Aprendiendo a ser asertivos

por Àngels Mora

¿Qué es y para qué sirve la asertividad? ¿Se trata de una moda pasajera o realmente tiene sentido aproximarse a este concepto? ¿Es una cualidad intrínseca o se puede adquirir o mejorar?… Como suele ser habitual, lo realmente importante no son las preguntas sino las respuestas.

Se pueden encontrar varias definiciones cuando se habla de asertividad. Ésta podría ser una de ellas: “La asertividad es aquella conducta que permite al individuo expresar adecuadamente cuestiones como la oposición a una idea (decir no) o el afecto (elogiar), de acuerdo a sus intereses y objetivos, respetando el derecho de los otros e intentando alcanzar la meta propuesta”.

En definitiva, la conducta asertiva es aquélla que podría también denominarse “socialmente hábil”, dado que es uno de los métodos más eficaces a la hora de mantener relaciones interpersonales bien consolidadas. La asertividad no es un rasgo de la persona, sino que los individuos se comportan asertivamente o no en función de la asimilación de una técnica o un hábito conductual.

La capacidad de expresar las emociones o ideas tal y como se conciben implica una gran cuota de confianza tanto en uno mismo como en el interlocutor. Si expresamos asertivamente, pero cuidadosamente, nuestras impresiones, obtendremos como consecuencia directa una apertura del interlocutor hacia nuestros planteamientos y esto creará las bases de una relación sólida y abierta.

Conducta asertiva o socialmente hábil

La conducta asertiva no tiene siempre como resultado la ausencia de conflicto entre las dos partes, aunque su objetivo es la potenciación de las consecuencias favorables y la minimización de las desfavorables.

La asertividad implica, simultáneamente, afirmarse y hacerlo en armonía con el otro. Y aunque para ello es necesario que exista una buena autovaloración, no es suficiente pues la asertividad no es un rasgo de la persona, sino que el individuo se comporta asertivamente o no en una variedad de situaciones. Así pues, es un elemento que requiere una articulación práctica y, como tal, puede entrenarse para mejorar su aplicación.

La asertividad suele estar asociada a derechos humanos básicos:

  • Ser escuchado.
  • Tener y cambiar de opinión.
  • Tomar decisiones propias y a elegir.
  • Cometer errores y, por tanto, a decidir, aun a costa de equivocarse.
  • Ser tratado con respeto.
  • Decir NO y no sentirse culpable por ello.
  • Hacer menos de lo que humanamente se es capaz de hacer.
  • Tomarse tiempo para tranquilizarse y pensar.
  • Tener y expresar los propios sentimientos.
  • Pedir información.
  • Sentirse bien consigo mismo.
  • Poder reclamar los propios derechos.
Conducta pasiva

La no asertividad muestra una falta de respeto hacia las propias necesidades. Su objetivo es el apaciguar a los demás y el evitar conflictos a toda costa. Comportarse de este modo ante la mayoría de situaciones comporta, en primer lugar, consecuencias no deseables para el propio individuo: la probabilidad de que la persona no asertiva satisfaga sus necesidades o de que sean entendidas sus opiniones se encuentra sustancialmente reducida debido a la comunicación indirecta o incompleta. Después de varias situaciones en las que un individuo ha sido no asertivo, es probable que termine por estallar. Hay un límite respecto a la cantidad de frustración que un individuo puede almacenar dentro de sí mismo.

Pero el que recibe la conducta no asertiva puede experimentar también una variedad de consecuencias desfavorables: tener que inferir constantemente lo que está realmente diciendo la otra persona o tener que leer los pensamientos de la otra persona es una tarea difícil y abrumadora que puede dar lugar a sentimientos de frustración, molestia o, incluso, ira hacia la persona que se está comportando de forma no asertiva.

Conducta agresiva

Defensa de los derechos personales y expresión de los pensamientos, sentimientos y opiniones de una manera inapropiada e impositiva, atacando los derechos de las otras personas.

La conducta agresiva a corto plazo puede traer como resultado consecuencias favorables como una expresión emocional satisfactoria, un sentimiento de poder y la consecución de los objetivos deseados. No obstante, pueden surgir sentimientos de culpa, una enérgica contra agresión directa en forma de un ataque verbal o físico por parte de los demás o una contra agresión indirecta bajo la forma de una réplica sarcástica o de una mirada desafiante. Las consecuencias a largo plazo de este tipo de conductas son siempre negativas. Las víctimas de las personas agresivas acaban, más tarde o más temprano, por sentir resentimiento y por evitarlas.

