La personalidad creativa, según Mihály Csíkszentmihályi

por Edith Sánchez

Mihály Csíkszentmihályi es uno de los psicólogos más reconocidos a nivel mundial. Entre sus investigaciones, se encuentra el estudio de los principales rasgos de la personalidad. 

La personalidad creativa, según Mihály Csíkszentmihályi

Uno de los temas centrales del trabajo de Mihály Csíkszentmihályi fue la creatividad. Entrevistó a fondo a 91 personas que habían destacado por su labor creadora, lo que le permitió hacer una descripción detallada de la personalidad creativa a partir de 10 rasgos.

Interrogado sobre la definición de personalidad creativa, Mihály Csíkszentmihályi señaló que podría resumirla en una palabra: complejidad. Se refería a que los creadores suelen tener grandes contrastes en su forma de ser. Por lo general, son personas “de extremos”: agresivos y cooperativos, introvertidos y extrovertidos, etc., al mismo tiempo. Su virtud es que se comportan de una manera u otra en función de las circunstancias.

Por eso, Csíkszentmihályi, conocido especialmente por ser el creador de la teoría del flujo, indicó que la personalidad creativa se caracteriza por su multidimensionalidad. Decía que era como si dentro de este tipo de personas no hubiera un individuo, sino una multitud. Para hacerlo más didáctico, este psicólogo propuso la existencia de 10 rasgos básicos en este tipo de personalidad. Son los siguientes.

¿No hay rasgos que distingan a la gente creativa? Si tuviera que expresar con una sola palabra lo que hace sus personalidades diferentes de las demás, esa palabra sería complejidad”.

-Mihály Csíkszentmihályi-

Mujer piensa en ideas creativas

El papel de la energía física en la personalidad creativa

La energía física no es uno de los rasgos que vienen a la mente cuando se habla de personalidad creativa. Sin embargo, Csíkszentmihályi encontró que estas personas son capaces de pasar por etapas de gran desgaste físico, en especial cuando uno de sus proyectos lo exige. También tienen periodos de absoluto reposo y calma.

Son brillantes e ingenuos a la vez

Otro de los rasgos paradójicos en las personalidades creativas está en que pueden ser absolutamente agudos y espabilados en algunos aspectos, pero también muy ingenuos en otros. Allí podría estar el estereotipo del genio que crea inventos maravillosos, pero no tiene idea de cómo vestirse o atarse los cordones de los zapatos.

Lúdica y disciplina al mismo tiempo

Csíkszentmihályi encontró rasgos escapistas  en la personalidad creativa. Detectó que los creadores suelen aplicarse con gran disciplina a su trabajo, pero al mismo tiempo hacen rupturas periódicas con este para dedicarse a actividades banales, e incluso para satisfacer hábitos poco sanos o adicciones.

Una gran fantasía, al lado de un profundo realismo

Es muy frecuente que este tipo de personas sean muy estrictas y metódicas al abordar algunos aspectos de su labor. Sin embargo, de vez en cuando también toman por caminos que resultan francamente descabellados. Son a la vez muy imaginativos y racionales. Ambos son rasgos que cuesta equilibrar.

Extrovertidos e introvertidos

Alguien que tiene una personalidad creativa llega a ser muy conversador y exultante cuando se encuentra en la etapa de resultados de alguno de sus proyectos. Si está en la fase de formación de sus ideas, o se ha encontrado con un obstáculo, parece como si se abstrajera del mundo por completo y cuesta mucho sacarle una palabra.

Demasiada humildad y demasiado orgullo a la vez

Las personas creativas suelen mostrar rasgos de extrema humildad cuando están formando o probando sus ideas. Siempre dudan de si serán capaces o no de llegar a un resultado y con frecuencia son muy estrictos consigo mismos. Si consiguen lo que buscan, pasan al extremo opuesto: piensan que no hay nadie mejor que ellos y sucumben a su orgullo.

Escapan a los estereotipos de su propio sexo

Otro de los rasgos de las personalidades creativas es que muestran gran independencia frente a los estereotipos de lo que “debe” ser una mujer o un hombre. Con frecuencia, trasgreden los patrones de conducta que el medio les impone. Es habitual que reivindiquen la libertad para expresarse sin ataduras de género.

