individuos, tenemos cierta tendencia al comportamiento gregoriano. Esto es, una propensión a seguir las mismas decisiones de un gran grupo, sean o no decisiones racionales.
  • Además, muchos inversores tienden a una emoción básica de exceso de confianza que los lleva a creer que están más capacitados de lo que realmente están para realizar ciertas tareas. En ese sentido también se da la reacción exagerada, una tendencia a reaccionar ante la novedad con una respuesta desproporcionadamente fuerte.
  • Además, Kahneman y Tversky desarrollaron la teoría prospectiva para reflejar las diferencias en la forma en la que la gente interpreta pérdidas y ganancias. En promedio, los individuos tienden a ser más sensibles ante una pérdida que una ganancia, por más que se trate de montos iguales.

¡Hay más de 100 sesgos cognitivos influyendo en nuestras decisiones!

Una dupla con impacto en el estudio de los sesgos y emociones básicas en la economía personal

El trabajo que realizaron de manera conjunta fue tan importante que, 6 años después de la muerte de Tversky, cuando Daniel Kahneman recibió su Premio Nobel, dijó: “El premio se me concede en gran medida por el trabajo que realicé hace muchos años con mi cercano amigo y colega Amos Tversky, quien muriera en 1996”.

El trabajo pionero de esto psicólogos ha revelado conocimientos sorprendentes sobre las complejas formas en que opera la mente humana.

En conclusión… el primer paso es conocernos.

Tener conocimiento de estos sesgos cognitivos y emociones básicas ayudará a mejorar tus prácticas financieras y aplicar ese conocimiento a tu propia inversión para tomar medidas correctivas cuando sea necesario.

Con suerte, tus futuras decisiones financieras serán algo más racionales y por ende, mucho más lucrativas.

Publicado en Central de Fondos. Post original aquí.

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Portarse Mal: La Creación de la Economía Conductual – Richard Thaler

por Ricardo Benlloch

Misbehaving: The Making of Behavioral Economics (2015) es uno de los libros del estadounidense Richard Thaler (1945-). En 2017 fue galardonado con el premio Nobel de economía por sus contribuciones a la economía conductual; en este libro se expone de un modo medio autobiográfico como ha ayudado a crear el campo de la economía conocido como economía conductual. «No es una disciplina diferente: aún es economía, pero es economía hecha con fuertes inyecciones de buena psicología y otras ciencias sociales«.

Los economistas, llamados Econs por Thaler, basan el comportamiento idealizado de los individuos al estricto razonamiento (expectativas racionales) que está en el corazón de lo que llamamos teoría económica. «En comparación con este mundo ficticio de Econs, los humanos cometemos muchos errores, y eso significa que los modelos económicos hacen muchas predicciones erróneas«. El problema es que el modelo utilizado por los economistas es un modelo que reemplaza al homo sapiens con una criatura ficticia llamada homo economicus.

Dos herramientas de investigación han surgido y popularizado en los últimos 25 años. El primero es el uso de experimentos de ensayos de control aleatorios. El segundo enfoque es utilizar experimentos naturales o técnicas de econometría inteligentes que logren detectar el impacto de los tratamientos. No tenemos que dejar de inventar modelos abstractos que describan el comportamiento de imaginarios Econs afirma Thaler. Sin embargo, tenemos que dejar de asumir que esos modelos son descripciones precisas del comportamiento y dejar de basar las decisiones de políticas en dichos análisis defectuosos. «Tenemos que empezar a prestar atención a esos factores supuestamente irrelevantes (supposedly irrelevant factors), lo que llamaré brevemente SIFs.» La razón principal para agregar humanos a las teorías económicas es mejorar la precisión de las predicciones hechas con dichas teorías.

El efecto dotación (o Endowment Effect) involucra lo que los economistas denominan coste de oportunidad. Abandonar la oportunidad de vender algo no duele tanto como sacar el dinero de tu billetera para pagarlo. Los costes de oportunidad son vagos y abstractos en comparación con la entrega de efectivo real. El efecto dotación se puede explicar porque las cosas que se poseen son parte de su dotación, las personas valoran algo que ya es parte de su dotación más que las cosas que podrían ser parte futura de su dotación, que son disponibles pero aún no de su propiedad. Esto significa que las personas tienen más probabilidades de mantener con lo que comienzan que de comerciar, incluso cuando las asignaciones iniciales se hicieron al azar. Los experimentos sobre el efecto dotación realizados por Thaler muestran que las personas tienen una tendencia a mantener lo que poseen, al menos en parte debido a la aversión a la pérdida (el hecho de que una pérdida duela más que una ganancia equivalente da placer).

Los seres humanos tienen un tiempo y una capacidad intelectual limitada. Como resultado, usan reglas básicas para ayudarlos a emitir juicios. Además, los individuos piensan en la vida en términos de cambios, no de niveles. Pueden ser cambios del status quo o cambios de lo que se esperaba, pero lo que sea que tomen, son los cambios que nos hacen felices o miserables. El hecho de que experimentemos una sensibilidad decreciente a los cambios que se alejan del status quo captura otro rasgo humano básico conocido como la ley de Weber-Fechner. Esta ley sostiene que la diferencia apenas apreciable (JND) en cualquier variable es proporcional a la magnitud de esa variable. Es fácil conducir con una bombilla quemada sin notarlo, especialmente si se vive en una ciudad bien iluminada. Pero pasar de una a cero bombillas es definitivamente notable.

