Los 13 tipos de aprendizaje: ¿cuáles son?

por Jonathan García-Allen

Algunas personas piensan que solamente hay una manera de aprender.

Seguramente, muchos, cuando pensamos en el aprendizaje, nos imaginamos a alguien estudiando o realizando aprendizaje de memoria. Sin embargo, existen distintos tipos de aprendizaje con características muy distintas entre sí. En el artículo de hoy, los repasaremos y explicaremos.

Psicología y aprendizaje

El aprendizaje hace referencia a la adquisición de conocimientos, habilidades, valores y actitudes, y los seres humanos no podríamos adaptarnos a los cambios si no fuese por este proceso.

La psicología se ha interesado por este fenómeno desde hace varias décadas y son muchos los autores que han aportado un valioso conocimiento sobre qué es y cómo se construye dicho aprendizaje. Ivan PavlovJohn Watson o Albert Bandura son ejemplos claros de este marcado interés.

Los distintos tipos de aprendizaje

A lo largo de los años, los estudios de muchos de estos investigadores han permitido ir descifrando cómo funciona nuestra memoria y cómo influye la observación o la experiencia en la hora de construir conocimiento y cambiar nuestra manera de actuar.

Pero, ¿qué maneras de aprender existen? ¿qué clases de aprendizaje hay? A continuación te lo explicamos.

1. Aprendizaje implícito

El aprendizaje implícito hace referencia a un tipo de aprendizaje que se constituye en un aprendizaje generalmente no-intencional y donde el aprendiz no es consciente sobre qué se aprende.

El resultado de este aprendizaje es la ejecución automática de una conducta motora. Lo cierto es que muchas de las cosas que aprendemos ocurren sin darnos cuenta, Por ejemplo, hablar o caminar. El aprendizaje implícito fue el primero en existir y fue clave para nuestra supervivencia. Siempre estamos aprendiendo sin darnos cuenta.

2. Aprendizaje explícito

El aprendizaje explícito se caracteriza porque el aprendiz tiene intención de aprender y es consciente de qué aprende.

Por ejemplo, este tipo de aprendizaje nos permite adquirir información sobre personas, lugares y objetos. Es por eso que esta forma de aprender exige de atención sostenida y selectiva del área más evolucionada de nuestro cerebro, es decir, requiere la activación de los lóbulos prefrontales.

3. Aprendizaje asociativo

Este es un proceso por el cual un individuo aprende la asociación entre dos estímulos o un estímulo y un comportamiento. Uno de los grandes teóricos de este tipo de aprendizaje fue Iván Pavlov, que dedicó parte de su vida al estudio del condicionamiento clásico, un tipo de aprendizaje asociativo.

4. Aprendizaje no asociativo (habituación y sensibilización)

El aprendizaje no asociativo es un tipo de aprendizaje que se basa en un cambio en nuestra respuesta ante un estímulo que se presenta de forma continua y repetida. Por ejemplo. cuando alguien vive cerca de una discoteca, al principio puede estar molesto por el ruido. Al cabo del tiempo, tras la exposición prolongada a este estímulo, no notará la contaminación acústica, pues se habrá habituado al ruido.

Dentro del aprendizaje no asociativo encontramos dos fenómenos: la habituación y la sensibilización.

5. Aprendizaje significativo

Este tipo de aprendizaje se caracteriza porque el individuo recoge la información, la selecciona, organiza y establece relaciones con el conocimiento que ya tenía previamente. En otras palabras, es cuando una persona relaciona la información nueva con la que ya posee.

6. Aprendizaje cooperativo

El aprendizaje cooperativo es un tipo de aprendizaje que permite que cada alumno aprenda pero no solo, sino junto a sus compañeros.

Por tanto, suele llevarse a cabo en las aulas de muchos centros educativos, y los grupos de alumnos no suelen superar los cinco miembros. El profesor es quien forma los grupos y quien los guía, dirigiendo la actuación y distribuyendo roles y funciones.

7. Aprendizaje colaborativo

El aprendizaje colaborativo es similar al aprendizaje cooperativo. Ahora bien, el primero se diferencia del segundo en el grado de libertad con la que se constituyen y funcionan los grupos.