Conservadores y rebeldes

Lo más frecuente es que las personas creativas se empeñen primero en conocer y dominar los parámetros establecidos en un determinado campo artístico o del conocimiento. Se esfuerzan por ceñirse a ellos. Después, hacen todo lo contrario: se enfocan a romper los esquemas en aquello que han aprendido.

Muy apasionados y al mismo tiempo desentendidos

La personalidad creativa es de extremos. Es habitual que pongan su mejor esfuerzo en lo que hacen, al punto en que se apasionan por ello. Una vez concluyen, parece como si no les interesara. Incluso es posible que lo demeriten y que terminen tirándolo a la basura, si no cuentan con un alma noble que evite esto.

Hombre creativo mirando unos pinceles

Experimentan dolor y placer con igual ahínco

Los creativos son sufridores. Suelen exponerse al dolor de forma voluntaria y también son muy sensibles al dolor ajeno. Lo viven a fondo, lo saborean y lo recrean. Al mismo tiempo, buscan el placer con gran ahínco. De hecho, son capaces de llegar a excesos en esa búsqueda. Les cuesta mucho llegar al punto medio.

Mihály Csíkszentmihályi llegó a decir que todo el mundo posee el germen de una personalidad creativa. Sin embargo, la educación suele inducir a las personas a desarrollar solo uno de los polos de sus capacidades y de su forma de ser. Sin embargo, en el fondo permanecen todas esas otras dimensiones, esperando la oportunidad para expresarse.

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Inteligencia contextual, la más buscada por los reclutadores de personal

por Edith Sánchez

La inteligencia contextual es una de esas capacidades cada vez más valoradas en el mercado laboral. ¿Por qué los empleadores la toman en cuenta? Te invitamos a descubrirlo.

La inteligencia contextual es la capacidad de comprender y adaptarse con eficacia a diferentes contextos y situaciones. Está asociada a la conciencia de las normas sociales, culturales y ambientales que rigen un entorno específico, así como a la habilidad de utilizar este conocimiento para interactuar y tomar decisiones apropiadas.

Hay empleadores privilegian a los candidatos que tengan esta cualidad, considerando que aportan estabilidad a las organizaciones, contribuyen al buen clima laboral  y suelen cometer menos errores. Esto último porque son más conscientes de los límites que tiene su propio conocimiento.

La inteligencia contextual es relevante, en especial, en situaciones interculturales o entornos laborales diversos y sociales en los que es necesario comprender y responder de modo adecuado a las normas, así como a las expectativas. Es una aptitud clave para la interacción efectiva y el éxito en diversos ámbitos de la vida.

«La inteligencia contextual es la capacidad de adaptarse a diferentes situaciones y aplicar el conocimiento de manera efectiva en contextos específicos».

~ Howard Gardner ~

Características de la inteligencia contextual

El conocimiento contextual comprende diversas características que permiten a una persona desenvolverse con fluidez en diferentes situaciones. Las principales seis son las siguientes:

  1. Flexibilidad cognitiva: supone la capacidad ajustar los enfoques, estrategias y soluciones, para abordar diferentes situaciones con efectividad.
  2. Empatía: es la capacidad de comprender y compartir las emociones y perspectivas de los demás. Ayuda a entender las necesidades y experiencias de los otros.
  3. Adaptabilidad: es la capacidad de ajustarse a diferentes entornos y circunstancias; a través de ella modificas comportamientos, perspectivas y estrategias, según las demandas del contexto.
  4. Pensamiento crítico: involucra el análisis de situaciones y problemas desde diferentes perspectivas. Abarca el cuestionamiento, las suposiciones, considerar diferentes puntos de vista y evaluar la información disponible antes de tomar decisiones.
  5. Sensibilidad cultural: es la competencia para detectar y apreciar las diferencias culturales; contribuye a comprender las normas de cultura, los valores y las tradiciones, así como mostrar respeto hacia ellas, de acuerdo con un artículo publicado en la revista Jameos.
  6. Conciencia social: es comprender dinámicas para tomar conciencia sobre las normas, expectativas, roles y relaciones. Una  investigación de Cádiz: del floreciente s. XVIII al Port of the future del s.XXI, relacionó la conciencia social de trabajadores con la capacidad de evaluar condiciones que afectaban la calidad de vida, conflictos laborales y la percepción de justicia.