Hay dos tipos de utilidad: utilidad de adquisición y utilidad de transacción. La utilidad de adquisición se basa en la teoría económica estándar y es equivalente a lo que los economistas denominan «excedente del consumidor». Es el excedente restante después de medir la utilidad del objeto ganado y restando el coste de oportunidad a lo que se debe renunciar. Un Econ solo tiene en cuenta la utilidad de adquisición. Una compra producirá una abundancia de utilidad de adquisición solo si el consumidor lo valora mucho más que el mercado. Los seres humanos, por otro lado, también sopesan otro aspecto de la compra: la calidad percibida del intercambio; esto es lo que captura la utilidad de transacción. Se define como la diferencia entre el precio realmente pagado por el objeto y el precio que uno esperaría pagar, el precio de referencia. Si el precio está por debajo del precio de referencia, entonces la utilidad de la transacción es positiva, un «chollo». Econs no experimentan la utilidad de transacción. No es que los economistas sean inmunes a las gangas; si alguien vendiera cervezas en la playa por diez centavos, incluso un Econ estaría contento, pero esa felicidad sería totalmente captada por la utilidad de adquisición. Aquellos que disfrutan de la utilidad de transacción obtienen placer (o dolor) de los términos del acuerdo por si mismo.

«La falacia del coste irrecuperable (hundido) se menciona a menudo en los libros de texto de economía básica«, pero a muchos humanos les puede resultar difícil seguir los consejos para ignorar los costes irrecuperables en la práctica. Conducir con ventisca a un partido de fútbol, o jugar al tenis con dolor, son errores que un no Econ no cometería. Con razón tratan los costes irrecuperables como irrelevantes. Para los humanos, los costes irrecuperables persisten y se convierten en SIFs. Para un humano pagar 100 por un boleto para un concierto al que no asiste se parece mucho a perder 100. Para continuar con la analogía de la contabilidad financiera, cuando se compra un boleto y luego no se usa, se tiene que «reconocer la pérdida» en los libros mentales de cada individuo. Ir al evento permite liquidar esta cuenta sin tener una pérdida.

Las personas buscan riesgos cuando se trata de pérdidas. Cuando un individuo que está perdiendo, este se siente atraído por las pequeñas apuestas que ofrecen una pequeña posibilidad de obtener una gran ganancia, pero a su vez, no le gustan las grandes apuestas que implican un alto riesgo de un aumento sustancial en el tamaño de su pérdida, a pesar de que ofrecen una mayor probabilidad de recuperarse. Por otra parte, los jugadores que están ganando en el juego no parecen tratar sus ganancias como «dinero real» (lo que se denomina como ‘apostar con el dinero de la casa’). Usando este razonamiento, cuando se está ganado, se está apostando con el dinero del casino, no con el suyo. El efecto del dinero de la casa, junto con una tendencia a extrapolar los rendimientos recientes en el futuro, facilita las burbujas financieras. Cuando en el juego se está perdiendo, los jugadores hacen un esfuerzo por recuperar el equilibrio. Ambos efectos, efecto equilibrio y el efecto dinero del casino, pueden ser observados en la práctica. Por ejemplo, en el comportamiento de los inversores profesionales (los administradores de la cartera de fondos de inversión asumen más riesgos en el último trimestre del año cuando el fondo que están administrando está por debajo del índice de referencia (S&P 500) a que se comparan sus retornos. «Una buena regla para recordar es que las personas que están amenazadas con grandes pérdidas y que tienen la oportunidad de recuperar el equilibrio estarán dispuestas a asumir riesgos, incluso si normalmente son bastante adversas al riesgo«.

«En la práctica, la teoría económica presupone que los problemas de autocontrol no existen. Así que mi próximo gran proyecto fue estudiar un problema supuestamente inexistente«. Las únicas circunstancias en las que desearía comprometerse con el curso de la acción planificada es cuando se tienen buenas razones para creer que si cambia sus preferencias más adelante, este cambio de preferencias será un error. Dichas preferencias tienen «sesgo actual», ya que ponen tanto peso ahora como en el futuro, y conducen a elecciones inconsistentes en el tiempo. El análisis de Thaler sugiere que si uno puede implementar reglas perfectas de autocontrol, la vida será mejor. Aunque por la experiencia, algunas veces estas reglas no son aplicables. Las reglas aplicadas externamente pueden no estar fácilmente disponibles.

Thaler se pregunta que es lo que hace que una transacción económica parezca ‘justa’. Cualquier empresa debe establecer el precio más alto que pretende cobrar como precio «regular», con cualquier desviación de ese precio: «ventas» o «descuentos». Un principio que surgió de su investigación es que las percepciones de imparcialidad están relacionadas con el efecto dotación. Además, cualquier empresa que realice un primer movimiento provocando una violación de las normas de imparcialidad corre un riesgo considerable si los competidores no siguen su ejemplo. La conclusión de Tahler es que los picos temporales en la demanda, desde ventiscas hasta muertes de estrellas de rock, son un momento especialmente malo para que cualquier negocio parezca codicioso. Especialmente, las empresas deben cohibirse de cobrar ‘precios excesivos incomprensibles’ durante cualquier ‘interrupción anormal del mercado’. «¿Por qué crear enemigos para aumentar las ganancias unos pocos días al año?«. Eso sigue siendo un buen consejo para cualquier empresa que esté interesada en crear una clientela leal. ¿La gente estaría dispuesta a castigar a una empresa que se comporta de manera injusta? Los experimentos realizados por Thaler demuestran que sí. Existe evidencia clara de que a las personas no les gustan las ofertas injustas y están dispuestas a asumir un golpe financiero para castigar a quienes las hacen.

En las empresas, los gerentes son reacios a la pérdida con respecto a los resultados que se le atribuirán. En un entorno organizativo, el sistema de recompensas y castigos exacerba el sentimiento natural de aversión a la pérdida. En muchas compañías, la creación de una gran ganancia conducirá a recompensas modestas, mientras que la creación de una pérdida de igual tamaño hará que te despidan. Bajo esos términos, incluso un gerente que comience con un riesgo neutral, dispuesto a apostar para ganar dinero en promedio, se volverá altamente adverso al riesgo. En lugar de resolver el problema, la estructura organizativa empeora la situación. Para que los gerentes estén dispuestos a asumir riesgos, es necesario crear un entorno en el que esos gerentes sean recompensados por decisiones que maximizan el valor ex ante, es decir, con información disponible en el momento en que se tomó la decisión, incluso si resultaron perder dinero ex post. El mal comportamiento consiste en no crear un entorno en el que los empleados/gerentes sientan que pueden asumir buenos riesgos y no ser castigados.

