Los 13 tipos de aprendizaje: ¿cuáles son?

por Jonathan García-Allen

Algunas personas piensan que solamente hay una manera de aprender.

Seguramente, muchos, cuando pensamos en el aprendizaje, nos imaginamos a alguien estudiando o realizando aprendizaje de memoria. Sin embargo, existen distintos tipos de aprendizaje con características muy distintas entre sí. En el artículo de hoy, los repasaremos y explicaremos.

Psicología y aprendizaje

El aprendizaje hace referencia a la adquisición de conocimientos, habilidades, valores y actitudes, y los seres humanos no podríamos adaptarnos a los cambios si no fuese por este proceso.

La psicología se ha interesado por este fenómeno desde hace varias décadas y son muchos los autores que han aportado un valioso conocimiento sobre qué es y cómo se construye dicho aprendizaje. Ivan PavlovJohn Watson o Albert Bandura son ejemplos claros de este marcado interés.

Los distintos tipos de aprendizaje

A lo largo de los años, los estudios de muchos de estos investigadores han permitido ir descifrando cómo funciona nuestra memoria y cómo influye la observación o la experiencia en la hora de construir conocimiento y cambiar nuestra manera de actuar.

Pero, ¿qué maneras de aprender existen? ¿qué clases de aprendizaje hay? A continuación te lo explicamos.

1. Aprendizaje implícito

El aprendizaje implícito hace referencia a un tipo de aprendizaje que se constituye en un aprendizaje generalmente no-intencional y donde el aprendiz no es consciente sobre qué se aprende.

El resultado de este aprendizaje es la ejecución automática de una conducta motora. Lo cierto es que muchas de las cosas que aprendemos ocurren sin darnos cuenta, Por ejemplo, hablar o caminar. El aprendizaje implícito fue el primero en existir y fue clave para nuestra supervivencia. Siempre estamos aprendiendo sin darnos cuenta.

2. Aprendizaje explícito

El aprendizaje explícito se caracteriza porque el aprendiz tiene intención de aprender y es consciente de qué aprende.

Por ejemplo, este tipo de aprendizaje nos permite adquirir información sobre personas, lugares y objetos. Es por eso que esta forma de aprender exige de atención sostenida y selectiva del área más evolucionada de nuestro cerebro, es decir, requiere la activación de los lóbulos prefrontales.

3. Aprendizaje asociativo

Este es un proceso por el cual un individuo aprende la asociación entre dos estímulos o un estímulo y un comportamiento. Uno de los grandes teóricos de este tipo de aprendizaje fue Iván Pavlov, que dedicó parte de su vida al estudio del condicionamiento clásico, un tipo de aprendizaje asociativo.

4. Aprendizaje no asociativo (habituación y sensibilización)

El aprendizaje no asociativo es un tipo de aprendizaje que se basa en un cambio en nuestra respuesta ante un estímulo que se presenta de forma continua y repetida. Por ejemplo. cuando alguien vive cerca de una discoteca, al principio puede estar molesto por el ruido. Al cabo del tiempo, tras la exposición prolongada a este estímulo, no notará la contaminación acústica, pues se habrá habituado al ruido.

Dentro del aprendizaje no asociativo encontramos dos fenómenos: la habituación y la sensibilización.

5. Aprendizaje significativo

Este tipo de aprendizaje se caracteriza porque el individuo recoge la información, la selecciona, organiza y establece relaciones con el conocimiento que ya tenía previamente. En otras palabras, es cuando una persona relaciona la información nueva con la que ya posee.

6. Aprendizaje cooperativo

El aprendizaje cooperativo es un tipo de aprendizaje que permite que cada alumno aprenda pero no solo, sino junto a sus compañeros.

Por tanto, suele llevarse a cabo en las aulas de muchos centros educativos, y los grupos de alumnos no suelen superar los cinco miembros. El profesor es quien forma los grupos y quien los guía, dirigiendo la actuación y distribuyendo roles y funciones.

7. Aprendizaje colaborativo

El aprendizaje colaborativo es similar al aprendizaje cooperativo. Ahora bien, el primero se diferencia del segundo en el grado de libertad con la que se constituyen y funcionan los grupos.

En este tipo de aprendizaje, son los profesores o educadores quienes proponen un tema o problema y los alumnos deciden cómo abordarlo

8. Aprendizaje emocional

El aprendizaje emocional significa aprender a conocer y gestionar las emociones de manera más eficiente. Este aprendizaje aporta muchos beneficios a nivel mental y psicológico, pues influye positivamente en nuestro bienestar, mejora las relaciones interpersonales, favorece el desarrollo personal y nos empodera.

9. Aprendizaje observacional

Este tipo de aprendizaje también se conoce como aprendizaje vicario, por imitación o modelad****o, y se basa en una situación social en la que al menos participan dos individuos: el modelo (la persona de la que se aprende) y el sujeto que realiza la observación de dicha conducta, y la aprende.

10. Aprendizaje experiencial

El aprendizaje experiencial es el aprendizaje que se produce fruto de la experiencia, como su propio nombre indica.

Esta es una manera muy potente de aprender. De hecho, cuando hablamos de aprender los errores, nos estamos refiriendo al aprendizaje producido por la propia experiencia. Ahora bien, la experiencia puede tener diferentes consecuencias para cada individuo, pues no todo el mundo va a percibir los hechos de igual manera. Lo que nos lleva de la simple experiencia al aprendizaje, es la autorreflexión.

11. Aprendizaje por descubrimiento

Este aprendizaje hace referencia al aprendizaje activo, en el que la persona en vez aprender los contenidos de forma pasiva, descubre, relaciona y reordena los conceptos para adaptarlos a su esquema cognitivo. Uno de los grandes teóricos de este tipo de aprendizaje es Jerome Bruner.

12. Aprendizaje memorístico

El aprendizaje memorístico significa aprender y fijar en la memoria distintos conceptos sin entender lo que significan, por lo que no realiza un proceso de significación. Es un tipo de aprendizaje que se lleva a cabo como una acción mecánica y repetitiva.

13. Aprendizaje receptivo

Con este tipo de aprendizaje denominado aprendizaje receptivo la persona recibe el contenido que ha de internalizar.

Es un tipo de aprendizaje impuesto, pasivo. En el aula ocurre cuando el alumno, sobre todo por la explicación del profesor, el material impreso o la información audiovisual, solamente necesita comprender el contenido para poder reproducirlo.

Referencias bibliográficas:

  • Arias Gómez, D. H. (2005) Enseñanza y Aprendizaje de las Ciencias Sociales: Una propuesta didáctica. Bogotá. Cooperativa Editorial Magisterio.
  • Farnham-Diggory, S (2004) Dificultades de Aprendizaje. Madrid. Ediciones Morata.
  • Hoppenstead, F. C.; Izhikevich, E. M. (1997) Weakly Connected Neural Networks. New York. Springer-Verlag.

Publicado en Psicología y Mente. Post original aquí.

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Teoría de la expectativa de Vroom: qué es y qué dice sobre el trabajo

por Laura Ruiz Mitjana

Una teoría que habla sobre la toma de decisiones y la motivación en las organizaciones y empresas.

La teoría de la expectativa de Vroom se contextualiza dentro de la psicología social y de las organizaciones. Hace referencia a la motivación humana, un concepto ampliamente estudiado en psicología básica y social.

Esta teoría sostiene que la motivación depende de tres factores: la expectativa, la instrumentalidad y la valencia. En este artículo conoceremos estos componentes, las características de la teoría y cómo se relaciona todo esto con el esfuerzo y el rendimiento laboral.