Estrategias asertivas

Mucha gente no es asertiva porque carece de autoestima. Es importante recordarse a uno mismo que se es tan importante como los demás y tomar en serio las propias necesidades.

Planificar los mensajes. Conseguir que todos los hechos y puntos estén aclarados con antelación, confeccionando notas de referencia si la situación lo permite.

Ser educado. Enfadarse provoca confusión en uno mismo y hace que los demás vean al individuo débil, histérico y con una baja credibilidad. Hay que recordar que se deben tomar en consideración los puntos de vista de los demás y comunicarles que se entiende su punto de vista. Negar o ser testarudo no suele funcionar a largo plazo. Es mejor guardar la calma y educada, pero firmemente, exponer la opinión propia.

Guardar las disculpas para cuando sean necesarias. No se deben pedir excusas, a menos que sea necesario hacerlo. Si se reservan las disculpas para cuando sean apropiadas, no se disminuirá ni su valor ni el propio, y los demás tomarán al individuo en serio para otros asuntos.

No arrinconar a los demás. El hecho de hacer esto habitualmente provocará cólera y resentimiento, lo cual siempre dificulta las relaciones. Si uno se quiere asegurar la cooperación de los demás, siempre se les debe proporcionar, cuando sea posible, una salida (con suerte, la salida que uno desea) y se deben esbozar las consecuencias constructivas de tal alternativa para los demás y para uno mismo.

Nunca recurrir a las amenazas. Si se responde a cualquier injusticia con fuertes amenazas, la credibilidad y la cooperación que se pretenden desaparecerán.

Aceptar la derrota cuando sea necesario. La asertividad comporta comprensión, aceptando la derrota con elegancia y en buenos términos con el otro. Si se le ve aceptar situaciones cortésmente tras una discusión, la gente le respetará más. A nadie le gusta ser un mal perdedor.

Prueba a decir “no” asertivamente

Siguiendo el siguiente esquema conseguirás más fácilmente no acceder

a las demandas de los demás, respetando tus derechos y los suyos y sintiéndote bien.

  1. Escucha con atención en interés.

Para que la otra persona tenga claro que has entendido perfectamente su petición y que no hace falta que te la repita nuevamente ni que entre en detalles cuando no accedas a ella.

  1. Di “no (ahora)” y explica los motivos.

Si explicas a la otra persona las razones que te impiden considerar su demanda, estarás facilitándole que se ponga en tu lugar y entienda que tu negativa es “razonable”, que no se trata de algo “personal”, ni de un capricho ni de una provocación.

  1. Ofrece opciones alternativas.

¿Estás seguro de que eres la única persona en el mundo que puede atender ese encargo en ese preciso momento? Por mucho que nos guste sentirnos útiles, pocas personas son verdaderamente imprescindibles e insustituibles. Prueba a recordar a quien te solicita el favor qué otras personas podrían igualmente ayudarle o de qué otra forma podría conseguir sus objetivos sin involucrarte a ti. Y en el caso de que nadie más pudiera llevar adelante esa tarea, podrías proponer un breve aplazamiento para terminar lo que tenías previsto realizar en ese intervalo.

Publicado en Human Performance. Post original aquí.

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El Mejor Antídoto para el lado oscuro de la inteligencia emocional

por 

Dentro de cada componente de la IE, podemos establecer algunas distinciones. Cuando se refiere a la empatía, hay 3 tipos diferentes cada uno con sus propios beneficios.

La empatía cognitiva se refiere a la habilidad de percibir como piensa el otro. Nos ayuda a ser mejores comunicadores al poner las cosas en términos que el otro puede comprender. Recientes investigaciones nos muestran que los jefes con esta clase de empatía obtienen mejores resultados de los esperados por parte de sus reportes directos. Además estas personas rinden mejor en asignaciones internacionales porque tienen la capacidad de incorporar las normas sociales y los modelos mentales de las nuevas culturas.

La empatía emocional significa que sentimos en nosotros lo que el otro siente, somos un resonador emocional. Estas personas pueden construir Fuertes lazos con los demás y generan Buena química. Ese rapport se traduce en mejores resultados cuando se aplica en negociaciones y trabajo en equipo.

Luego está la preocupación empática, la sensibilidad hacia las necesidades de los otros y la disposición a ayudar al otro cuando es necesario.Los trabajadores con estas preocupaciones, son buenos compañeros, los que todos saben que pueden contar cuando hay presión. Entre los jefes, se genera una base segura entre los colaboradores. Estos tienen la sensación que su jefe le cubre las espaldas, lo apoyará y protegerá cuando se necesite y les da la seguridad imprescindible para tomar riesgos y probar nuevas maneras de operar, lo que se erige en la llave para la innovación.