El siguiente tema tratado por Thaler es la anomalía llamada el rompecabezas de la ‘prima de capital’ (equity premium puzzle) anunciado por Raj Mehra y Edward Prescott. El término ‘prima de capital’ se define como la diferencia en los rendimientos entre las acciones y algunos activos libres de riesgo, como los bonos gubernamentales a corto plazo. La magnitud histórica de dicha prima es alrededor del 6% por año. El hecho de que las acciones obtengan tasas de rendimiento más altas que las letras del Tesoro no es sorprendente. Cualquier modelo en el que los inversores sean adversos al riesgo lo predice: debido a que las acciones conllevan un mayor riesgo, los inversores exigen una prima sobre un activo libre de riesgo para asumir ese riesgo. Lo que hace especial el análisis de Mehra y Prescott es como la teoría económica pretende explicar como de grande debe ser realmente la prima. Mehra y Prescott llegaron a la conclusión de que el mayor valor que podían atribuir a la prima de capital en su modelo era del 0,35%, nada cercano al histórico 6%. La respuesta de Tharler es que Mehra y Prescott estaban tomando una visión de sus inversiones a muy corto plazo. Con una ventaja del 6% en los rendimientos, durante largos períodos de tiempo, como veinte años, la posibilidad de que las acciones rindan peor que los bonos es pequeña. Mirar los rendimientos de la cartera con mayor frecuencia puede hacer que un individuo esté menos dispuesto a asumir riesgos. La implicación del análisis de Thaler es que la prima de capital (o la tasa de rendimiento requerida de las acciones) es tan alta porque los inversores ven sus carteras con demasiada frecuencia. «Cada vez que alguien me pide consejos de inversión, les digo que compren una cartera diversificada fuertemente inclinada hacia las acciones, especialmente si son jóvenes, y luego evitan escrupulosamente leer cualquier cosa en el periódico, aparte de la sección de deportes«.

La hipótesis de mercado eficiente (EMH: Efficient Market Hypothesis), donde los precios de las acciones reflejan toda la información, evidencia que no debería haber ningún efecto sobre los precios de mercado. Los gestores de inversiones tratan de comprar acciones que aumentarán su valor, o en otras palabras, las acciones que creen que otros inversores decidirán más adelante que deberían valer más. Comprar una acción que el mercado no aprecia hoy está bien, siempre que el resto del mercado llegue a su punto de vista más pronto que tarde. El teorema de Groucho Marx proviene de las palabras de Marx cuando dijo que nunca querría pertenecer a ningún club que lo tuviera como miembro. Aplicando este teorema en la economía, no hay un agente racional que quiera comprar una acción que algún otro agente racional esté dispuesto a vender. En la práctica, nadie toma literalmente la versión extrema de este ‘teorema de no comercio’, pero la mayoría de los economistas financieros están de acuerdo en que el volumen de operaciones es sorprendentemente alto. Ya existían pruebas circunstanciales de reacción exagerada, inversiones en valor (Value Investing), en las que el objetivo es encontrar valores con un precio inferior a su valor intrínseco. Pero esta estrategia simple de comprar acciones baratas es inconsistente con la EMH, el precio de las acciones ya refleja su ‘justo’ precio según la EMH. Predecir la reversión de la media en el mercado de valores no parece ser una hipótesis particularmente radical, excepto que la EMH dice que no puede suceder. El componente precio correcto dice que los precios de las acciones no se desviarán del valor intrínseco, por lo que, por definición, no puede ser ‘barato’ y toda la información ya está capturada en el precio actual. Si se encuentra evidencia de reversión de la media constituiría una clara violación de la HME. El resultado de Thaler apoya la hipótesis de reversión de la media para periodos de más de 3 años. El experimento tratado por Thaler ya se enunció antes por Buffett en su libro El Inversor Inteligente: se ordenan un grupo de acciones de mayor a menor P/E, y se dividen en dos grupos, los que tienen mayores P/E y los que menor ratio tienen. Con datos históricos se muestra como el grupo de menor P/E tuvo mejor rentabilidad. Pero el debate no acaba aquí, la solución para defender la eficiencia del mercado era recurrir a un tecnicismo importante: no es una violación de la EMH si le gana al mercado asumiendo más riesgos. La cuestión ahora reside en si aceptar la interpretación de los hallazgos de Thaler como evidencia de una mala valoración de los precios, que va en contra de la HME, o decir que tales resultados son atribuibles al riesgo. Para medir el riesgo, Thaler utilizó el modelo CAPM. Si se forma una cartera compuesta por un grupo de acciones de alto riesgo cuyos precios tienen mucha volatilidad, la cartera en sí no será considerada de riesgo si los movimientos de precios de cada una de las acciones son independientes entre sí. La beta para el grupo de menor P/E fue más bajo que para la cartera compuesta con mayores P/E. Por lo que la teoría del riesgo quedaba descartada. Otro posible enfoque para probar si los precios son ‘correctos’ es emplear un principio importante en el corazón mismo de la EMH: la ley del precio único. La ley afirma que en un mercado eficiente, el mismo activo no puede venderse simultáneamente por dos precios diferentes. Si eso sucediera, habría una oportunidad de arbitraje inmediato, lo que significaría una forma de realizar una serie de operaciones que garantizarían generar una ganancia sin riesgo. La violación se puede encontrar en los fondos de inversión cerrados. La EMH hace una clara predicción sobre los precios de las participaciones en fondos de capital fijo: serán iguales a la NAV (Net Asset Value: Valor del activo neto). Pero los precios de las acciones de fondos cerrados revelan lo contrario. Los precios de mercado son a menudo diferentes a la NAV.