Teoría de la expectativa de Vroom: características

La teoría fue propuesta por Víctor Vroom, un profesor de psicología originario de Canadá, en el año 1964. A través de la teoría de la expectativa de Vroom, se establece que la motivación humana depende de tres factores: la expectativa, la valencia y la instrumentalidad. V. Vroom centra su teoría en el ámbito de las organizaciones, y es por ello que hace alusión especialmente a la motivación en el trabajo.

Así, a partir de la Teoría de la expectativa de Vroom se propone la siguiente fórmula, que relaciona estos tres componentes: Fuerza motivacional = Expectativa x Instrumentalidad x Valencia. Es decir, hace alusión a los tres componentes mencionados para explicar de qué depende que una persona sienta y ejerza dicha fuerza motivacional.

Componentes

Los componentes básicos que determinan la motivación de los trabajadores son: la expectativa, la instrumentalidad y la valencia. Vamos a ver en qué consiste cada uno de ellos:

1. Expectativa

Consiste en la expectativa de que invirtiendo “X” esfuerzo, se obtendrán “X” resultados. Para ello, es imprescindible que el empresario conozca qué motiva a sus trabajadores, a fin de que pueda motivarlos adecuadamente.

La expectativa tiene mucho que ver con el concepto de autoeficacia introducido por Albert Bandura, un importante psicólogo también canadiense nacido en 1925. Este concepto hace alusión a la capacidad percibida de la persona para hacer frente a los obstáculos y lograr lo que se propone.

Otro factor que tiene entra en juego en la expectativa del trabajador es la dificultad de la tarea; es por ello que el empresario deberá asegurarse de que la persona, además de disponer de las habilidades requeridas para desarrollar la tarea, disponga de los recursos o del soporte que necesite.

2. Instrumentalidad

Dentro de la Teoría de la expectativa de Vroom, y haciendo alusión al segundo elemento esencial que conduce a la motivación, nos encontramos con la instrumentalidad. Ésta tiene que ver con el hecho de que cada trabajador tendrá su función y será una parte indispensable para que funcione todo el engranaje, la propia organización en su conjunto.

El objetivo será que el empleado tenga un buen desempeño, que permita obtener los resultados deseados; es decir, tiene que ser una pieza “funcional”, que aporte valor. De ahí el nombre de este concepto.

3. Valencia

Finalmente, el tercer componente de la fórmula de la teoría de la expectativa de Vroom es la valencia, y tiene que ver con lo que valora cada empleado; habrá algunos que valoren más el sueldo, otros los días de vacaciones, otros el tiempo libre (que implica trabajar menos horas), etc.

El papel del empresario, en este caso, será descubrir qué valoran sus trabajadores, además de conocer qué valor le dan a sus propios resultados. Es decir, los resultados o el desempeño obtenido por cada trabajador, será valorado por cada uno de ellos de manera única, idiosincrática.

Motivación y esfuerzo

Vroom sabía que la motivación estaba muy relacionada con el esfuerzo. Así, y por lógica, cuanto más motivados estemos en relación a una tarea o a un objetivo, más nos esforzaremos para lograrlo(la). Y además, el hecho de que estemos más o menos motivados vendrá determinado por el valor que le otorguemos a dicha tarea u objetivo, es decir, el valor personal que tiene para uno mismo.

Se trata de una especie de secuencia intuitiva; cuanto más valor, más motivación y por extensión, más esfuerzo. Así, haciendo alusión a este concepto, Vroom diferencia tres elementos: el esfuerzo individual que realiza cada persona para conseguir una meta, el rendimiento que obtiene y el resultado final de esa tarea.

Estos tres elementos están conectados y se interrelacionan constantemente, influyéndose mútuamente.

Decisiones y factores personales

Por otro lado, la teoría de la expectativa de Vroom establece que los trabajadores tomarán las decisiones en función de lo que más les motive en su trabajo, y además, cuanto más motivados estén, más se esforzaran.

Además, la personalidad de la persona y sus características personales también ejercerán una influencia a la hora de guiar a la propia persona en sus decisiones. Según Vroom, nos comportamos eligiendo constantemente lo que queremos, es decir, decidiendo entre diferentes opciones o alternativas.

Ideas fundamentales: ¿cómo puede actuar el empresario?

La teoría de la expectativa de Vroom también relaciona algunos conceptos ya mencionados: el esfuerzo, la motivación y el rendimiento. Pero… ¿qué manera?

Según el propio Víctor Vroom, y como ya hemos adelantado, una persona se esforzará más si siente más motivación hacia una determinada tarea; además, si se esfuerza mucho, será más probable que su rendimiento sea bueno. Son, así, factores que están interrelacionados, y aunque la teoría de la expectativa de Vroom se centre en el ámbito del trabajo, se puede extrapolar al ámbito educativo, por ejemplo, o a otros.

Autoeficacia y autoestima

¿Qué puede (o debe) hacer un jefe para motivar a sus empleados? Según la teoría de la expectativa de Vroom, una buena opción será mantener una correlación positiva entre el rendimiento/desempeño del trabajador y su esfuerzo. Es decir, que el trabajador sienta que cuanto más se esfuerza, mejor es su desempeño laboral. En otras palabras, que su sentimiento de autoeficacia sea alto (expectativas de autoeficacia), y que se vea capaz de conseguir lo que se propone.

Si esto se aplica correctamente y de forma constante, el trabajador acabará confiando en él mismo y en sus capacidades, hecho que mantendrá o aumentará su propia autoestima. Todo ello favorecerá su bienestar personal y laboral.

Esto que mencionamos, además, tiene que ver con la percepción que tiene la persona de sí misma, de su trabajo, de sus logros, etc., y es por esto que es importante reforzar esa correlación positiva entre esfuerzo y desempeño.

Procesos en el ámbito del trabajo

Dentro de la teoría de la expectativa de Vroom podemos encontrar tres procesos principales que pueden desarrollarse en el contexto laboral. Estos procesos consisten en relaciones entre diferentes elementos de la teoría. Vamos a verlos:

1. Relación entre esfuerzo y rendimiento

Como hemos mencionado anteriormente, la teoría propone este punto; se trata de una relación entre el esfuerzo del trabajador y el rendimiento. Esta relación es proporcional; es decir, a mayor esfuerzo, mayor rendimiento. Esto también lo observamos fuera del ámbito laboral, aunque debemos tener en cuenta que siempre habrá variables extrañas que no podremos controlar que podrán interferir en nuestro desempeño.

2. Relación entre rendimiento y refuerzo

La teoría de la expectativa de Vroom también hace alusión a la relación que se da entre el rendimiento y el refuerzo o las recompensas (los “premios”). Sostiene que a mayor rendimiento, mayores recompensas obtendremos.

En el contexto laboral, esto lo podemos relacionar con los objetivos que establecen algunas empresas, y que consisten en ir premiando económicamente al trabajador en función de su desempeño; por ejemplo, si llega al objetivo de vender “X” productos, o de facturar “X” cantidad de dinero, le premiará con un aumento de sueldo o paga extra ese mes.

3. Relación entre refuerzo y valor

El tercer punto o proceso que propone la teoría de la expectativa de Vroom es la relación que aparece entre el refuerzo o recompensa recibida por el trabajador, y el valor que éste le otorga.

Es decir, lo ideal es que las recompensas sean valoradas por los trabajadores, porque, como ya hemos visto, cuanto más valor tenga la recompensa (o el objetivo, tarea,…) para el trabajador, más motivación tendrá y más esfuerzo invertirá para desarrollar la tarea o el trabajo.