En este tipo de aprendizaje, son los profesores o educadores quienes proponen un tema o problema y los alumnos deciden cómo abordarlo

8. Aprendizaje emocional

El aprendizaje emocional significa aprender a conocer y gestionar las emociones de manera más eficiente. Este aprendizaje aporta muchos beneficios a nivel mental y psicológico, pues influye positivamente en nuestro bienestar, mejora las relaciones interpersonales, favorece el desarrollo personal y nos empodera.

9. Aprendizaje observacional

Este tipo de aprendizaje también se conoce como aprendizaje vicario, por imitación o modelad****o, y se basa en una situación social en la que al menos participan dos individuos: el modelo (la persona de la que se aprende) y el sujeto que realiza la observación de dicha conducta, y la aprende.

10. Aprendizaje experiencial

El aprendizaje experiencial es el aprendizaje que se produce fruto de la experiencia, como su propio nombre indica.

Esta es una manera muy potente de aprender. De hecho, cuando hablamos de aprender los errores, nos estamos refiriendo al aprendizaje producido por la propia experiencia. Ahora bien, la experiencia puede tener diferentes consecuencias para cada individuo, pues no todo el mundo va a percibir los hechos de igual manera. Lo que nos lleva de la simple experiencia al aprendizaje, es la autorreflexión.

11. Aprendizaje por descubrimiento

Este aprendizaje hace referencia al aprendizaje activo, en el que la persona en vez aprender los contenidos de forma pasiva, descubre, relaciona y reordena los conceptos para adaptarlos a su esquema cognitivo. Uno de los grandes teóricos de este tipo de aprendizaje es Jerome Bruner.

12. Aprendizaje memorístico

El aprendizaje memorístico significa aprender y fijar en la memoria distintos conceptos sin entender lo que significan, por lo que no realiza un proceso de significación. Es un tipo de aprendizaje que se lleva a cabo como una acción mecánica y repetitiva.

13. Aprendizaje receptivo

Con este tipo de aprendizaje denominado aprendizaje receptivo la persona recibe el contenido que ha de internalizar.

Es un tipo de aprendizaje impuesto, pasivo. En el aula ocurre cuando el alumno, sobre todo por la explicación del profesor, el material impreso o la información audiovisual, solamente necesita comprender el contenido para poder reproducirlo.

Referencias bibliográficas:

  • Arias Gómez, D. H. (2005) Enseñanza y Aprendizaje de las Ciencias Sociales: Una propuesta didáctica. Bogotá. Cooperativa Editorial Magisterio.
  • Farnham-Diggory, S (2004) Dificultades de Aprendizaje. Madrid. Ediciones Morata.
  • Hoppenstead, F. C.; Izhikevich, E. M. (1997) Weakly Connected Neural Networks. New York. Springer-Verlag.

Publicado en Psicología y Mente. Post original aquí.

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¿Quién no quiere ser feliz?

Por Elsa Rodriguez Díaz

Supongo que nadie de vosotros lo duda: todos queréis ser felices aunque a veces, sed sinceros, no hagáis todo lo posible por serlo o incluso os empeñéis en lo contrario. Pero está claro: todos queremos ser felices, lo que nos falta a veces es el cómo.

Y todo el mundo habla de la Felicidad en estos días. Como dice Daniel Kahneman en su conferencia en TED “El enigma de la experiencia frente a la memoria”

“Hice que alguien contara el número de libros con la palabra “felicidad” en el título, publicados en los últimos cinco años y se dieron por vencidos después de unos 40, y había muchos más. Hay una enorme oleada de interés sobre la felicidad, entre los investigadores. Hay un montón de asesoramiento sobre la felicidad. A todo el mundo le gustaría hacer a la gente más feliz. Pero a pesar de toda esta multitud de trabajos, hay varias trampas de tipo cognitivo que hacen casi imposible pensar con claridad acerca de la felicidad.”

¿Cuáles son esas trampas cognitivas? Kahneman distingue tres:

  1. La primera sería nuestra reticencia en admitir su complejidad: Ser feliz es algo muy complejo. No es lo mismo que estar contento o alegre, ni que sentir placer o ilusión. Es eso pero es también más que eso. El problema es que utilizamos la palabra felicidad para demasiadas cosas y, de este modo, la banalizamos.
  2. La segunda trampa es la confusión entre experiencia y la memoria: No es lo mismo los recuerdos que tenemos de la vida y la valoración subjetiva que hacemos de nuestra felicidad que lo que sentimos.
  3. Y la tercera trampa que es fundamental: la ilusión de enfoque. Es imposible que valoremos cualquier circunstancia que afecte a nuestro bienestar sin distorsionar su importancia.