Thaler enumera una serie de aspectos a tener en cuenta sobre la psicología de la toma de decisiones:

    • Las personas son demasiado confiadas. Es probable que piensen que su capacidad para discriminar entre la capacidad de dos individuos/objetos/acciones es mayor de lo que es.
    • La gente hace pronósticos que son demasiado extremos debido en parte a esa sobreconfianza.
    • La maldición del ganador (Winner’s curse). Cuando muchos licitadores compiten por el mismo objeto, el ganador de la subasta es a menudo el oferente que más sobrevalora el objeto que se vende.
    • El falso efecto de consenso. Las personas tienden a pensar que otras personas comparten sus preferencias, cuando realmente no suele ocurrir.
    • Sesgo actual. En términos de inconsistencia temporal entre el ahora y el futuro.

Un nudge (empujón) es una pequeña característica del entorno que atrae nuestra atención e influye en nuestro comportamiento. Los nudges son efectivos para los humanos, pero no para los Econ, ya que los Econ ya están haciendo lo correcto. Los nudges son supuestamente factores irrelevantes que influyen en nuestras elecciones de manera que nos hacen sentir mejor. Por ejemplo, la mayoría de los países adoptan una política de inclusión voluntaria para ser donantes de órganos, según la cual los donantes deben dar un paso positivo, como rellenar un formulario para que se agregue su nombre a la lista de registro de donantes. Sin embargo, otros países han adoptado una estrategia de exclusión que se llama ‘consentimiento presunto’. Se presume que usted otorga su permiso para que le extraigan los órganos, a menos que tome la opción explícita de no participar y ponga su nombre en una lista de ‘no donantes’. Los estudios muestran como donde el valor predeterminado de ser un donante, se consigue un porcentaje mayor de donantes. En cambio, en países con una política de inclusión voluntaria, a menudo menos de la mitad de la población opta por participar. Thaler comenta la mejor opción al realizar un nudging: «si quieres animar a alguien a hacer algo, hazlo fácil«.

«Necesitamos un enfoque enriquecido para hacer investigación económica, uno que reconozca la existencia y relevancia de los humanos. La buena noticia es que no necesitamos desechar todo lo que sabemos sobre cómo funcionan las economías y los mercados. Las teorías basadas en el supuesto de que todo el mundo es un Econ no deben descartarse. Siguen siendo útiles como puntos de partida para modelos más realistas. Y en algunas circunstancias especiales, como cuando los problemas que las personas tienen que resolver son fáciles o cuando los actores de la economía tienen las habilidades altamente especializadas relevantes, los modelos de Econ pueden proporcionar una buena aproximación de lo que sucede en el mundo real. Pero esas situaciones son la excepción y no la regla.»

Publicado en Ricardo Benlloch. Post original aquí.

Puede encontrar este libro (en inglés) en Google Books.

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Sesgos cognitivos: descubriendo un interesante efecto psicológico

por Bertrand Regader

Los sesgos cognitivos son efectos psicológicos que causan una alteración al procesar información.

Los sesgos cognitivos (también llamados prejuicios cognitivos) son unos efectos psicológicos que causan una alteración en el procesamiento de la información captada por nuestros sentidos, lo que genera una distorsión, juicio errado, interpretación incoherente o ilógica sobre el fundamento de la información de que disponemos.

Los sesgos de tipo social son los que refieren a sesgos de atribución y perturban nuestras interacciones con otras personas en nuestra vida diaria.

Sesgos cognitivos: la mente nos engaña

El fenómeno de los sesgos cognitivos nace como una necesidad evolutiva para que el ser humano pueda emitir juicios inmediatos que emplea nuestro cerebro para responder ágilmente ante determinados estímulos, problemas o situaciones, que por su complejidad resultaría imposible de procesar toda la información, y por tanto requiere de un filtrado selectivo o subjetivo. Es cierto que un sesgo cognitivo nos puede llevar a equivocaciones, pero en ciertos contextos nos permite decidir más rápido o tomar una decisión intuitiva cuando la inmediatez de la situación no permita su escrutinio racional.

La Psicología cognitiva se encarga de estudiar este tipo de efectos, así como otras técnicas y estructuras que usamos para procesar la información.

Concepto de prejuicio o sesgo cognitivo

El sesgo o prejuicio cognitivo surge de distintos procesos que no son fácilmente distinguibles. Estos incluyen el procesamiento heurístico (atajos mentales), motivaciones de tipo emocional y moral, o la influencia social.

El concepto de sesgo cognitivo apareció por primera vez gracias a Daniel Kahneman en el año 1972, cuando se percató de la imposibilidad de las personas de razonar de forma intuitiva con magnitudes muy grandes. Kahneman y otros académicos fueron demostrando la existencia de patrones de escenarios en los que los juicios y las decisiones no se basaban en lo previsible según la teoría de la elección racional. Dieron sustento explicativo a estas diferencias hallando la clave del heurismo, procesos intuitivos pero que suelen ser el origen de errores sistemáticos.

Los estudios sobre sesgos cognitivos fueron ampliando su dimensión y otras disciplinas también investigaron sobre ellos, como la medicina o las ciencias políticas. De este modo surgió la disciplina de la Economía conductual, que encumbró a Kahneman tras ganar el Premio Nobel de Economía en el año 2002 por haber integtado la investigación psicológica a la ciencia económica, descubriendo asociaciones en el juicio humano y la toma de decisiones.

Sin embargo, algunos críticos de Kahneman sostienen que la heurística no debe llevarnos a concebir el pensamiento humano como un puzzle de prejuicios cognitivos irracionales, sino más bien de entender la racionalidad como una herramienta de adaptación que no se mimetiza con las reglas de la lógica formal o probabilística.