Incumplimiento de los procesos

Según la teoría de la expectativa de Vroom, las tres tipos de relaciones que hemos expuesto, son en realidad “condiciones” para asegurar un buen rendimiento laboral. Es por ello que si una de las tres se incumple, será muy difícil motivar al trabajador y, por extensión, que éste sea eficiente o productivo.

Referencias bibliográficas:

  • Hogg, M. (2010). Psicología social. Vaughan Graham M. Panamericana. Editorial: Panamericana.
  • Lawler III, E.E., y Suttle, J.L. (1973). Teoría de la expectativa y comportamiento laboral. Comportamiento organizacional y desempeño humano, 9 (3), 482-503.
  • Vroom, V.H. (1964). Trabajo y motivación. Oxford, Inglaterra: Wiley.

Publicado en Psicología y Mente. Post original aquí.

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La Inteligencia Social, en qué consiste

por Miryam Gomez Obregon

La inteligencia es una de las capacidades que nos han ayudado a la supervivencia, los seres humanos estamos “programados” para “conectarnos”, nuestro diseño nos hace ser sociales, existe una dinámica neuronal que subyace a dichas relaciones.

¿Qué es la inteligencia social?

¿Cómo decidimos si es seguro acercarse a una persona?  Principalmente, la amígdala, verifica de manera automática a las personas con quienes nos relacionamos para saber si podemos o no confiar en ellas y si representan un peligro para nosotros.

 La pertenencia  a ciertos grupos contribuye al desarrollo individual y colectivo, estableces vínculos con las personas con las que te relacionas, los cuales implican: coordinación, cooperación y muchas veces competencia; aspectos que han impulsado al desarrollo del individuo y las sociedades, en gran medida.

La aptitud social, es la capacidad de actuar sabiamente en las relaciones humanas.” Thorndike

La inteligencia social, es la capacidad que tiene una persona para relacionarse con los demás de manera empática y asertiva. Ayuda a comunicarnos de manera efectiva, a saber gestionar nuestras emociones adecuadamente y a obtener un buen resultado como producto de nuestras interacciones sociales. La inteligencia emocional está muy ligada a la inteligencia social, ya que ambas incluyen la gestión adecuada de tus emociones para mejorar tus relaciones interpersonales, sin embargo, ésta última abarca otros aspectos.

¿A qué se le llama cerebro social?

Al conjunto de mecanismos neuronales que dirigen nuestras relaciones, contiene la suma de pensamientos, recuerdos, sentimientos y emociones acerca de nuestras interacciones sociales. Implica habilidades interpersonales, como la empatía y el interés, que van más allá de la búsqueda del bien personal, el individuo que posee inteligencia social, toma en cuenta a los demás, de ésta manera constantemente enriquece sus relaciones interpersonales.

¿Qué tipo de emociones predominan en ti y cuáles son las que contagias a los demás usualmente? La habilidad social se da a través de las neuronas espejo. Estas neuronas nos permiten reconocer las emociones en los demás e identificarnos con algún aspecto que estén transmitiéndonos. El fenómeno del contagio emocional se da en gran parte gracias a este tipo de neuronas,  pues nos ayudan a entender lo que está sucediendo, a ser empáticos y a conectar con los demás.

La Economía emocional

Es el balance de ganancias y pérdidas internas que experimentamos en una determinada interacción social. También, es el saldo de “sentimientos” o impresiones que nos quedan después de relacionarnos con alguien. ¿Qué saldo estás dejando  con cada interacción social? ¿Generalmente es positivo o negativo?

Hay relaciones con personas que resultan nutritivas, porque te dejan generalmente cosas buenas, como: un conocimiento nuevo, una propuesta, una idea, te motivan o dejan en tí un buen sentimiento. Sin embargo, hay relaciones que son tóxicas,  sometiéndote a altos niveles de estrés, lo cual tiene un impacto negativo en tu salud.

Ten presente que cuando estás experimentando un estado de angustia y estrés constantes, se debilita tu capacidad de procesamiento de información y de pensar creativamente, haciendo más posible caer en conductas que no son funcionales socialmente o simplemente puede hacer que pierdas el enfoque en tus principales tareas. Podrías “perder los estribos” en una situación, por ejemplo. Daniel Goleman dijo:

El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro racional”.

En cambio, cuando una persona se “siente bien contigo y tú con ella”, pueden expresar libremente sus emociones, puede haber proximidad corporal, sus respuestas son espontáneas, están coordinadas armoniosamente (sintonía), sus miradas se cruzan con frecuencia, sus cuerpos permanecen a una distancia cómoda durante una charla casual y no se incomodan por la presencia de silencios, pues son parte de la armonía y ritmos naturales de la misma conversación.

Constantemente estamos comunicando algo, cuando hablas tu tono de voz puede expresar tus emociones; incluso cuando no gesticulas palabra alguna, tu lenguaje no verbal está comunicando algo, a través de tu lenguaje corporal y expresiones faciales. Cualquier conversación sucede a través de dos canales:

  1. Superior: Transmite la racionalidad, las palabras y los significados.
  2. Inferior: Opera a un nivel de lenguaje no verbal.

Generando empatía

Como puedes apreciar, la empatía es un conector esencial entre las personas, ayuda a reconocer las emociones en los demás y a comprenderlos. Aquí te dejo  5 recomendaciones para promover la empatía a través de canales verbales y no verbales:

  1. Establece contacto visual.
  2. Emplea tono de voz y expresión amables.
  3. Trata de escuchar atenta y activamente.
  4. Coordinación o sincronía en tus movimientos.
  5. Sonríe siempre que el contexto de la sonrisa sea el adecuado. Es una de las expresiones emocionales más positivas, el cerebro prefiere los rostros felices.

Aquí te dejo una infografía con las 8 dimensiones de la Inteligencia Social que describe Daniel Goleman y las habilidades sociales que la caracterizan por Karl Albrecht:

Conclusión

Las aptitudes sociales, incluyen la capacidad de interaccionar con los demás de manera eficaz, la mayoría de ellas se puede desarrollar y hace que las relaciones sean más sencillas y satisfactorias, a la vez que contribuye a la construcción de una sociedad más colaborativa y pacífica;  la empatía, la sintonía y el interés por los demás, son las principales características de la inteligencia social, ya que estas nos permiten interactuar sanamente y dejar un balance positivo en cuanto a relaciones sociales se refiere.

Referencia Bibliográfica

  • Goleman, Daniel (2006). Inteligencia Social. Barcelona, España: Editorial Planeta.

Publicado en Psicoactiva. Post original aquí.

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La economía del comportamiento en tiempos de coronavirus

por Pablo Mira

La pandemia trajo una miríada de actitudes, reacciones y conductas de los tipos más diversos. Las respuestas solidarias y las posturas interesadas se superponen y motivan pronósticos que van desde el apocalipsis total de una humanidad que no tiene remedio, hasta futuros que sueñan con un sistema capitalista que se vuelve más humano y compasivo. La nueva información obliga a varias disciplinas a mostrarse útiles y solícitas para producir diagnósticos y sugerir recomendaciones. Son tiempos en los que no solo hay pandemia de virus sino también de ideas, y es normal que en medio del caos y el aislamiento todos tengan algo para decir.

En economía, se multiplican los macroeconomistas que reflexionan sobre la oferta y la demanda agregadas, los sectorialistas que analizan los problemas estructurales, y hasta los especialistas en estadística y redes que evalúan las dinámicas de contagio y sus posibles costos y alternativas de política.