 

¿Y por qué caemos en esas trampas?

Principalmente por nuestro Yo dual. Todos somos duales:

  1. Tenemos un primer Yo que es el que vive el presente y tiene experiencias.
  2.  y un segundo Yo que es el que recuerda, inclinado hacia el pasado para traer la realidad de nuestras vidas al presente.

La Persistencia de la Memoria del Gran Dalí

Y podréis preguntar ¿qué tiene que ver la existencia de este Yo dual con la Felicidad? Pues mucho y para explicároslo empezamos con un sencillo ejemplo:

“Alguien dijo que había estado escuchando una sinfonía y que era una música absolutamente maravillosa y al final de la grabación, hubo un sonido chirriante horrible. Y luego añadió, realmente muy afectado, que eso había echado a perder la experiencia por completo. Pero no fue así. Lo que se había echado a perder fueron los recuerdos de esa experiencia. Había tenido la experiencia. Había tenido 20 minutos de una música gloriosa. Y no contaron en absoluto porque se quedó con un recuerdo, el recuerdo se había arruinado, y era todo lo que había quedado.”

Ya lo habéis visto, podemos vivir una experiencia maravillosa pero si nuestro segundo Yo, el yo que recuerda, pone su énfasis en un pequeño detalle que ensombrezca ese atisbo de felicidad, dicha experiencia tomará la forma de un recuerdo triste. El recuerdo de algo que pudo hacernos felices pero que no pudo ser, olvidando los instantes que disfrutamos de verdad.  Porque lo que define una experiencia son los cambios, momentos importantes o finales: los hitos como se llama en Project Management. Sólo los hitos prevalecen en el recuerdo de una historia.

Y por eso es tan importante el “Yo” que recuerda. Porque además de recordar es el que nos conduce a tomar decisiones. Porque no elegimos entre diferentes experiencias, elegimos entre los recuerdos de esas experiencias. Incluso en el futuro. Cuando visualizamos un nuevo plan, un viaje, ir al teatro o al cine… lo hacemos condicionados por recuerdos que tenemos de experiencias previas, o bien por las expectativas creadas en base a opiniones de otras personas. Y esto no es malo pero sí nos impide disfrutar del momento. Lo evaluaremos siempre en función de unas expectativas creadas de felicidad que a lo mejor no llega a cumplir y si es ése el caso, lo recordaremos como una decepción, como un fracaso, en vez de sentir los buenos momentos que esa experiencia nos ha regalado.

Esta distinción entre los dos “Yo” plantea dos nociones de Felicidad:

  • La Felicidad que sentimos: muy difícil de medir porque se basa en emociones rápidas y pasajeras.
  • La Felicidad del recuerdo: que mide cuán satisfecha está una persona con su vida.

 

Es esta última felicidad la que podemos medir y evaluar con mayor fiabilidad.

Si aún dudáis sobre esta dualidad, haced la siguiente prueba:

Imaginad que en vuestras próximas vacaciones sabéis que al final de las mismas se destruirán todas vuestras fotos, y os administrarán una droga amnésica de modo que no recordareis nada. Ahora, ¿elegiríais las mismas vacaciones? Y si eligierais unas vacaciones diferentes, habría un conflicto entre vuestros dos yos, y hay que pensar en cómo dirimir ese conflicto, y en realidad no es tan evidente, ya que, si lo pensáis en términos de tiempo, entonces obtendréis una respuesta. Y si lo pensáis en términos de recuerdos, obtendréis otra respuesta. ¿Por qué elegimos las vacaciones que elegimos?, es un problema que nos remite a una elección entre los dos yos.

Dos “Yo” que nos plantean inevitablemente dos nociones de felicidad.

¿Soy feliz? ¿Recuerdo mi vida como feliz?

¿Qué emociones se pueden medir?

¿Cómo medir la Felicidad?