Sesgos cognitivos más estudiados

Sesgo retrospectivo o sesgo a posteriori: es la propensión a percibir los eventos pasados como predecibles.

Sesgo de correspondencia: también llamado error de atribución: es la tendencia de enfatizar excesivamente en las explicaciones fundamentadas, conductas o experiencias personales de otras personas.

Sesgo de confirmación: es la tendencia a averiguar o interpretar información que confirma preconcepciones.

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El Consumidor Estúpido Y La Corrupción

Por Jaime Tbeili

Antes que nada, una disculpa a todos aquellos consumidores que se consideran enteramente racionales y que no se sientan identificados con las ideas aquí presentadas.

Toda la teoría económica básica parte de la idea de un consumidor racional que toma sus decisiones con información completa, a partir de preferencias bien definidas y buscando siempre maximizar su beneficio.

El economista y pensador israelí-estadounidense Dan Ariely tiene un libro muy interesante titulado “Predictably Irrational” (Predeciblemente Irracional). En este libro Ariely se dedica a explicar que ese consumidor racional que utilizamos para fundamentar la teoría económica no existe. De aquí surge una nueva rama de la economía basada en la irracionalidad: la economía conductual.

Cualquiera que haya entrado a un supermercado buscando un producto en específico y haya salido de ahí con trece bolsas llenas de mercancía que no quería, y mucho menos necesitaba, sabe que Dan Ariely y los economistas conductuales tienen, aunque sea, un poco de razón.

A lo largo del libro, Ariely da distintos ejemplos acerca de cómo actuamos de manera irracional en muchos aspectos de nuestras vidas y desarrolla esquemas para predecir dicho comportamiento irracional en las personas.

Mientras Ariely hace este análisis de la irracionalidad del consumidor, otros pensadores (como Rubén Lozano Martínez en España) desarrollaron el tema de la racionalidad en la corrupción. A sabiendas de que existe un alto índice de impunidad en nuestras instituciones, los individuos tienen más incentivos para corromperse.

Un funcionario de gobierno que puede desviar millones de pesos del erario público a su patrimonio sin ser castigado tiene muchos incentivos para corromperse. En corto: la teoría de la corrupción racional indica que un consumidor racional en un país con instituciones plagadas de impunidad siempre tomará la decisión de corromperse.

(Y ojo, no necesariamente se tiene que ser político para ser corrupto, el ámbito privado no está exento de este problema, ni de cerca).

Ahí es donde se pone interesante, porque ya quedó establecido que los consumidores no somos racionales. Ya incluso establecimos que hay libros acerca de esto e incluso una rama entera de la economía.

Pero si no somos racionales, ¿qué hace que los corruptos si lo parezcan? ¿O solo la corrupción se presenta como un caso de racionalidad en un mar de irracionalidad?

El problema está en entender a la corrupción como la opción racional. El corrupto promedio generalmente cree tener información completa acerca de como funciona el sistema de justicia de la nación, o al menos la suficiente para asumir que nunca será capturado.

El corrupto promedio cree tener una habilidad para predecir el futuro y poder afirmar que su situación y la situación del país no van a cambiar y que nunca se verá en una situación complicada.

El corrupto promedio cree entender los riesgos de ser descubierto, cree saber cómo vivir una vida encubierto, escapando, en la cárcel, amenazado de muerte o en soledad y además cree poder soportarla.

El corrupto promedio se considera con derecho de tomar decisiones sobre los sentimientos de su familia y las vidas que ellos desean vivir. Cree que jamás será traicionado por sus amigos y que todos los que lo rodean son incondicionales y jamás lo abandonarían.

El corrupto promedio cree que no va a tener problema para conciliar el sueño en las noches y muchas veces incluso cree estar haciendo lo correcto.

En resumen: el corrupto promedio es un consumidor más, tan irracional como todos lo somos. La corrupción es una de las decisiones más irracionales que puede tomar una persona. La teoría de Dan Ariely del consumidor irracional y su predictibilidad encuentra un extraordinario sustento en la existencia de personas que, a pesar de la irracionalidad de la decisión, se corrompen.

Consumidores irracionales somos todos, no lo podemos evitar. Consumidor estúpido es el que se corrompe, porque él sí que lo puede evitar.

Publicado en The Human Globe . Post original aquí.

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Las trampas del deseo de Dan Ariely – Apuntes Breves

por Raul Barral Tamayo

Título original: Predictably Irrational.
© 2008 Dan Ariely.
Editorial: Ariel.

Cuando tomamos decisiones creemos que tenemos el control y hacemos lecciones racionales, pero ¿es así? ¿Tenemos realmente el control sobre nuestros actos, sobre cómo gestionamos nuestro dinero, pero también nuestro tiempo, nuestras energías y nuestros afectos?

¿Por qué compramos lo que compramos? ¿Somos realmente dueños de nuestras decisiones o se nos puede manipular como consumidores? ¿Por qué lo gratuito acaba saliendo caro? ¿Tener más opciones nos ayuda a elegir mejor?

¿Qué sucede cuando los códigos de comportamiento sociales y empresariales se mezclan y confunden? ¿Qué influye en que un producto nos parezca caro o barato? ¿Gasta más quien paga con tarjeta de crédito? ¿Por qué compramos cosas que no necesitamos? ¿Influyen las marcas en nuestro grado de satisfacción ante un producto? ¿Decidimos lo mismo cuando estamos sexualmente excitados que cuando no lo estamos? …

Este libro apasionante y muy divertido responde a éstas y otras muchas preguntas sobre nuestras decisiones cotidianas, como consumidores y como ciudadanos, a partir de experimentos punteros llevados a cabo por el prestigioso especialista en psicología del consumo Dan Ariely. El autor nos proporciona nuevas y sorprendentes conclusiones sobre la naturaleza humana, que ayudarán al lector a tomar mejores decisiones en su vida personal y laboral.