Los cambios drásticos en el comportamiento de las personas y la necesidad de adecuar estas decisiones al bienestar de todos puso la atención en una disciplina particular: la economía de la conducta. Su objetivo, que consiste en estudiar la relación entre la economía y la psicología, se corresponde bien con ambos aspectos, que resaltan especialmente en tiempos de pandemia. Atenta al posible llamado, la economía de la conducta intentó ocupar rápidamente el centro del ring, y tanto las instituciones internacionales como las unidades “behavioral” de los países desarrollados se pusieron a trabajar para dar algunas respuestas.

Otro desafío fue el de establecer reglas de comportamiento simples, fácilmente recordables. La economía de la conducta suele apelar con este fin a siglas memorables, y la palabra que se eligió para recordar los principios básicos de cuidado frente al virus fue “SALUD”. La A corresponde a “Aislarse”, la L a “Lavarse las manos”, la U refiere a “Usá el antebrazo” (al toser o estornudar) y la D representa “Dejá de tocarte”. La S inicial es la más curiosa: alude a mantener la distancia apelando al “Saludo Vulcano” inmortalizado por el Dr. Spock, que consiste en hacer una V con dos dedos de cada lado.

También hay métodos llamados de “anclaje”, que intentan restringir los acercamientos, por ejemplo pintando líneas demarcatorias en el piso para señalizar la distancia social. La teoría fue prontamente adaptada localmente por el ingenio popular, cuando hace poco, en Pergamino, se disputó el primer partido de fútbol 5 con áreas divididas que solo podían ser recorridas por un jugador, como si de un “metegol humano” se tratara. Otro aporte son los recordatorios. Lavarse las manos o no tocarse la cara son recomendaciones que todos aceptan, pero que son fáciles de olvidar.

Todas estas indicaciones tienen algo en común: el reconocimiento de que el comportamiento “real” de los seres humanos no es el de un homo economicus racional. En un momento en que se necesita ser preciso para evitar equivocarse y contagiarse, el homo sapiens falla, se infecta e infecta a otros. Más aun, como hay asintomáticos, ni siquiera es posible identificar el estado de enfermedad propio, porque no se siente. Esto impide que decidamos racionalmente respecto de nosotros mismos y del prójimo.

Lamentablemente, la economía de la conducta no ha ido mucho más allá de estas iniciativas. Un análisis más integral requeriría conocer, por ejemplo, cuál es la reacción predominante del público ante los nuevos riesgos que aparecen con la pandemia. Pero aquí surgen ambigüedades, pues hay sesgos que parecen contradictorios entre sí. Un sesgo llamado “heurística de disponibilidad” advierte que las imágenes dramáticas de las muertes provocadas por el virus pueden inducir un pánico exagerado. Pero otros sesgos, entre ellos el de sobreconfianza, sugieren que las personas toman a veces demasiados riesgos, al pensar que a ellas no les tocará enfermarse, ignorando así potenciales consecuencias exponenciales de los contagios y la multiplicación de fatalidades. Así, no es claro si debe concientizarse al público sobre los riesgos involucrados o invitarlos a actuar tranquilos sin exagerar sus miedos.

En la práctica, las respuestas de política a la pandemia parecen haber excedido por mucho a los llamados nudges, esos empujoncitos paternalistas, pero con condimentos libertarios, que ayudan a decidir correctamente. Las medidas han sido bastante más enérgicas e inflexibles, con una tradición que tiene mucho más de intervención directa que de sutileza behavioral. Aquí, la economía de la conducta no ha podido o no ha sabido imponerse, porque no dispone de las herramientas para brindar la solución más efectiva. En la discusión devenida en clásico entre “salud o economía”, esta disciplina tampoco pudo terciar exitosamente.

Uno de los reparos más genéricos a la economía de la conducta es la pregunta de cómo es posible que individuos repletos de sesgos muestren un éxito evolutivo tan claro en términos de supervivencia y reproducción. Algunos autores, como el psicólogo alemán Gerd Gigerenzer, afirman que la obsesión en la búsqueda de fallos en el comportamiento humano ha llevado a un “sesgo de sesgos”, según el cual algunos analistas elaboran experimentos básicamente para promover en los individuos las decisiones erróneas que formen parte de su próximo paper.

En el caso de la pandemia, esto tiene una aplicación concreta. Varios psicólogos han puntualizado que los humanos, además de poseer un sistema inmunológico biológico, disponen también de un sistema inmunológico “psicológico”, que los defiende de las enfermedades de manera inconsciente. Nuestra sensación de repulsión frente a determinadas heridas o personas con síntomas claros de enfermedad no proviene de un conocimiento objetivo de la posibilidad de contagio, sino de la aversión natural que nos provocan ciertas formas, colores y consistencias del cuerpo humano. El desagrado se extiende a veces también a los objetos tocados por el enfermo, y cuando la cadena de cuidados se extrema, se puede llegar a situaciones absurdas.

Todo indica que la economía de la conducta no es una moda, ni tampoco la solución a todos nuestros problemas económicos o psicológicos. Se trata apenas de un saludable avance hacia un conocimiento interdisciplinario más certero sobre aspectos que durante mucho tiempo han sido ignorados.

Como ilustra el informe del Banco Mundial Behavioral Science Around the World, varios países formalizaron oficinas y unidades conductuales gubernamentales con resultados más que interesantes en diversas áreas de la política económica, y últimamente su influencia se ha extendido a ayudar al propio sector privado a tomar decisiones más racionales respecto de sus estrategias empresariales. Pero las expectativas deben permanecer en un rango realista y reconocer la enorme dificultad de “sacarle la ficha” al homo sapiens.

Publicado en La Nación. Post original aquí.

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7+1 Sesgos Cognitivos que Tienen los Consumidores

por Mario Rodríguez

Existen más de 30 tipos diferentes de sesgos psicológicos que condicionan el comportamiento y las decisiones del ser humano. A continuación te vamos a explicar con ejemplos los mas relevantes de todos ellos:

1. Sesgo de Confirmación

Siempre buscamos información externa a nosotros que valide lo que ya pensamos. Por lo tanto, interpretamos más positivamente aquellos hechos que respaldan nuestras opiniones. Por ejemplo si creemos que el zumo de naranja hace más altos a los niños que lo toman durante su infancia, buscaremos ese patrón en cualquier lado. Si se diese la casualidad de que algún adulto es alto y ha tomado zumo de naranja de pequeño, nos puede servir para afianzar esa creencia de una forma casi empírica, por los que caemos en ese tipo de sesgos concierta facilidad.

2. Sesgo de Descuento Hiperbólico

Tendencia a querer pagos inmediatos a pagos futuros mayores. Este es un sesgo muy común entre la población joven actual o también llamados millennials, donde la inmediatez es un activo muy valorado entre ellos. Te dejo aquí una infografía muy interesante sobre la diferencia entre los millennals y los baby boomers.

Muchas de las personas que padecen obesidad a menudo caen en este sesgo por esa inmediatez de disfrutar de esa comida quizá no tan sana y sabrosa, por otra que requiere mayor preparación e incluso mayor precio. Por otra parte, eso hay que combinarlo con ejercicio recurrente para mantenerse sano y en forma. A largo plazo la mejor inversión es estar sano, pero al caer en ese sesgo, preferimos disfrutar el momento e intentar compensarlo mas adelante.

3. Sesgo Endogrupal

Este es el más conocido de todos. Supone que si los demás lo hacen tú también por encajar en ámbito social. Si en la actualidad esta bien visto jugar a los videojuegos en tu grupo de amigos, la tendencia natural de los demás es seguir los pasos de la mayoría. Por miedo a sentirse excluido del grupo social, los humanos tendemos a hacer los que hacen los demás y así sentirnos más integrados y reducir el miedo a una hipotética soledad. De ahí que existan en la actualidad modas como los eSports y ver cada vez más series online en plataformas como Netflix. De este modo seguimos en esa dinámica social y podemos “encajar” mejor a nivel social con las demás personas que nos rodean.