Ya sabemos que el dinero no es lo más importante, que nuestras metas sí son importantes. Que necesitamos estar satisfechos con nosotros mismos y rodearnos de la gente que nos gusta. Es el momento de concentrarnos en el “ahora”, de disfrutar de cada momento, de hacer del “Carpe Diem” nuestro lema a seguir. Tenemos que recordar en positivo, por partes, no en global, intentando siempre rescatar momentos buenos en experiencias negativas. Sin obsesionarnos con ser felices sino sintiéndonos privilegiados con cada instante de felicidad que la vida nos brinda.

Os dejo el vídeo de la genial conferencia de Daniel Kahneman, “El enigma de la experiencia frente a la memoria”

Y el enlace a un artículo interesante del Blog Marketing de Guerrilla “Concentrarse en ser feliz a largo plazo no ayuda al bienestar”.
Recordemos esos instantes felices, tan sólo rememorándolos, ya obtenemos otro instante de felicidad;))

Publicado en Nuevas Empresas y Nuevos Trabajadores para Nuevos Tiempos. Post original aquí.

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Neurociencias: la nueva forma de entender a la mente humana

Las disciplinas científicas que estudian las bases biológicas de la conducta son las neurociencias

El estudio del cerebro es unos de los más importantes que enfrenta la ciencia de nuestros días. Gracias a diversas tecnologías como los escáneres que permiten saber cómo es y cómo funciona nuestro cerebro, al Proyecto del Genoma Humano, a la aplicación de la genética en la conducta, se han podido descubrir cosas increíbles de ese pequeño órgano de menos de un kilo y medio que tenemos en la cabeza.

Cosas que no pudimos descubrir hasta que comenzó la “década del cerebro” en los años 90, con la que se desató una ola de nuevas ciencias llamadas psicología cognitiva y las neurociencias, que incluye a la ya antes mencionada. Estas son disciplinas que siguen vigentes y que se encuentran revolucionando todos los ámbitos de nuestras vidas.

¿Qué son y por qué acercarse al estudio de las neurociencias?

Uno de los últimos paradigmas emergentes dentro del campo de la psicología es el de la psicología cognitiva. Ésta se desarrolló en tres etapas. La primera se caracterizó por su institucionalización, que abarcó desde sus inicios hasta la década de los ochenta. En esta fase domina la metáfora del cerebro como un ordenador computacional. La segunda etapa es la del conexionismo en la década de los ochenta; y la última fue la del cognitivismo emocional, en el marco de la llamada “década del cerebro”. Ésta última también fue el puente para el surgimiento de las neurociencias.

“Los dos mayores misterios de la naturaleza son la mente y el universo”.

—Michio Kaku

Es importante mencionar al cognitivismo porque la gran parte de las neurociencias se basan en la cognición humana (aprendizajememoria, percepción, etcétera.) hecho que da pie a la aparición de la neurociencia cognitiva, que explicaré más adelante.

Antecedentes de las neurociencias

Las llamadas “ciencias del cerebro” tienen sus antecedentes en las primeras localizaciones de las funciones cognitivas del cerebro, ocurridas en los primeros años del siglo XIX, la psicología experimental, la psicofisiología y a la gran contribución de las ciencias de la computación y en particular al desarrollo de la Inteligencia Artificial, así como en la incorporación de la genética molecular en los años 80, aunque ya se habían realizado incursiones pioneras de gran importancia en el uso de abordajes genéticos para el estudio del cerebro y la conducta desde los años 60.

Dentro del contexto de la genética, otro de los antecedentes y herramienta de las neurociencias fue el Proyecto del Genoma Humano, cuya importancia es incalculable, ya que permitió reconocer el papel tan importante que juegan los genes en la construcción y codificación del cerebro.

En palabras de Philip J. Corr, “el Proyecto del Genoma Humano ha abierto una nueva perspectiva totalmente nueva acerca del papel de la genética en la psicología”. Y no sólo de la psicología sino de todas las ciencias que interactúan y trabajan con el cerebro, porque tal y como lo mencionó alguna vez el profesor de ciencias biológicas y neurología en la Universidad de Stanford Robert Sapolsky, no podemos hablar de conducta (y agrego, de cerebro) sin tener en cuenta a la biología.