Dan Ariely. Profesor de psicología del consumo en el MIT, profesor invitado en el Boston Federal Reserve Bank y miembro del Institute for Advance Study Princeton. Ha publicado artículos en las principales revistas académicas y en medios como el New York TimesWall Street Journal, Washington Post, Boston Globe, Scientific American y Science.

Algunas de las cosillas que aprendí leyendo este libro que no tienen porque ser ni ciertas ni falsas ni todo lo contrario:

  • Mi objetivo es el de ayudarle a repensar esencialmente qué es lo que le mueve a usted y a las personas que le rodean. Una vez que descubra lo sistemáticos que resultan ciertos errores creo que empezará a aprender cómo evitar algunos de ellos.
  • La economía conductual es un campo relativamente nuevo, que se basa en elementos tanto de la psicología como de la economía.
  • No sólo somos irracionales, sino previsiblemente irracionales; es decir, nuestra irracionalidad se produce siempre del mismo modo una y otra vez.
  • Los seres humanos raramente eligen las cosas en términos absolutos. Nos fijamos en la ventaja relativa de una cosa en relación con otra, y estimamos su valor en función de ello.
  • La mayoría de la gente no sabe lo que quiere si no lo ve en su contexto. Todo es relativo, y ésa es la clave.
  • Siempre observamos las cosas que nos rodean en relación con las demás. No podemos evitarlo. Y esto vale no sólo para las cosas físicas sino también para experiencias tales como las vacaciones y las opciones educativas, y asimismo para las cosas efímeras: emociones, actitudes y puntos de vista.
  • Siempre comparamos unos trabajos con otros, unas vacaciones con otras, unos amantes con otros y unos vinos con otros.
  • Tendemos a comparar cosas que son fácilmente comparables, y a evitar comparar cosas que no son fáciles de comparar.
  • Nos gusta tomar decisiones basándonos en comparaciones.
  • El efecto señuelo es el agente secreto que interviene en más decisiones de las que cabría imaginar.
  • Desde que nacemos, estamos predispuestos a comparar.
  • Ejecutivo: “Si todo el mundo supiera el sueldo que cobran los demás, sería una auténtica catástrofe. Todo el mundo, salvo la persona que cobrara más, se consideraría mal pagado”.
  • La satisfacción de un hombre con respecto a su salario depende de si gana más, o no, que el marido de la hermana de su esposa. Porque ésta es una comparación destacada y fácilmente accesible.
  • Podemos controlar los círculos que nos rodean, moviéndonos hacia círculos más pequeños que potencien nuestra felicidad relativa.
  • El problema de la relatividad: consideramos nuestras decisiones de forma relativa, y las comparamos a escala local según las alternativas disponibles.
  • Podemos cambiar nuestro foco de atención de lo más estrecho a lo más amplio. Pensar con amplitud de miras no es fácil, puesto que nuestra forma natural de pensar consiste en hacer juicios relativos.
  • Cuanto más tenemos, más queremos. El único remedio para ello es romper el círculo de la relatividad.
  • Tom Sawyer: “Para hacer que un hombre codicie algo, basta con hacer que resulte difícil de obtener”.
  • Los ansarinos no sólo toman decisiones iniciales basándose en lo que encuentran disponible en su entorno, sino que se atienen a su decisión una vez tomada. Konrad Lorenz denominó a este fenómeno natural impronta. Parece ser que lo que es bueno para los gansos también lo es para los humanos. Y eso incluye el ancla.
  • La idea básica de la coherencia arbitraria es ésta: aunque los precios iniciales sean “arbitrarios”, una vez que dichos precios se hayan establecido en nuestra mente configurarán no sólo los precios actuales, sino también los futuros (y eso es lo que los hace coherentes).
  • El ancla inicial no sólo influye en la decisión de compra inmediata, sino en muchas otras posteriores.
  • Uri Simonshon y George Loewenstein descubrieron que las personas que se trasladan a una nueva población en general permanecen ancladas a los precios que pagaban por la vivienda en la población donde vivían antes. La única forma de romper esta tendencia es alquilar una vivienda en la nueva población aproximadamente durante un año. De ese modo nos adaptamos al nuevo entorno, y al cabo de un tiempo seremos capaces de hacer una compra que se ajuste al mercado local.
  • Nuestras primera decisiones tienen echo en una larga secuencia de decisiones posteriores. Las primeras impresiones son importantes.
  • Es importante entender el proceso por el que nuestras primeras decisiones se traducen en hábitos a largo plazo.
  • Autogregarismo. Se da cuando creemos que algo es bueno (o malo) basándonos en nuestro propio comportamiento previo.
  • Decia Sócrates que una vida sin cuestionamientos, sin hacerse preguntas, no merece la pena vivirse.
  • Son los precios del mercado los que influyen en la predisposición a pagar de los consumidores. En realidad, la demanda no es una fuerza completamente independiente de la oferta.
  • ¿Qué es lo que tiene el coste cero que hace que lo encontremos tan irresistible? Cosas que jamás habíamos considerado la posibilidad de comprar pasan a ser increíblemente atractivas en el momento en que son gratuitas.
  • La mayoría de las transacciones tienen sus ventajas y sus desventajas, pero cuando algo es ¡gratis! nos olvidamos de las desventajas.
  • Los humanos sentimos un intrínseco miedo a perder.
  • Cuando hemos de elegir entre dos productos, solemos reaccionar exageradamente ante aquel que es gratuito.
  • Podemos obtener un producto que en realidad no queremos simplemente porque viene con un regalo gratis.
  • La diferencia entre dos céntimos y un céntimo es muy pequeña; ¡pero la diferencia entre un céntimo y cero es abismal!
  • Vivimos simultánemante en dos mundos distintos: uno en el que prevalecen las normas sociales, y otro donde son las normas mercantiles las que marcan las pautas.