4. Sesgo del Anclaje

Un ancla es, en esencia, un punto de partida desde el cual todas las demás decisiones se verán afectadas. Los precios, son un ejemplo muy claro. Si por ejemplo vamos a comprar una cafetera a una gran superficie pero no sabemos cuál es su precio medio, lo que hacemos por norma general es comparamos con el precio de las demás cafeteras. Si vemos que una cuesta 200 euros y la de al lado cuesta 60 euros, tenemos a pensar que tiene un buen precio. Nuestro cerebro funciona de manera relativa, no absoluta. Por lo que siempre esta comprado información con la base de datos interna que tiene. En este caso como carece de esa información la obtiene de los precios adyacentes.

5. Sesgo del Enmarcado

Esto es sencillo: la misma información es interpretada de dos dos diferentes dependiendo de cómo se comunique. El ejemplo más utilizado es que un médico que le dice a su paciente que tiene un 90% de probabilidades de sobrevivir a una enfermedad o un 10% de probabilidades de morir. En esencia es la misma información, solo que dependiendo de cómo venga planteada tendrá un efecto psicológico diferente en las personas. Ésta es una gran herramienta de marketing, ya que permite que el usuario se centre en el contenido que nos interesa resaltar, como descuentos o virtudes de un producto frente a sus puntos débiles. Podemos enfocar la información efe la forma que más nos pueda interesar para conseguir vender más.

6. Sesgo de Aversión a la Pérdida

Le damos más importancia a las perdidas que a las ganancias. Hace unos cuantos años se llevó un estudio de cuál sería la mejor vía para reducir los accidentes mortales en las carreteras. Los investigadores se dieron cuenta que en países latinos como España, Italia o Portugal, la aversión a la pérdida era mayor que en otros países, por lo que su solución fue incorporar el carnet por puntos. Quedarse sin puntos parecía que tenía más efecto que la multa económica únicamente. Y durante los primeros años de su implantación tuvo un gran éxito.

7. Sesgo del Riesgo Compensado

Tendencia a tomar muchos mas riesgos cuando percibimos que la seguridad aumenta. Durante los primero años de la introducción del cinturón de seguridad en los vehículos convencionales, aumentaron drásticamente los accidentes de tráfico. Esto se debe a este sesgo: la gente tiene una mayor percepción de seguridad en la carretera y toma mas riesgos. El cinturón de seguridad te podía proteger incluso de un coche frontal con otro vehículo, por lo que muchas personas se sentían “invulnerables” dentro de sus coches.

8. Sesgo de Exceso de Confianza

Es la tendencia a pensar que nosotros como usuarios individuales somos más listos que las personas que nos rodean o que respondemos a las preguntas mejor que los demás. Según un experimento social, el 80% de las personas encuestadas cree que está por encima de la media de inteligencia de la población.

Publicado en IZO. Post original aquí.

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La empatía como solución de conflictos.

por María Artés Amate

En muchas ocasiones, se presentan conflictos que resultan difíciles de solucionar en cualquier relación; de pareja, de amistad, profesional, laboral… Queremos imponer nuestra posición a veces sin pensar en la situación que puede tener la otra persona o la otra parte del conflicto. Esto precisamente, es la empatía.

La empatía es  la capacidad de ponerse en la piel de la otra persona, ser capaz de entenderla, tratar de comprender qué pasa por su mente, cómo y por qué se siente así. Pero esta forma de actuar no puede estar sesgada por nuestro ego personal, sino pensando como piensa el otro, con sus creencias, con sus actitudes y valores.

Es una habilidad que se puede entrenar, nace de la validación, de la comprensión de los sentimientos que la otra personas puede tener en esa situación aunque nuestras creencias y valores sean diferentes. Teniendo claro, que es la posición de la otra persona y no la nuestra. No es una pérdida de identidad, es comprensión. Esta comprensión se refiere a la capacidad que tenemos de reconocer nuestras propias emociones y esas emociones en el resto de personas.

El paso siguiente al reconocimiento de las emociones sumaria algunas variables a tener en cuenta, como por ejemplo; la familiaridad que tenemos con la persona que tiene la emoción, nuestro grado de cansancio, su predisposición a la comunicación a la hora de resolver el conflicto, etc.

La empatía nos ayuda a crear relaciones sanas que no den lugar a conflictos que interfieran en nuestra salud, pero teniendo en cuenta que los extremos no son buenos en ningún aspecto de la vida, no se puede vivir continuamente empatizando con todo el mundo. Estos extremos pueden afectar a nuestra salud mental si no sabemos gestionarlos adecuadamente causando problemas de ansiedad y depresión.

Recuerda: DATE LA OPORTUNIDAD

María Artés Amate. Psicóloga experta en Neuropsicología Clínica. La Casilla Centro de estimulación cognitiva.

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La empatía como promotora de la Inteligencia Emocional

Normalmente lo que sabemos acerca de la empatía va dirigido a examinar sus mecanismos cerebrales implicados, ya que es una campo de investigación de gran interés y de gran utilidad.

Sin embargo en el presente artículo nos vamos a centrar en qué es la empatía, cómo se desarrolla en el ser humano desde la infancia, y qué ventajas tiene la empatía para nuestra vida diaria, así como la necesidad de inculcar y permitir el desarrollo de este elemento en los niños y adolescentes para promover la inteligencia emocional.

¿Qué es la empatía y por qué se produce?

Desde una visión integradora en la que se considera que la empatía es una capacidad que se compone de aspectos cognitivos y afectivos, Davis (1980) establece que la empatía es un constructo multidimensional que incluye cuatro componentes diferentes aunque relacionados entre sí.

Por un lado, dentro de la dimensión cognitiva (a nivel de los pensamientos) distingue: Fantasía, referida a la tendencia a identificarse con personajes de ficción y Adopción de perspectivas, refiriéndose a la consideración de la perspectiva cognitiva del otro.

En relación a la dimensión afectiva (a nivel de las emociones) este autor propone dos escalas: Angustia empática, que es la tendencia a experimentar sentimientos de compasión y preocupación por el otro y Aflicción Personal, que se refiere a la ansiedad que se experimenta la persona al ser testigo de un suceso desagradable para otro.

Por otra parte, desde los años 90 se viene estudiando la empatía desde la Inteligencia Emocional, en la que los modelos más relevantes son, en primer lugar, el de Mayer y Salovey (1997), que se considera la empatía como un elemento que incluye la percepción de emociones de los otros, así como la comprensión de las mismas.

Podría tener relación también con la regulación emocional, tanto de las emociones de uno mismo como de la persona con la que se empatiza, según las conductas seleccionadas como consecuencia de experimentar la emoción.

En segundo lugar, otro modelo de gran relevancia ha sido el de inteligencia socio-emocional de Bar-On (1997, 2000), en el cual se postula que la empatía es un componente de un factor denominado habilidades interpersonales, y es considerada como la capacidad de ser consciente y comprender las emociones, sentimientos e ideas de los otros.

Estos dos modelos, no son tan integrados como el propuesto al principio del artículo ya que en ellos no tiene cabida el componente emocional, centrándose más en el componente cognitivo.

Etapas del desarrollo de la empatía

Para una mayor comprensión de este concepto, a continuación, se propone el desarrollo de la empatía desde la primera infancia de los seres humanos, siendo éste un análisis propuesto por Hoffman (1987).