Acercándonos a una definición de neurociencia

A manera de definición formal (basándome en diferentes lecturas), definiría las neurociencias como el estudio de las bases biológicas de la conducta humana. Quiero, ahora, agregar otra definición más, la de Neurociencia cognitiva; definida por Carles como “la disciplina que busca entender cómo la función cerebral da lugar a las actividades mentales, tales como la percepción, la memoria, el lenguaje e incluso la conciencia”. A pesar de sus pocos años de existencia, esta disciplina ha experimentado la multiplicación en sus estudios que, entre sus ejemplos, incluyen la atención visual, la visión, la memoria, y la conciencia.

A raíz de la llamada “década del cerebro” (aunque tal vez lo más apropiado va a ser llamarle “la veintena o el siglo del cerebro”), la Neurociencia Cognitiva y las neurociencias en general han visto florecer sus ramas de investigación, extendiéndose así a campos como el derecho, la economía, la psicología, la gastronomía, etcétera. La rica variedad de aplicaciones de las neurociencias son un síntoma de la presencia de estas investigaciones en todos los ámbitos de nuestras vidas.

Las neurociencias se han encargado de explicar cómo funciona la mente con base en su condición biológica enraizada en el cerebro. Su importancia radica en que ahora, gracias a escáneres de alta tecnología diseñados por otras ramas de la ciencia, se han revelado secretos del cerebro que hacen que lo que un día fue parte de la ciencia ficción; hoy lo es de la ciencia formal. Ahora sabemos que es necesario conocer el cerebro para poder entenderlo y diseñar estrategias para poder mejorar nuestra conducta y, así, solucionar los grandes problemas en materia de políticas públicas relacionadas con los problemas psicológicos.

Descubriendo cómo pensamos y sentimos

De igual modo, las neurociencias nos han permitido mostrarnos tal y como somos, tal y como es nuestro ser bio-lógico (hago esta separación para sugerir la relación entre nuestra vertiente animal y nuestra parte racional). Negar la función y responsabilidad del cerebro en nuestra conducta no va a cambiar nada nuestra condición.

Además, los descubrimientos sobre nuestro cerebro tienen implicaciones morales. Tal y como dice Steven Pinker en La Tábula Rasa, “la negativa a reconocer la naturaleza humana es como la vergüenza que el sexo producía en la sociedad victoriana, y aún peor: distorsiona la ciencia y el estudio, el discurso público y la vida cotidiana”. Por eso debemos apoyar a una ciencia que nos está permitiendo conocernos, conocer cómo somos y por qué somos así. Y debemos hacerlo sin miedo y apostando a mejorar nuestra condición humana en función de conocer nuestra condición humana, es decir ver nuestra naturaleza humana con un rostro humano.

Otro de los motivos del porqué las personas, científicos y, en especial, los psicólogos deben acercarse al estudio de las neurociencias es porque este ámbito de estudio está rompiendo mitos y vuelve a plantar problemas clásicos, pero ahora con un enfoque más riguroso desde el punto de vista científico. Uno de esos problemas es el de la relación mente-cerebro, éste ha dejado de ser “un monopolio de la filosofía” (en palabras de Giménez-Amaya), para convertirse en un tema donde múltiples disciplinas tratan de darle una solución, siempre tomando en cuenta la función del cerebro.

Estas nuevas ciencias incluidas en la neurociencia se encuentran revolucionando todos los aspectos de la vida cotidiana, por ejemplo, ahora se hacen políticas públicas que toman en cuenta al cerebro en materia de educación, derecho, medicina, tecnologías. Países como los Estados Unidos de Norteamérica tienen proyectos completos, similares al del Genoma Humano, relacionados con las neurociencias.

Las neurociencias como herramienta del psicólogo: entendamos mejor a la máquina

“El cerebro, nos guste o no, es una máquina. Los científicos han llegado a esa conclusión, no porque sean unos aguafiestas mecanicistas, sino porque han acumulado evidencias de que cualquier aspecto de la conciencia puede vincularse con el cerebro”.

—Steven Pinker

Desde luego, el órgano que tenemos dentro del cráneo es tan difícil de entender que hasta ahora es considerado prácticamente el objeto más complejo del sistema solar. Tal y como lo expresó Carl Jung: “En cada uno de nosotros hay otro al que no conocemos”.