  • Cuando las normas sociales chocan con las normas mercantiles aparecen los problemas.
  • Woody Allen: “No hay sexo más caro que el sexo gratuito”.
  • La gente se esfuerza más por una causa que por el dinero.
  • Nadie se siente ofendido por un pequeño regalo, puesto que aún los regalos más pequeños nos mantienen en el mundo del intercambio social y apartados de las normas mercantiles.
  • Para que surjan las normas mercantiles, basta la simple mención del dinero, aunque en realidad no haya ningún dinero que cambie de manos.
  • Sólo pensar en el dinero nos hace comportarnos más como la mayoría de los economistas creen que nos comportamos, y menos como los animales sociales que somos en nuestra vida cotidiana.
  • Introducir las normas mercantiles en los intercambios sociales viola las normas sociales y daña las relaciones. Una vez que se ha cometido esa clase de error, resulta difícil recuperar una relación social.
  • Siempre que una normal social choca con una norma mercantil, la normal social desaparece. Las relaciones sociales no son nada fáciles de restablecer. Una vez que la normal social es derrotada por una norma mercantil difícilmente volverá a florecer.
  • Si tiene usted una empresa, mi consejo es que recuerde que no puede tenerla de las dos maneras. No puede tratar a sus clientes como su familia en un momento dado y luego, en el siguiente, tratarlos de manera impersonal. Si desea una relación social, adelante; pero recuerde que habrá de mantenerla en cualquier circunstancia.
  • Hay otras compensaciones sociales que motivan fuertemente el comportamiento; y una de las menos utilizadas en la vida empresarial es la de incentivar las recompensas y la reputación sociales.
  • Si las empresas empezaran a pensar en términos de normas sociales se darían cuenta de que dichas normas crean lealtad, y asimismo hacen que la gente desee elevarse al nivel que actualmente necesitan dichas empresas: el de mostrarse flexibles, preocupados y dispuestos a echar una mano.
  • El dinero puede motivarnos de manera inmediata, pero las normas sociales son las fuerzas que pueden marcar la diferencia a largo plazo.
  • El dinero resulta ser con mucha frecuencia la forma más cara de motivar a la gente. Las normas sociales no sólo son más baratas, sino que a menudo resultan también más efectivas.
  • El “Burning Man” tiene muchos aspectos extraordinarios, pero para mí uno de los más notables es su rechazo a las normas mercantiles. En el evento no se acepta el dinero en ningún caso. Todo el montaje funciona como una economía de intercambio de regalos.
  • La vida con menos normas mercantiles y más normas sociales resultaría más satisfactoria, creativa, plena y divertida.
  • Nuestros jóvenes e inteligentes participantes respondieron a las preguntas de manera muy distinta cuando estaban excitados que cuando se hallaban en estado “frío”.
  • Cuando se excitaban sexualmente la prevención, la protección, el conservadurismo y la moralidad desaparecían de las pantallas de sus radares. Eran incapaces de predecir hasta qué punto la pasión podía cambiarles.
  • Todos y cada uno de nosotros, independientemente de lo “buenos” que seamos, nos quedamos cortos a la hora de predecir el efecto de la pasión en nuestra conducta.
  • No deberíamos decidir en frío si llevar o no condones encima; tienen que estar ahí por si acaso.
  • Evitar completamente la tentación es más fácil que luchar contra ella.
  • Un reciente estudio reveló que un adolescente que condujera solo tenía un 40% más de probabilidades de sufrir un accidente que un adulto. Pero con la presencia de un segundo adolescente en el coche ese porcentaje aumentabla al doble; y con la de un tercero volvía a duplicarse de nuevo.
  • Debemos explorar las dos caras de nosotros mismos; necesitamos entender el estado frío y el estado caliente; hemos de ver en qué sentido la brecha que separa los estados frío y caliente nos beneficia, y en qué sentido nos lleva por el mal camino.
  • No existe nada parecido a un ser humano plenamente integrado; y puede que de hecho seamos una aglomeración de múltiples “yos”.
  • El mero hecho de ser conscientes de nuestra tendencia a tomar las decisiones erróneas cuando nos dejamos llevar por una emoción intentsa puede ayudarnos a aplicar el conocimiento de la parte “Hyde” de nuestro yo a las actividades cotidianas.
  • No podemos obligarnos a hacer lo que quisiéramos hacer.
  • ¿Por qué perdemos la lucha contra la desidia con tanta frecuencia?
  • Renunciar a nuestros objetivos a largo plazo por una gratificación inmediata es desidia.
  • Restringir fuertemente la libertad (con fechas tope uniformemente repartidas e impuestas desde arriba) constituye la mejor cura para la desidia.
  • Cuando es una “voz externa” la que nos da las órdenes, la mayoría de nosotros nos apresuramos a prestarle atención.
  • Tenemos problemas de autocontrol, relacionados con la gratificación tanto inmediata como diferida.
  • La capacidad de simplificación constituye uno de los rasgos distintivos del verdadero genio.
  • Sobrevaloramos lo que tenemos. Desde el mismo momento en que poseemos algo empezamos a valorarlo más que los demás.
  • Tres rarezas irracionales de nuestra naturaleza humana: nos enamoramos de lo que ya tenemos; prestamos más atención a lo que podemos perder que a lo que podemos ganar; suponemos que los demás verán la transacción desde la misma perspectiva que nosotros.
  • Podemos empezar a experimentar el sentimiento de propiedad aun antes de que poseamos algo.
  • La propiedad no se limita a las cosas materiales. También puede aplicarse a los puntos de vista. Con mucha frecuencia tenemos problemas para abandonar una idea porque no podemos soportar la posibilidad de perderla. ¿Qué nos queda entonces? Una ideología; rígida e inflexible.
  • No hay ninguna cura conocida para los males de la propiedad.
  • Nuestra aversión a la pérdida es una emoción fuerte y una emoción que a veces nos hace tomar malas decisiones.