Comenzando por la primera etapa (empatía global) que comprende el primer año de vida de la persona, consiste en que el niño todavía no percibe a los demás como distintos de sí mismo, por lo que el dolor que percibe en otro, se confunde con los propios sentimientos desagradables, como si les estuviera sucediendo a ellos mismos.

En cuanto a la segunda etapa (empatía egocéntrica) que se corresponde con el segundo año de vida, es consciente de que es otra persona la que experimenta la situación desagradable, sin embargo, asume que los estados internos que experimenta el otro son los que está experimentando él.

Con respecto a la tercera etapa del desarrollo de la empatía del niño (empatía hacia los sentimientos de los demás) que va desde el segundo al tercer año, el niño tiene conciencia de que los sentimientos que experimenta son diferentes a los que está vivenciando la otra persona y responde a ellos de manera no egocéntrica.

Y por último, la cuarta etapa (empatía hacia la condición de vida del otro), que comprende el periodo final de la niñez, se perciben los sentimientos de los demás, no sólo como reacciones del momento, sino como expresiones de su experiencia de vida general, es decir, responde de manera diferente a los estados de dolor transitorios y crónicos, ya que tienen en cuenta la condición general del otro.

¿Qué ventajas ofrece la empatía?

Hay numerosas ventajas de practicar la empatía, aprenderla, desarrollarla y recibirla, ya que fomenta conductas prosociales y por lo tanto la inteligencia emocional, muy necesarias en el progreso desde la infancia, permitiendo el desarrollo de una personalidad adecuada para mantener una calidad de vida óptima, evitando por ejemplo, comportamientos o estilos de comunicación agresivos, estilos narcisistas de personalidad o la introversión, entre otras cosas.

Igualmente es importante decir, que todos los excesos tienen sus inconvenientes y sus consecuencias negativas, por lo que se recomienda que este tipo de capacidad se desarrolle de forma controlada y razonable.

Las ventajas principales son las que se muestran a continuación:

  • Validación de la experiencia emocional: de la otra persona y la de uno mismo cuando es otro el que empatiza, es decir, se confirma que se está experimentando una emoción en concreto y se comprende el por qué.
  • Refuerza que la persona con la que se está comunicando pueda transmitir la información de forma relajada y con incremento de la seguridad. Incrementa la confianza en el interlocutor, ya que fomenta la expresión de ideas, sentimientos, sentirse rechazado o juzgado.
  • A su vez, facilita la comunicación, ya que se aumenta la escucha y la atención hacia la persona que transmite esa empatía.
  • Fomenta la reciprocidad con los otros, aumentando el conocimiento de uno mismo y de los demás. Ayuda a la exploración emocional, la cual es importante para saber identificar y controlar nuestras propias emociones y las de los demás.
  • Refuerza el aprendizaje de nuevas conductas, ya que causa efectos sobre la expresión de emociones frente a la inhibición de estas, ayudando además al control de las mismas.
  • Permite que se desarrollen relaciones íntimas a un tiempo adecuado y dentro de las disposiciones de los implicados en dicha relación.
  • Desahogo, alivio, motivación, reducción de la tensión emocional y una respuesta de aceptación producida por la persona que empatiza.

Se ofrece para su descarga como complemento al presente artículo el documento «Empatía: Medidas, teorías y aplicaciones en revisión», firmado por Irene Fernández-Pinto, Belén López-Pérez y María Márquez (Universidad Autónoma de Madrid), en el que  se realiza una revisión de las principales aportaciones teóricas y metodológicas al estudio de la empatía, y  se comentan las aplicaciones prácticas más importantes del estudio de la empatía en los ámbitos clínico y organizacional.


Recursos:
Empatía: Medidas, teorías y aplicaciones en revisión
Fuentes:
Imagen cortesía de Pixabay.com

Publicado en Psicopedia. Post original aquí.Si te ha interesado este post, no olvides dejarnos tus comentarios. También apreciamos que los compartas con tus amigos y contactos en las redes sociales. Muchas gracias.

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Efecto Dunning-Kruger; cuanto menos sabemos, más listos nos creemos

por Bertrand Regader

La imperfecta percepción de nuestras propias capacidades. 

¿Crees que se te da bien estimar tus propias capacidades y conocimientos? No te conocemos, pero hay una investigación que nos hace pensar que no, no se te da muy bien.

El efecto Dunning-Kruger: cuanto menos sabemos, más listos creemos ser

El efecto Dunning-Kruger nos enseña que las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar las capacidades y conocimientos que realmente tienen, y viceversa. Así, los más capaces y competentes se infravaloran. ¿Cómo se explica este extraño fenómeno?

El delincuente inepto que trató de ser invisible con zumo de limón

A mediados de la década de los ’90, un recio individuo de 44 años habitante de Pittsburgh, atracó dos bancos de su ciudad en pleno día, sin ningún tipo de atuendo o máscara que cubrieran su rostro. Su aventura delictiva terminó a las pocas horas de cometer ambos robos, durante su fechoría.

Al ser detenido, McArthur Wheeler confesó que se había aplicado zumo de limón en su cara, confiando en que el zumo le haría aparecer invisible ante las cámaras. “No lo entiendo, yo usé el zumo de limón”, espetó entre sollozos en el momento de su arresto policial.

Más tarde se supo que la inaudita idea del zumo fue una sugerencia que dos amigos de Wheeler explicaron días antes del atraco. Wheeler probó la idea aplicándose zumo en su cara y sacándose una fotografía para cerciorarse de la eficacia. En la fotografía no llegó a aparecer su rostro, probablemente porque el encuadre de la misma fuera algo torpe y terminara enfocando el techo de la habitación en vez de su cara cubierta de zumo de limón. Sin percatarse de ello, Wheeler dio por válido que permanecería invisible durante el atraco.

Meses más tarde, el profesor de Psicología social de la Universidad de Cornell, David Dunning, no podía creer la historia del intrépido Wheeler y el zumo de limón. Intrigado ante el caso, sobre todo por la incompetencia exhibida por el frustrado ladrón, se propuso realizar una investigación con una hipótesis previa: ¿Podría ser posible que mi propia incompetencia me volviera inconsciente de esa misma incompetencia?

Una hipótesis algo rebuscada, pero que tenía mucho sentido. Para llevar a cabo el estudio que dilucidara si era cierta la hipótesis, Dunning escogió a un brillante pupilo, Justin Kruger, con el objetivo de encontrar datos que confirmaran o refutaran la idea. Lo que hallaron les dejó todavía más sorprendidos.

La investigación

Se practicaron un total de cuatro investigaciones distintas, tomando como muestra los estudiantes de la Facultad de Psicología de la Cornell University. Se estudiaron principalmente la competencia de los sujetos en los ámbitos de la gramática, el razonamiento lógico y el humor (que puede ser definida como la capacidad para detectar aquello gracioso).

Los participantes del estudio fueron preguntados, uno por uno, acerca de cómo estimaban su grado de competencia en cada uno de los campos nombrados. Posteriormente, se les hizo responder un test escrito para comprobar su competencia real en cada uno de los ámbitos.

Se recogieron todos los datos y se procedió a comparar los resultados, para observar si se había constatado algún sentido de correlación. Como puedes imaginar, sí se encontraron correlaciones muy relevantes.

Los investigadores se percataron que cuanto mayor era la incompetencia del sujeto, menos consciente era de ella. Por contra, los sujetos más competentes y capacitados eran los que, paradójicamente, más tendían a infraestimar su competencia.

Dunning y Kruger hicieron públicos los resultados y conclusiones de su interesante estudio. Puedes consultar el paper original aquí:

Unskilled and Unaware of It: How Difficulties in Recognizing One’s Own Incompetence Lead to Inflated Self-Assessments” (traducción: “Las personas sin habilidades e inconscientes al respecto: de qué modo las dificultades en detectar nuestra propia incompetencia nos conducen a sobrestimar nuestra autoimagen”).