Ese animalito caprichoso adicto a los carbohidratos es el material más complejo del universo y ese mismo animalito es el objeto de algunas disciplinas como las neurociencias, que bien pueden ser una herramienta para otras como la psicología. Las neurociencias nos muestran el lado biológico de la mente y el cerebro, y en él residen algunas cuestiones como la conciencia, la cognición. El objeto de estudio de esta disciplina es el responsable de nuestras conductas y otras cuestiones más de las que se encarga de estudiar la psicología, y por eso es importante apoyarnos de estas herramientas que nos acercan a esa parte biológica responsable de la mayoría de nuestra conducta.

Nuestro cerebro pesa un kilo doscientos gramos y está compuesto por dos tipos de células: las neuronas y el glía. Todas las personas albergan cientos de miles de millones de estos cuerpos microscópicos. Y, tal y como dice Eagleman, “cada una de estas células es tan complicada como una ciudad. Y cada una de ellas contiene todo el genoma humano y hace circular miles de millones de moléculas en intrincadas economías”.

Desde la consolidación de las neurociencias, los psicólogos han emprendido el reto de elaborar una psicología con base en datos biológicos concretos y aislables.

Conclusiones y contextualización

Las neurociencias han tenido un largo recorrido a través de la historia de la comprensión del cerebro. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad hemos sido incapaces de entender cómo es que funciona el cerebro y la mente, Los antiguos egipcios consideraban al cerebro un órgano inútil, Aristóteles creía que el alma habitaba en el corazón y otros, como Descartes creían que el alma entraba en el cuerpo a través de la pequeñísima glándula pineal. Después de la “década del cerebro” todo cambió y empezamos por fin, gracias a las nuevas tecnologías y descubrimientos, a conocer el cerebro realmente. Lo que no aprendimos en toda la historia de la humanidad, después de la década de los noventa, empezamos a descubrir y a aprender, pero apenas lo estamos comprendiendo y asimilando.

Sin embargo, todavía existen muchas personas, en el ámbito académico, cultura y personas comunes, que se niegan a reconocer su naturaleza y a aceptar las nuevas formas de comprendernos, de comprender nuestro cerebro, nuestra máquina. La negación y resistencia de muchas personas a las neurociencias se encuentra en la creencia de que la biología nos viene a despojar de nuestra condición humana, acabaría con nuestra parte moral y nos reduciría a no más que animales guiados por nuestros impulsos y en ese caso se podrían justificar cosas como la violación, el incesto o el asesinato.

Pero contrario a esas creencias se encuentran las que dicen científicos tan reconocidos como Steven Pinker o David Eagleman que proponen que al mostrarle al ser humano sin miedo lo que es, se podrán hacer verdaderos programas de recuperación, predecir y controlar conductas que podrían perjudicar a la sociedad y a ellos mismos. La negativa a reconocer lo que sucede en nuestra máquina no ayudará a dar respuestas acerca de lo que ocurre en ella, y eso puede tener un coste social.

Referencias bibliográficas:

  • Avedaño, C. (2002). Neurociencia, neurología y psiquiatría: Un encuentro inevitable. Asoc. ESp. Neuropsiq. Obtenido de Scielo: http://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/n83/n83a05.p…
  • Carles, E. (2004). Aproximación histórica y conceptual a la Neurociencia Cognitiva. Cognitiva, 141-162.
  • Corr, P. J. (2008). Psicogenómica. En P. J. Corr, Psicología Biológica. Mcgrawhill.
  • Eagleman, D. (2013). Hay alguien en mi cabeza,pero no soy yo. En D. Eagleman, Incógnito. Las vidas secretas del cerebro (pág. 9). Anagrama.
  • Giménez-Amaya, J. m. (mayo-agosto de 2007). Dialnet. Obtenido de Dialnet: http://dadun.unav.edu/handle/10171/10926
  • Kaku, M. (2014). Introducción. En M. Kaku, El futuro de nuestra mente (pág. 22). Penguin Random House.
  • Pinker, S. (2003). The Blank Slate. En S. Pinker, The Blank Slate (pág. 703). Paidós.
  • Tortosa, G. y. (2006). Historia de la Psicología. En G. y. Tortosa, Historia de la Psicología. Macgrawhill.
  • Zapata, L. F. (agosto-diciembre de 2009). Evolución, cerebro y cognición. Obtenido de Scielo: http://www.scielo.org.co/pdf/psdc/n24/n24a06.pdf

Publicado en Psicología y Mente. Post original aquí.