Esta es la clase de empatía que sirve como antídoto al lado oscuro de la IE, que es el uso manipulativo de los talentos en IE en servicio de intereses individuales y egoístas. Narcisistas, maquiavélicos y sociópatas son ejemplos de este lado oscuro.

Preocupación empática significa que nos importa el bienestar de las personas que nos rodean.Esta clase de empatía es lo que debemos identificar cuando contratamos, cuando promovemos y cuando desarrollamos líderes.

Publicado en Whalecom. Post original aquí.

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Empatía emocional y racional, ¿cómo se manifiestan en nuestros cerebros?

por Paula Díaz

Una de las herramientas más poderosas de la que nos servimos los seres humanos para lograr entender los múltiples cambios sociales por los que pasamos en estos últimos años es la empatía. Empatizar nos dota de una capacidad cognitiva totalmente increíble cuando sabemos emplearla de forma adecuada en beneficio de todos.

Empatizar es aquel acto mediante el cual una persona identifica y entiende los sentimientos de otra persona, teniendo en cuanta las circunstancias específicas de la otra persona, y actúa conforme a ellos. La empatía es posible gracias al gran poder que tiene nuestra mente para separar a nuestros sentimientos de los de los demás e incluso utilizar una manera diferente de razonar dependiendo del “lugar sentimental” en el que se esté poniendo.

Esto nos permite adaptarnos al medio, entendiendo como medio fundamentalmente a nuestro entorno y personas que nos rodean. La empatía permite a alguien sentirse cercano al dolor o al sufrimiento de otra persona pero también a su alegría o su dicha.Pero, ¿todos empatizamos por igual?

La empatía genera cambios en nuestro cerebro

Somos muchos los que nos hacemos aún la pregunta de “¿empatizamos todos de la misma manera e intensidad?”. La respuesta es que no: los estudios nos dicen que las personas nos diferenciamos en cuanto a nuestro nivel de empatía. Además, podemos decir que de alguna manera no todos recorremos los mismos senderos para empatizar. Hay personas que tienen una gran relación con su mundo emocional y de alguna manera es más natural para ellas hacerlo.

Otras no tienen este “don”, o al menos no lo tienen tan desarrollado. Por lo tanto, generan su empatía a través de la experiencia e incluso de su propia “lógica y coherencia” sentimental. Así, según una investigación de la Universidad de Monash (Australia) se ha podido descubrir que el cerebro de las personas racionales o lógicas es físicamente diferente al de las personas más emocionales.

El jefe del equipo de investigadores Robert Eres afirma que “las personas que tienen niveles altos de empatía afectiva son a menudo los que sienten bastante miedo cuando ven una película de terror, o comienzan a llorar durante una escena triste. Por el contrario, los que tienen alta empatía cognitiva son más racionales”.

El objetivo de esta investigación se centraba en que la empatía genera cambios en nuestro cuerpo, teniendo como base nuestro cerebro y distinguiendo dos tipos:

  • La empatía afectiva es la capacidad que tiene la persona para responder propiamente al estado emocional de otra.
  • La empatía cognitiva consiste en la capacidad de comprender y sentir lo que está desarrollando o pensando la otra persona.

Empatía afectiva y empatía cognitiva

El estudio se llevó a cabo con 176 participantes a los que midieron con morfometría basada en voxel, la cantidad de materia gris de las que contaban en ciertas regiones del cerebro. El resultado del trabajo científico ha sido publicado por la revista NeuroImage en el que los resultados nos revelan que las personas con empatía afectiva tienen una mayor densidad de materia gris en la región cerebral de la ínsula, situada en la parte central de nuestro cerebro.

Por el otro lado, las personas con alta empatía cognitiva poseían más materia gris en el giro cinguladoque encontramos en el área media del cerebro y nos permite llevar a cabo las funciones básicas cerebrales de nuestro sistema límbico.

Según los investigadores, este trabajo “proporciona la validación de que la empatía es una construcción de múltiples componentes, por lo que la empatía afectiva y cognitiva están representadas diferencialmente en morfometría cerebral”. Con estos datos podemos entender la complejidad física que existe en cada uno de los cerebros, pudiendo así responder la gran pregunta de “personas emocionales y racionales, ¿en qué se diferencian sus cerebros?”.

 

Paula Díaz

Coach personal | coaching de vida. Escritora especializada en Inteligencia Emocional | YouTuber | Docente | Conferenciante motivacional. Psicología emocional | Haz realidad tus sueños y la vida que te mereces

Publicado en La Mente es Maravillosa. Post original aquí.

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