Conclusiones sobre el estudio Dunning-Kruger

  1. Se muestran incapaces de reconocer su propia incompetencia.
  2. Tienden a no poder reconocer la competencia de las demás personas.
  3. No son capaces de tomar consciencia de hasta qué punto son incompetentes en un ámbito.
  4. Si son entrenados para incrementar su competencia, serán capaces de reconocer y aceptar su incompetencia previa.

Más ignorantes, más inteligencia percibida

En consecuencia, el individuo que alardea de saber cantar como un ángel pero sus “conciertos” siempre quedan desiertos, está siendo una clara muestra del efecto Dunning-Kruger. También podemos observar este fenómeno cuando los expertos en alguna materia ofrecen opiniones y consideraciones deliberadas y sosegadas sobre algún problema, mientras las personas ignorantes en el asunto creen tener respuestas absolutas y sencillas a las mismas cuestiones.

¿Conoces a algún profesional de la Medicina? Seguro que te podrá contar cómo se siente cuando algún paciente decide tomar un medicamento no prescrito por el médico, basándose en la errónea idea de que como paciente “ya sabe lo que le va bien y lo que no”. La automedicación, en este caso, es otro ejemplo claro del efecto Dunning-Kruger.

¿Por qué ocurre este fenómeno?

Tal como señalan Dunning y Kruger, esta percepción irreal se debe a que las habilidades y competencias necesarias para hacer algo bien son, precisamente, las habilidades requeridas para poder estimar acertadamente el propio desempeño en la tarea.

Pongamos algunos ejemplos. En el caso de que mi ortografía sea excepcionalmente mala, mi conocimiento necesario para detectar que mi nivel en cuanto a la ortografía es muy bajo y así poder corregir mi desempeño es, justamente, conocer las reglas de la ortografía. Solo conociendo la normativa en la escritura soy capaz de tomar conciencia de mi incompetencia, o bien en el caso de que una tercera persona me haga caer en la cuenta, advirtiéndome de los errores ortográficos que he cometido al escribir un texto. Detectar mi falta de habilidades en este área no corregirá mis lagunas al respecto de forma automática; tan solo me conferirá conciencia de que mis habilidades precisan más atención. Lo mismo ocurre con cualquier otro ámbito de conocimiento.

En cuanto a las personas que infravaloran sus capacidades y competencias, podríamos decir que esto se produce debido al efecto de falso consenso: tienden a pensar que “todo el mundo lo hace igual”, asumiendo así que sus habilidades se encuentran dentro del promedio. Sin embargo, en realidad sus habilidades son claramente superiores.

Reflexionando acerca del efecto Dunning-Kruger

Si algo podemos aprender del efecto Dunning-Kruger es que no debemos hacer mucho caso cuando alguien nos diga que es “muy bueno” en algo, o que “sabe muchísimo” de tal o cual cosa. Dependerá de cómo esa persona estime sus propias capacidades el que pueda estar errado en uno u otro sentido: bien porque se sobrestima, bien porque infravalora sus capacidades.

A la hora de encontrar y contratar a una persona que se dedique a un área compleja sobre la cual no tenemos muchas nociones (un informático, un arquitecto, un asesor fiscal…) carecemos de los conocimientos necesarios para evaluar su nivel de competencia en la materia. Por eso resulta tan valioso consultar la opinión de antiguos clientes o de amigos que conozcan ese área específica.

Lo curioso de este efecto psicológico es que, además, aquellas personas incompetentes “no solo llegan a conclusiones equivocadas y toman malas decisiones, sino que su incompetencia no les permite tomar conciencia de ello”, señalan Dunning y Kruger.

De esta reflexión se desprende otra igual o más importante. En ocasiones, la responsabilidad sobre los fracasos que experimentamos a lo largo de la vida no son debidos al resto de la gente ni a la mala suerte, sino a uno mismo y sus decisiones. Para ello deberíamos realizar un ejercicio de autoevaluación cuando nos topamos con uno de estos obstáculos en algún proyecto o trabajo en el que estemos inmersos.

Absolutamente nadie es experto en todas las disciplinas de conocimiento y ámbitos de la vida; todos tenemos carencias e ignoramos muchas cosas. Cada persona tiene cierto potencial de mejora en cualquier punto de su etapa vital: el error es olvidar este punto.

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No me va a pasar: la psicología detrás del sesgo optimista

¿Por qué nos engañamos a nosotros mismos para sentirnos positivos cuando el pronóstico no es favorable?

Por Katherine Gillespie; traducido por Álvaro García
ILUSTRACIÓN POR BEN THOMSON

Artículo publicado originalmente por VICE Australia.

Tal vez eres un pesimista. ¿Quién puede culparte? El mundo es un lugar frío y oscuro actualmente. Las cosas… no van muy bien, solo digamos eso.

Sin embargo, hay una peculiaridad sobre tu mal humor. Tal vez creas que la Tercera Guerra Mundial está en el horizonte, pero probablemente también pienses que tú, personalmente, estarás a salvo cuando tiren la primera bomba nuclear. Esto se debe a que alrededor del 80 por ciento de las personas, de todas las edades y géneros, sufren de lo que los psicólogos sociales llaman sesgo optimista. Es la creencia de que, contra todo pronóstico, las cosas saldrán bien a nivel individual. Es una sensación agradable, pero por desgracia, también puede llevarnos a tomar riesgos innecesarios en la vida cotidiana.

La académica Tali Sharot introdujo la teoría del sesgo optimista en la conciencia popular. Su idea subyacente es que muchas de las decisiones supuestamente imparciales que tomamos todos los días en realidad están influenciadas por el hecho de que pensamos positivamente sobre el futuro. Claro, es algo bueno, pero también propicia la actitud de “no me va a pasar a mí”. ¿Crees que tu relación será la que perdure? ¿Estás bastante seguro de que no vas a tener cáncer de piel, aunque conoces a varias personas que han sido diagnosticadas? Como el 90 por ciento de las personas, ¿crees que eres mejor conductor que el promedio y que eres más hábil para maniobrar tu vehículo a velocidades peligrosamente altas? No es un argumento congruente. Así es como el sesgo optimista nos afecta.

“Hay algunas razones para el sesgo optimista”, explica Sharot a VICE. “Uno es el tema del control. Tiendes a creer que tienes control sobre tu vida y tiendes a creer que tienes más control del que realmente posees. La mayoría de nosotros sobreestimamos el potencial de todo lo que nos rodea. “Sin importar el género, la edad o el lugar donde vivas, las cosas con las que tiendes a ser optimista son las cosas que te interesan, como las relaciones y el éxito profesional”, explica Sharot. El sesgo optimista podría ser un mecanismo evolutivo que hemos desarrollado a lo largo del tiempo. Las investigaciones ha encontrado que está codificada en el lóbulo frontal del cerebro, lo que significa que es teóricamente útil para la supervivencia de la humanidad. “En el lado positivo del sesgo optimista, en igualdad de condiciones, los optimistas viven más tiempo y son más sanos”, dice Tarot. “Debido a ese optimismo actúan y están motivados”.

Pero también puedes ver cuán cegador puede resultar todo ese optimismo temerario. Es lo que nos lleva a enamorarnos por quincuagésima vez, a pesar de que hemos quedado traumados por la ruptura de cada relación anterior. También nos lleva a asumir riesgos cotidianos estúpidos e innecesarios, como conducir arriba del límite de velocidad o andar en bicicleta sin casco. Las cosas malas les pasan a otras personas, ¿cierto? Es falso.