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Creatividad y memoria de trabajo: conocer para cambiar.

Por Dolors Reig

amemtrabajoMe preocupaban hace unos meses, pensando en los 12 cambios en el cerebro conectado, los posibles problemas de creatividad que algunos expertos predecían. Piensan, más concretamente, que si la memorización es necesaria para la creatividad, que si cualquier brainstorming acude a conocimientos previamente almacenados en nuestras memorias, el tema puede verse perjudicado si almacenamos las cosas online.

Memoria que almacena, memoria que trabaja

Leyendo hace unos días me daba cuenta del sesgo cognitivo que desvelan esas dudas: la capacidad de nuestros cerebros de almacenamiento de la información es y será siempre limitada. De hecho, de alguna forma solamente mediante tecnología podemos ampliar de forma significativa esos límites. Dicho de otro modo Internet se convierte en nuestro disco duro externo, el lugar en el que almacenamos muchas de las cosas que antes solamente podíamos memorizar. Son varios los estudios que confirman la idea. En algunos casos se demuestra que se trata de un proceso casi consciente y derivado de la pereza cognitiva que nos caracteriza: si sabemos que van a guardarse los datos solemos tomarnos muchas menos molestias en memorizar las cosas. Números de teléfono, direcciones postales o de email, así como los conocimientos enciclopédicos que veíamos hace poco cómo también resultaban hoy más difíciles de recordar son ejemplos claros de ello.

Creatividad

La creatividad no depende de lo que almacenamos sino de la denominada memoria de trabajo, transactiva, procesual, etc.  que supone que a la hora de trabajar con los conceptos los alojamos de forma temporal en otro espacio. La memoria de trabajo se refiere a la cantidad de información que somos capaces de mantener en nuestra mente en un momento determinado.

Y lo pensaba recientemente pero me lo confirmaba un estudio que encontraba anoche: la capacidad en cuanto a memoria de trabajo correlaciona positivamente con la creatividad.

El estudio consistía en tocar música, según un tema determinado. Antes se medía la memoria de trabajo de los participantes. Si bien no aparecían diferencias en un primer momento, conforme avanzaba, la gente con mayor capacidad de memoria de trabajo tocaba mejores improvisaciones. Al final del estudio, la gente con mayor capacidad era la que improvisaba, según los jueces, mejor.  Las nuevas ideas son las que aparecen con mayor frecuencia según este enfoque, con importantes implicaciones, creo, en cosas que hasta ahora hemos considerado características “de personalidad”.

Sobreinformación y prejuicio podrían depender de una memoria de trabajo limitada 

Cuando ponemos a la gente en actitud de crear, empiezan generando las ideas más familiares. La gente con poca memoria de trabajo se queda en este punto, mientras que los que puntúan más alto en esta empiezan a buscar fuera de lo que ya saben. Me pregunto si no tendrá esto que ver algo con los razonamientos tecnófobos, conservadores, contrarios al cambio de algunos. Hemos dicho a veces que el tema puede depender de la sobrecarga cognitiva y el prejuicio que termina generando pero podríamos añadir también este proceso al fenómeno. Más que nada porque puede / debe, cuando conduce a la inactividad en un momento de necesidad de cambio, educarse …

Trabajo en una nueva idea, libro, sin definir todavía, acerca de cómo desarrollar la creatividad, entre las nuevas competencias para el individuo conectado y añadiré sin duda la memoria de trabajo como elemento importante en el caso de la creatividad.

Comprensión lectora, una actitud activa hacia el recordatorio, aunque temporal, de las ideas que vamos leyendo, cuando la práctica parece que puede ser importante, pueden ser algunos de los elementos. Otros, me los guardo para una próxima entrada Sonrisa

Publicado en El Caparazón. Post original aquí.

Del mismo autor en este blog:

12 cambios en el cerebro conectado

Creatividad: un pequeño detalle que lo cambia todo

Seguir leyendo:

Mini plan para ARRANCAR con su creatividad

Creatividad y estrategia: el arte de condensar enfoques

Consejos de un guru de la creatividad: Mihaly Csikszentmihalyi

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