Tales características se combinan con el propósito de lograr una comprensión y adaptación efectiva a diversos contextos culturales, sociales y ambientales. Esto facilita la interacción exitosa y la toma de decisiones en distintas situaciones.

 ¿Cómo se manifiesta la inteligencia contextual?

Esta clase de inteligencia se manifiesta en la capacidad para interactuar con personas y entornos diferentes, en un marco de apertura y respeto. Dicho de una manera sencilla: lidiar eficazmente con la diferencia. Asimismo, influye en la modificación del estilo de comunicación, tono y lenguaje, según las normas y circunstancias.

A través de esta cualidad es posible leer y comprender las señales no verbales, además de interpretar las intenciones de los demás de una forma eficiente. Así, hay mayor habilidad de responder de modo apropiado.

La capacidad de resolver conflictos y solucionar problemas en entornos diversos es otra evidencia de la inteligencia en cuestión. Quienes la poseen son capaces de considerar diferentes perspectivas y encontrar respuestas que satisfagan las necesidades de los involucrados, tomando en cuenta el entorno específico y sus dinámicas.

Por ejemplo, la Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte divulgó la aplicación de un cuestionario a 690 jugadores de fútbol. Los resultados probaron que el conocimiento contextual se presentó en la esfera de la anticipación, la táctica y la competitiva; también ayudó a los deportistas a sentirse competentes para solventar problemas durante un partido.

En este mismo orden, los líderes que desarrollan la inteligencia para adaptarse a los contextos son capaces de asimilar, comprender y aprovechar las fortalezas y perspectivas de los miembros de su equipo. De la misma manera, fomentan un entorno inclusivo y promueven la colaboración, señala un artículo publicado en Razón y Palabra.

La inteligencia contextual y el entorno laboral

Con todo lo dicho, es comprensible que los empleadores busquen colaboradores caracterizados con esta clase de inteligencia. El ámbito empresarial está en constante cambio y, debido a ello, la capacidad de adaptarse y ser flexible es crucial.

Los reclutadores de personal valoran a estos candidatos porque son capaces de ajustarse con rapidez a nuevas situaciones, modificaciones en el mercado y escenarios variados.

Por otra parte, en un mundo globalizado, muchas organizaciones operan en entornos multiculturales y sus equipos los componen personas de diferentes orígenes. Este tipo de inteligencia facilita la colaboración efectiva y la comunicación intercultural, pues los empleados son más productivos y trabajan en armonía. Lo mismo aplica para las relaciones o clientes internacionales.

El conocimiento contextual ayuda a los colaboradores a considerar diferentes perspectivas y enfoques frente a complejidades. Así, conduce a soluciones más creativas e innovadoras, lo que es muy valorado por los reclutadores, quienes lo consideran como una ventaja competitiva y una capacidad determinante.

Conclusión

En este artículo revisamos en qué consiste la inteligencia contextual y las principales características de la persona que la posee: empatía, conciencia social, pensamiento crítico, adaptabilidad y flexibilidad.

Su desarrollo y aplicación tiene un enorme impacto en el contexto laboral, ya que facilita la adaptación del empleado, al tiempo que potencia su capacidad de resolver conflictos, teniendo en cuenta las demandas del lugar. Por eso, para los reclutadores es importante contratar individuos con una alta inteligencia de esta clase.

Te invitamos a cultivarla para destacar en tus entrevistas y ofrecer a la compañía un alto grado de trabajo en equipo y de comunicación intercultural.

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Juan Luis Arsuaga: “la vida es una crisis permanente”

por Edith Sánchez

Para Juan Luis Arsuaga, la crisis de la pandemia ha acelerado algunos procesos que ya venían gestándose. ¿Sabes cuáles son? En este artículo te contamos más sobre esta reflexión.