El lado negativo del sesgo optimista es que subestimamos los riesgos. “Tenemos que ser conscientes de nuestro sesgo en general y tomar precauciones para evitarlo”, dice Sharot. “Protegernos a nosotros mismos, sabiendo que tenemos un sesgo hacia el pensamiento positivo”.

Cada vez que tomas una decisión aparentemente simple —como ponerte o no el cinturón de seguridad cuando solo vas a conducir alrededor de la cuadra o decidir cortarte el fleco con unas tijeras de cocina sin filo antes de una entrevista de trabajo—, ten en cuenta tu propia creencia inherente de que las cosas probablemente saldrán bien, y revalúa tus acciones. Porque seamos realistas: tus probabilidades de que la policía te detenga por sobrepasar el límite de velocidad de tu vehículo son en realidad tan altas como las de cualquier otra persona, a pesar de que tu cerebro tonto, propenso al optimismo, trate de convencerte de lo contrario.

El sesgo optimista es motivador y útil, pero más aún si reconocemos el papel que desempeña en nuestra toma de decisiones subconsciente. Con el fin de aprovechar al máximo la capacidad de pensamiento positivo, debemos tratar de cambiar nuestros comportamientos en lugar del sesgo en sí.

Este artículo es apoyado por la Comisión de Seguridad Vial de WA.

Publicado en Vice. Post original aquí.

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Cómo entrenar al cerebro para mantener la esperanza

por Valeria Sabater

Lograr que el cerebro tenga un enfoque más esperanzado nos ayudará a reducir el impacto del estrés y la ansiedad. Asimismo, ser capaces de transmitir esperanza a quienes tenemos cerca posibilita el crear entornos más seguros y nutritivos emocionalmente.

Entrenar al cerebro para mantener la esperanza es posible. Siempre es buen momento para hacer un cambio, para hacer una revolución mental y emocional, para integrar nuevos esquemas de pensamiento con los cuales abrirnos paso por el presente con mejores recursos. Asimismo, no podemos dejar de lado un aspecto: potenciar esta competencia mejora de manera directa nuestra salud mental.

Por otro lado, hay otro factor no menos importante: no solo debemos ser capaces de mantener y potenciar la esperanza, también es recomendable saber trasmitirla a los demás. Hemos llegado a un punto en nuestra sociedad en el que todo lo relativo al tema del crecimiento personal se focaliza en el autocuidado, en procurarnos autobienestar y la propia felicidad.

Podríamos decir casi que estamos derivando en una especie de materialismo algo egoísta a instantes. Es momento también de salir más allá de nosotros mismos y de tener en cuenta al que tenemos cerca. Es hora de cultivar determinadas competencias psicológicas con las que ganar en calidad de vida y, a su vez, ser capaces de crear entornos nutritivos para todos.

Despertar la esperanza es, posiblemente, el valor y el recurso emocional más determinante ahora mismo. Veamos cómo lograrlo.

Entrenar al cerebro para mantener la esperanza: 5 claves

El psicólogo Dacher Keltner, profesor de la Universidad de Berkeley, es uno de los mejores expertos en la comprensión de la esperanza desde de un punto de vista neuropsicológico. En libros, como Born to be good, explica la mecánica de estas área que tanto revierte en el bienestar y la felicidad, además de en la salud mental.

Algo que explica en este trabajo es que las personas estamos biológicamente preparadas para experimentar esperanza. Este dato que, como tal, puede llamarnos la atención tiene una explicación detrás: es un mecanismo de supervivencia. El cerebro siempre va a priorizar el optimismo, la superación o la resiliencia frente al derrotismo, porque, de lo contrario, no avanzaríamos en el viaje de la vida.

También disponemos de investigaciones como las llevadas a cabo en la Universidad de Sichuan, en China, que nos demuestran algo muy ilustrativo. La esperanza es un antídoto contra el estrés y la ansiedad. Se ha podido ver a través de resonancias magnéticas cómo gracias a la terapia psicológica y al entrenar al cerebro para mantener la esperanza, este cambia.

Lo hace generando mayor activación en áreas como la corteza orbitofrontal medial bilateral y reduciendo el nivel de cortisol en sangre. Todo ello se traduce en una mayor motivación y confianza en uno mismo y en el propio futuro. Conozcamos por tanto qué claves pueden ayudarnos a potenciar esta dimensión.

Piensa a corto plazo

La esperanza funciona mejor en futuribles a corto plazo que en visiones a largo plazo. Para reducir el estrés y tener mayor sensación de control, es mejor poner la mirada hacia aquello que puede suceder la semana que viene o el mes que viene.

Lo que pueda pasar dentro de 12 meses es una incógnita y focalizarnos en ese vacío puede generarnos malestar. Es mejor poner el catalejo hacia unas zonas más cercanas.

De ahí que lo más recomendable sea ponernos metas sencillas para dentro de unos días. Un ejemplo, puedo decirme a mí mismo que para la semana que viene lo que quiero conseguir es reunirme con amigos o conocidos para compartir ideas sobre mi futuro laboral.

Es muy posible que, en alguno de esos encuentros, alguien sepa de alguna oferta de trabajo o me dé alguna idea que me haga sentirme mejor. El hecho de lograrlo, de que pase una semana y lo consiga, me hará sentirme ganar en bienestar y en sentirme más confiado para seguir logrando metas poco a poco.

Encontrar pequeños significados en el día a día

Entrenar al cerebro para mantener la esperanza pasa, obligatoriamente, por hallar significados vitales. Nuestro cerebro necesita cosas, dimensiones y personas a las que anclarse para encontrar seguridad. Tener aficiones, valores, recordar qué es lo que nos apasiona o nos gustaría lograr en la vida, nos ofrece anclas para sentirnos seguros y velas para seguir mirando al futuro.

Para clarificarlos, coge un cuaderno y escribe frases sencillas que representen esos significados que encuentras en el día a día:

  • Me gusta estar con mi pareja: el amor me da esperanza.
  • Disfruto estando con mis mascotas, paseando por la montaña o la playa: la naturaleza es importante para mí.
  • Mi trabajo es importante: me gustaría avanzar profesionalmente, eso también me da fuerzas para seguir.

Para entrenar al cerebro para mantener la esperanza deja de mirar el retrovisor de tu vida

Si miras hacia atrás enfermas de nostalgia. Si pones tu mirada en el retrovisor de tu vida, la mente derivará de manera obsesiva en un ayer perdido que no te permitirá avanzar. Entrenar al cerebro para mantener la esperanza implica, a su vez, tener el control sobre nuestra atención y pensamientos.

Como hemos señalado, no es adecuado fijarnos en un futuro demasiado lejano donde nada es seguro, donde solo hay hipótesis que pueden inflamar la ansiedad. Asimismo, tampoco es acertado situarnos en ese ayer que tampoco existe y que hemos dejado atrás. 

¿Qué es entonces lo más acertado? Posicionar la atención en el actual presente y en el futuro a corto plazo. Es nuestra zona de supervivencia y también de oportunidades. Es esa área que debe sembrarse de nuevas decisiones para que los objetivos florezcan. Asimismo, también es ese escenario en el que se esconden nuevas oportunidades que debemos aprovechar.

El simple hecho de lograr cosas incrementa el sentido de esperanza y nos hace sentirnos más seguros. Para concluir, insistimos una vez más, en el hecho de que la esperanza revierte de manera directa en nuestra salud mental. Trabajarla es ahora mismo algo prioritario. Como también lo es transmitirla a los demás. Tengámoslo en cuenta.

Publicado en La Mente es Maravillosa. Post original aquí.

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