  • Normalmente no podemos soportar la idea de cerrar las puertas a nuestras alternativas. En todos los casos renunciamos a algo a cambio de tener esas opciones.
  • Las impresiones previas pueden llegar a nublar nuestra capacidad de juicio.
  • Si le dices a alguien de entrada que algo podría tener un gusto desagradable, lo más probable es que acabe estando de acuerdo contigo; no porque su experiencia se lo confirme, sino a causa de sus expectativas previas.
  • Cuando todo lo que rodea al café parece de primera calidad, también su sabor resulta serlo.
  • Cuando creemos de antemano que algo será bueno, en general resultará serlo; y cuando creemos que será malo, resultará malo.
  • Nunca subestime el poder de la presentación. Hay una razón por la que aprender a presentar hábilmente la comida en el plato es tan importante en las escuelas de cocina como aprender a asar o a freír.
  • Las expectativas creadas por el márketing, ¿realmente modifican nuestro disfrute?
  • El cerebro no puede partir de cero ante cada nueva situación. Ha de basarse en lo que ha visto antes.
  • Aun cuando no sea posible despojarnos de nuestros prejuicios y de nuestros conocimientos previos, quizá podríamos al menos reconocer que todos nosotros tenemos una perspectiva sesgada. Estamos atrapados en nuestra propia perspectiva, que nos ciega parcialmente ante la verdad, y necesitamos una tercera parte neutral que no esté contaminada por nuestras perspectivas.
  • Los placebos se basan en el poder de la sugestión. Son eficaces porque la gente cree en ellos.
  • En lo que se refiere a las medicinas, uno obtiene lo que paga. El precio puede modificar la experiencia.
  • Cuando se les da la oportunidad, muchas personas honestas hacen trampas.
  • Una vez que caían en la tentación de hacer trampas, los participantes no parecían verse influenciados por el riesgo de que les pillaran, en contra de lo que uno podría pensar.
  • Aun en el caso de que no haya posibilidad alguna de que nos pillen, ello no hace que nos volvamos descabelladamente deshonestos.
  • Las personas son honestas sólo en la medida en que les conviene (incluyendo aquí su deseo de complacer a otros).
  • Nuestro monitor de honestidad interno sólo se activa cuando contemplamos la posibilidad de realizar grandes transgresiones.
  • A partir de la década de 1960, surgió un movimiento en favor de la desregulación de las profesiones. La profesionalidad estricta se vio reemplazada por la flexibilidad, el juicio individual, las leyes de comercio y el ansia de riqueza, y con ello desaparecieron los cimientos de ética y valores sobre los que hasta entonces se habían asentado las profesiones.
  • Cuando se nos aleja de cualquier pauta de pensamiento ético, tendemos a caer en la deshonestidad. Pero si en el momento de la tentación se nos proporciona un recordatorio moral, resulta mucho más probable que seamos honestos.
  • Los juramentos y normas deben ser recordados en el mismo momento de la tentación, o justo antes de ésta. El tiempo juega en contra de nosotros cuando tratamos de resolver este problema.
  • Gran parte de la deshonestidad que vemos implica hacer trampas con algo que se halla cuando menos a un paso de distancia del dinero en efectivo.
  • Ni siquiera las buenas personas son inmunes a dejarse cegar parcialmente por su propia mente.
  • Resulta mucho más fácil hacer trampas cuando no hay que tratar directamente con dinero.
  • Upton Sinclair, escritor y periodista: “Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”.
  • Cuando tratamos con dinero, nos vemos predispuestos a pensar en nuestras acciones como si acabáramos de suscribir un código de honor.
  • Debemos reconocer que, una vez que nos alejamos a un paso de distancia del dinero en efectivo, empezamos a hacer trampas en una proporción mayor de la que podíamos haber imaginado. Debemos tomar conciencia de ello, tanto individual como socialmente; y hacerlo pronto. ¿Y por qué? Pues porque el dinero en metálico tiene los días contados.
  • La cuestión es cómo podemos controlar nuestra tendencia a hacer trampas cuando resulta que lo único que nos hace entrar en razón es la visión del dinero contante y sonante, y qué podemos hacer al respecto ahora que éste está desapareciendo.
  • Nuestros participantes se sentían en la necesidad de elegir algo distinto que servía para poner de manifiesto su individualidad.
  • La gente está dispuesta a sacrificar el placer que obtiene de una determinada experiencia de consumo para proyectar una imagen concreta ante los demás.
  • Los dueños de los restaurantes deberían pedir a los clientes que anoten lo que desean en privado, a fin de que ninguno de ellos se vea influido por lo que pidan sus compañeros.
  • La economía estándar presupone que somos racionales. El resultado es que se da por supuesto que tomamos decisiones lógicas y sensatas. Sugiere que de inmediato aprenderemos de nuestros errores.
  • Sin embargo, todos nosotros somos mucho menos racionales en nuestros procesos de toma de decisiones de lo que presupone la teoría económica estándar. Nuestros comportamientos irracionales no son ni aleatorios ni insensatos; lejos de ello, son sistemáticos y previsibles. Todos cometemos los mismos tipos de errores una y otra vez.
  • Puede resultar desalentador darse cuenta de que constantemente todos tomamos decisiones irracionales en nuestra vida personal, profesional y social.
  • La lección principal es que todos somos peones en un juego cuyas fuerzas nos vemos en gran medida incapaces de comprender.
  • Una segunda lección es que, a pesar de que la irracionalidad sea algo común y corriente, eso no significa necesariamente que nos veamos indefensos frente a ella.

Publicado en Raúl Barral Tamayo´s Blog. Post original aquí.

Para leer el libro Las Trampas del deseo, de Dan Ariely, completo, click aquí.

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