El paleontólogo español Juan Luis Arsuaga ha hecho unas interesantes reflexiones sobre la pandemia del coronavirus, principalmente llamando a la mesura, al realismo y al humanismo. Este experto en la evolución humana, premio Príncipe de Asturias y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, llama a la sensatez para abordar la crisis y, desde su especialidad, ve salidas innovadoras a la misma.

Una de sus frases más lapidarias dice que “la vida es una crisis permanente”. Juan Luis Arsuaga indica que lo extraordinario no es la muerte, sino la vida misma. Señala que todas las especies están al borde de la extinción constantemente y que ninguna de ellas vive procesos estables. La inestabilidad es una propiedad intrínseca de la vida.

“El optimista es el que cambia las cosas. El pesimista no cambia nada. El predicador tampoco”.

-Juan Luis Arsuaga-

Lo que más le preocupa a Juan Luis Arsuaga es la proliferación de lecturas mágicas que ha traído consigo la pandemia. Son muchos los que han optado por ver en el virus un castigo divino, un anuncio del fin del mundo o el fruto de alguna maldición. Cree que la situación le ha allanado el camino a muchos charlatanes que le dan una interpretación sobrenatural a lo que sucede.

Juan Luis Arsuaga y el pensamiento racional

Juan Luis Arsuaga hace hincapié en un hecho obvio: tan normales y esperables son las epidemias y pandemias, que precisamente por eso mismo existe una especialidad de la ciencia llamada “epidemiología”. Tan potencialmente dañinos son los virus, que por eso también existe la virología. Lo único diferente que tiene esta pandemia es el hecho de que pone en cuestión el modelo de sociedad en el que estamos.

Es un hecho que fueron los viajeros los que diseminaron el virus por todo el mundo. Y lo hicieron porque estábamos en una realidad en la que cada vez era más barato viajar por todo el planeta. Para ello, debíamos someternos a subir en un avión repleto de personas, un lugar en el que, si uno tosía, al menos otros cinco estaban al alcance de su vaho.

A su juicio, la vida consiste en resolver problemas. A su vez, solucionarlos es conseguir un punto de equilibrio que siempre es inestable. Algo así como ser capaces de quitar una pieza sin que se derrumbe la estructura; o poner una pieza, sin que colapsen los cimientos. Solo los minerales y los muertos no tienen problemas, dice Juan Luis Arsuaga.

Un gran cambio histórico

Arsuaga dice que cuando hay crisis concatenadas, es decir, crisis en un aspecto que suscitan una nueva crisis en otro aspecto, existe la posibilidad de que se acabe una civilización entera. Eso le sucedió al Imperio Romano, en donde hubo una serie de crisis sucesivas que no le dieron tiempo suficiente para reponerse. Entonces, el factor clave no es la crisis como tal, sino la recurrencia.

La crisis de salud seguramente será superada porque existe el potencial para que así sea. Sin embargo, si a esta se suma una crisis económica, una social, quizás una crisis militar o climática, las cosas pueden ser diferentes. En conjunto, podrían acabar con la civilización tal y como la conocemos. Lo adecuado es resolver sensatamente cada problema.

Lo importante, dice Juan Luis Arsuaga, es que aprendamos de todo esto. Que cuando se encuentre la solución para el coronavirus, no se olvide lo importante que es financiar la investigación y la ciencia. Para este pensador, el protagonismo en toda esta crisis no lo han tenido los científicos, sino los políticos. Así que mucho de lo que ocurra dependerá de las decisiones del poder sumadas a las decisiones individuales de cada uno.

Hay motivos para ser optimistas

Al igual que otros pensadores, Arsuaga piensa que la pandemia no es un factor de cambio por sí solo. Lo que ha hecho es acelerar procesos que ya venían desarrollándose, entre ellos, la tensión entre el modelo neoliberal y la necesidad objetiva de un estado de bienestar para las mayorías.

Agrega que cada época tiene su crisis y que la pandemia es la que le correspondió a este tiempo. Advierte que este tipo de situaciones traen consigo miedo y que cuando las personas se sienten asustadas son más proclives a ceder su libertad y sus derechos.

Aun así, y con altibajos, Arsuaga cree que la pandemia sí ha activado el sentido cooperativo en muchas personas. Este es concéntrico y se orienta primero a la familia inmediata, luego a la familia extendida, después a los amigos y conocidos, y finalmente a la región, al país y al mundo. A su juicio, después de la crisis no se resolverán los problemas, pero sí seremos más conscientes de que nos necesitamos unos a otros.

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La falacia de planificación, una causa frecuente de improductividad

por Edith Sánchez

La falacia de planificación es un concepto que todos conocemos. Tiene que ver con ese fenómeno tan usual en el que los planes no coinciden con los hechos. Esto, particularmente, en términos de tiempo.

Ocurre en cualquier terreno. Tanto en el ámbito laboral, como en el personal. Lo comprobamos cuando hacemos una lista de tareas a realizar y al final del día, o de la semana, o del mes, muchas de esas actividades están sin el visto bueno que les correspondería.

Esa incoherencia entre los planes y las ejecuciones tiene consecuencias en términos de tiempo, por supuesto. Sin embargo, también genera implicaciones en términos de recursos, productividad y eficiencia. Incluso la falacia de planificación llega a tener efectos muy serios en el plano emocional.

“Planear: preocuparse por encontrar el mejor método para lograr un resultado accidental”.

-Autor no precisado-

El origen de la falacia de planificación

Desde comienzos de la era industrial comenzó a hablarse de la falacia de planificación, aunque no exactamente con ese nombre. Cuando se impuso en el mundo la producción industrial y luego en serie, el factor tiempo cobró especial relevancia. El objetivo central en ese contexto se definió como producir al máximo, en la menor cantidad de tiempo. De ello dependía, y depende, la rentabilidad.

Desde entonces, tanto en el plano organizacional como en el individual, la planificación se convirtió en un ejercicio relevante. Pese a esto, rápidamente se hizo visible que los planes en el papel, casi nunca se ajustaban a la ejecución real que se llevaba a cabo.

Pasaron varias décadas antes de que se lograra una planificación altamente consistente en el campo industrial. Al mismo tiempo, en el plano individual y en las empresas en las que la producción depende más de las personas que de las máquinas, esto comenzó a figurar entre las tareas básicamente imposibles.

Fue en 1979 cuando Daniel Kahneman y Amos Tversky postularon la existencia de la falacia de planificación. Entendieron que el problema era muy común y descubrieron que detrás de todo esto había un sesgo cognitivo. Un autoengaño asociado a limitaciones en la percepción de la realidad.

Características de la falacia de planificación

Con el tiempo se ha ido logrando describir en detalle las características de la falacia de planificación. Hoy en día esta se entiende como una percepción ilusoria del tiempo que induce a cometer errores en la planificación de actividades.

A continuación detallamos las principales características de la falacia de planificación:

  • Se ha detectado que al momento de planificar prima la visualización del escenario más optimista. Esto quiere decir que se hacen planes a partir de la idea de que todo transcurrirá normalmente, sin contratiempos, eventualidades o imprevistos
  • Destaca el pensamiento ilusorio. Se llama así al tipo de enfoque en el que influye más el propio deseo que una valoración objetiva de la realidad. En otras palabras, se piensa con el deseo
  • Hay una interpretación inadecuada del propio desempeño. Al momento de planificar, las personas valoran positivamente sus propias capacidades. Asumen que son capaces de hacer las cosas muy fluidamente y en poco tiempo. Este es uno de los factores centrales en la falacia de planificación
  • Si la planificación se hace colectivamente, las personas tienden a dejarse llevar por el deseo de impresionar a los demás. En este caso se quiere demostrar que se es muy eficiente y por eso se hacen cálculos imprecisos del tiempo que demandan las tareas

Así mismo, es frecuente que las personas tengan la convicción de que cuanto más rápido hagan las cosas, serán mejor evaluadas por los demás. De ahí que programen con ligereza el tiempo que necesitan para hacer algo.

Las consecuencias de la falacia de planificación

La principal consecuencia de la falacia de planificación es una administración inadecuada del tiempo. En algunos casos esto supone también un desajuste en el manejo de los recursos. Así mismo, implica una evaluación deficiente, en función de las expectativas planteadas.

Sin embargo, todo eso no es lo más grave. Lo verdaderamente costoso es el precio que se paga en el terreno emocional. El resultado subjetivo de la falacia de planificación es un sentimiento de frustración constante. También una dosis variable de estrés permanente. No cumplir induce a sentimientos de tensión y malestar.

La manera de evitar este sesgo cognitivo es tomando nota de las experiencias anteriores. Estas aportan datos confiables sobre la verdadera cantidad de tiempo que exige cada actividad. Al planificar siempre es mejor proponer un margen de tiempo extra, para abordar posibles imprevistos o eventualidades. Eso evita caer en estos ciclos de frustración que tanto daño hacen.

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5 caminos para no ser víctimas de la desinformación

por Edith Sánchez

Para no ser víctimas de la desinformación lo más importante es cultivar nuestra conciencia y desarrollar un criterio propio. Esto no es fácil, pero sí indispensable para que los grandes intereses no nos conviertan en objetos que utilizan a conveniencia.

Nos encontramos en una época en la que las personas hacen todo lo posible por “distraerse”, por estar continuamente ocupados haciendo algo… Es paradójico, porque si echamos la vista atrás, es difícil encontrar otra época en la que hayamos estado tan distraídos de la realidad como ahora. La cuestión es que este estado de vivir en la luna tiene consecuencias, como vivir siendo víctimas de la desinformación.

Lo peor de todo es que nunca habíamos recibido tanta información como ahora. Estamos plagados de información. De aquí, de allá y de más allá recibimos informaciones a cada instante. El problema es que una alta cantidad de esos datos son falsos, o cuando menos, tergiversados. Somos, masivamente, víctimas de la desinformación.

“La libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar”.

-Bob Marley-

Las consecuencias de esto son muy graves, especialmente en el terreno de la política. Por más que el tema no nos interese, constantemente nos bombardean con información falsa sobre los líderes, principalmente en épocas de elecciones o de grandes decisiones. Y así es como muchos acaban convirtiéndose en simpatizantes o bien eligen la indiferencia como estrategia. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para evitar ser víctimas de la desinformación?

1. Filtra temas

Es fundamental hacer un ejercicio de conciencia para determinar qué es lo que realmente te conviene saber. Ojo: puede que te INTERESE saber sobre béisbol, por ejemplo, pero deja eso de lado, por el momento. La idea es que definas qué NECESITAS saber, no tanto lo que te llama la atención.

Lo que necesitas saber es todo aquello que tiene que ver directamente con tu vida. Lo que te afecta de manera directa. Si no quieres ser víctima de la desinformación, dale prelación a esos temas. De lo contrario, fácilmente vas a terminar perdiendo tu tiempo con informaciones irrelevantes, aunque llamativas.

2. Filtra fuentes

Este es uno de los mecanismos más importantes para evitar ser víctimas de la desinformación. Actualmente ha cobrado mucha importancia quién dice las cosas, antes del qué se dice. Cualquiera puede decir tonterías y convertirlas en virales, o difundir falsedades que por ser masivas, terminan por darse como ciertas.

Elige fuentes suficientemente reconocidas y serias. No es que tengas que decantarte por los grandes medios de comunicación (que también desinforman), sino por los sitios, publicaciones y personas que tienen una reputación consolidada. No significa que esas fuentes sean infalibles, pero, de seguro, sí son más responsables con lo que dicen. Es la mejor manera de evitar que te engañen.

3. Leer libros para no ser víctimas de la desinformación

Los libros presentan, casi siempre, una información mucho más depurada y confiable. Hacer un libro es mucho más difícil que poner a circular un rumor por las redes sociales. Exige mucho más trabajo y, además, cuando está publicado por una editorial de prestigio, supone una cuidadosa selección.

Los libros son una excelente fuente de información, especialmente en esos temas en los que veas que hay demasiadas opiniones encontradas entre sí. Por supuesto, son mejores los libros de personas formadas, con carreras profesionales consolidadas o literariamente reconocidas. Los libros aportan algo más que información: ayudan a formar un criterio.

4. Ejercita tu capacidad crítica

La crítica no consiste en mirar lo negativo que tenga algo o alguien. Esta se refiere más bien a la capacidad para evaluar, en este caso, la información. Para desarrollar esa capacidad no existe nada más razonable que entrenarla y ejercitarla. Y la mejor manera de comenzar a hacerlo es no tragando entero todo lo que te dicen por ahí.

Piensa, por ejemplo, si quien emite una información puede tener algún interés en hacer que veas el mundo de determinada manera. Evalúa qué tanto quieren impresionarte con lo que te dicen. ¿Acuden a tu razón o hacen una apuesta por impactarte? ¿Te dan argumentos serios o simplemente se valen de evidencias débiles y aisladas? El escepticismo te ayuda a desarrollar la capacidad crítica.

5. Cultiva tu conciencia

Muchísimos problemas de la vida se derivan de la falta de conciencia, pero también hay una cierta tendencia a no querer saber. Dejamos de preguntarnos por el por qué de nuestras palabras y acciones y las de los demás. Queremos, muchas veces, vivir distraídos, pensar o hacer solo lo pasajero, lo que no nos implique ninguna reflexión.

Esto es tan nocivo como su opuesto. No podemos vivir preocupados por todo y haciendo consciente hasta la más mínima acción o palabra. Lo que sí podemos hacer es buscar un equilibrio. Cultivar nuestra conciencia frente a lo que verdaderamente importa y restar trascendencia a lo que no la tiene.

Si nos convertimos en víctimas de la desinformación vamos a perder tanto nuestra libertad, como la posibilidad de contar con una conciencia lúcida y autodeterminada. Por eso, debemos cuidar lo que entra en nuestra mente. Filtrarlo, decantarlo, sopesarlo. De este modo, lograremos estar más despiertos y libres para decidir.

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¿Por qué las emociones nos influyen más que la razón?

por Edith Sánchez

Los seres humanos somos una amalgama de percepciones y de todas las emociones, sentimientos y pensamientos que tenemos. Todos estos elementos conforman una unidad y esa unidad da como resultado una forma de ser y de actuar en el mundo.

Nuestra mente es extraordinariamente poderosa y hábil para dirigir nuestra conducta, tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Gracias a ella realizamos todos los procesos de pensamiento racional, pero también en ella se dejan sentir unas fuerzas extraordinariamente poderosas: las emociones.

Así, podemos decir que somos razón y emoción. Fuerzas que en ocasiones apuntan hacia el mismo lugar, pero que en otras se enfrentan y nos obligan a tomar una decisión. Tenemos la opción de seguir a nuestro “corazón” o de hacer caso a la lista de pros y contras.

“Cuanto más abiertos estemos a nuestros propios sentimientos, mejor podremos leer los de los demás”

-Daniel Goleman-

La mayoría de estudios que han estudiado este proceso de decisión aseguran que, por lo general, ganan las emociones. Esto es así, básicamente, porque la razón ocupa un nivel superior en la escala de elaboración de las experiencias subjetivas. Así, se necesita más experiencia, más tiempo y un grado mayor de habilidad para construir razones que para dejar nacer emociones.

Las emociones: tan etéreas como el aire y tan peligrosas como el azufre

“Emoción”, etimológicamente significa: “movimiento o impulso”; “aquello que me mueve hacia”. Las emociones son experiencias subjetivas que inducen a actuar. Nacen básicamente de las percepciones frente al mundo, antes que de un razonamiento como tal. Simplemente, algo que se percibe como beneficioso, desata emociones de agrado. Igual al contrario.

Muchas de las conductas humanas dependen de las emociones. Estas, por lo tanto, pueden ser trascendentales o al menos tener un gran peso en las decisiones que tomamos. Es más, por lo general, son determinantes

El miedo, por ejemplo, es una emoción muy poderosa, según el psicólogo especializado Rob Yeung. De ahí que la utilicen con frecuencia los medios de comunicación y sea una eficaz estrategia en política. De igual modo, la vergüenza y el orgullo son emociones que hacen muy manipulable al ser humano.

Explorando el origen de las emociones…

En teoría, las emociones no son determinantes, pero sí pueden ser muy decisivas. Son intrínsecas al ser humano y van inmersas en sus juicios y deliberaciones en la vida. No se trata de negarlas, sino de identificarlas y aprender a canalizarlas para nuestro propio bien.

Hay muchos ejemplos cotidianos que nos muestran cómo las emociones dominan buena parte de la conducta humana. Por ejemplo, cuando alguien piensa que debe ser más paciente, pero llegado el caso de tener que esperar en una fila, o tolerar una tardanza, se desespera y se olvida de su propósito.

Las emociones, por lo general, obedecen a causas que desconocemos

No sabemos exactamente por qué llegamos a sentir una intensa ira cuando nos sirven un café frío, si nuestra mente nos dice que realmente no es algo demasiado importante. También solemos ignorar por qué nos da tanto miedo hablar en público, por ejemplo, si finalmente es una situación que se puede controlar.

La verdad es que el poder de las emociones precisamente viene dado por lo indefinido de su origen y de su desarrollo. Forman parte de una zona de nosotros mismos que resulta difusa y a veces incomprensible. Sin embargo, de fondo, en cada emoción lo que toma forma son nuestros instintos… de conservación, de preservación de la especie, de defensa, de ataque, etc.

¿Hay divorcio entre la razón y la emoción?

La verdad es que no hay una frontera tajante que separe la emoción de la razón. En realidad, se trata de dimensiones del ser humano que están siempre actuando conjuntamente. Las emociones dan lugar a determinados pensamientos y los pensamientos, a su vez, hacen nacer las emociones.

Toda emoción es pensada en alguna medida. Cuando esa medida es baja, da lugar a emociones confusas y erráticas. Cuando la medida del razonamiento es alta, permite tener una experiencia de la realidad más profunda y equilibrada.

La emoción poco tamizada a través de la razón da lugar a una percepción distorsionada de la realidad

Quienes se dicen “altamente racionales” no escapan a esa lógica. Si se mira con detenimiento, esa negativa a permitir que las emociones se cuelen en la vida probablemente obedece a un profundo temor de “perder el control” que supuestamente se tiene.

De igual manera, imaginar acciones puramente emocionales, sin un ápice de razón, es más o menos absurdo. El ser humano no puede renunciar a la corteza cerebral, a menos que sufra una lesión o inhiba las funciones cerebrales mediante algún químico.

Lograr el equilibrio entre razón y corazón

Las emociones no son caballos briosos y desbocados a los que debamos “ponerles la rienda”. Nos constituyen como seres humanos y forman parte de un valioso bagaje subjetivo que contribuye a otorgarle un significado propio al mundo. Ni tienen por qué ser “erradicadas”, ni tienen por qué ser negadas o desvalorizadas.

Todo lo contrario: ser capaz de sentir es ser capaz de ser humano. Solo sobre la base de las emociones se edifica el amor, el sacrificio, los grandes sueños y las grandes hazañas. Sin embargo, esto no quiere decir que podamos o debamos dejar esas emociones “en bruto” y conformarnos con experimentarlas sin reflexionar sobre de ellas.

Un punto de equilibrio se alcanza cuando somos capaces de estar atentos a lo que sentimos, no con el objetivo de defendernos de ello, sino con el propósito de canalizar esas mismas emociones de modo que sean provechosas. Eso quiere decir que si siento miedo, la mejor opción es reconocerlo, explorarlo y, por qué no, convertirlo en una fuerza a mi favor. Si tengo miedo de hablar en público, quizás pueda diseñar ayudas tecnológicas excelentes para que me ayuden a enfrentarlo.

Las emociones nos influyen más que la razón porque están en una zona de nuestro cerebro más primitiva y, por tanto, más profunda. Se hallan en la base de todo lo que somos. La razón es como un cincel con el que se pueden pulir esas emociones para pacificarlas y permitir que nos ayuden a llevar una vida mejor.

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