Por: Eduardo Kastika – @EduardoKastika
1. “Lo que hago” y lo que “tengo que hacer”
Hace ya varios años se sabe que la frase “la necesidad es la madre de la creatividad” es engañosa.
Cuando tenemos que resolver algo urgente, es verdad, recurrimos a recursos que ni siquiera miramos cuando no los necesitamos. Y eso, a veces, resulta en soluciones ingeniosas: cortar un par de medias para hacernos guantes, usar vinagre como desengrasante, atarlo con alambre…
Pero, ante las urgencias, también copiamos, vamos a las respuestas que ya conocemos, imitamos otros, googleamos. Es decir: esperar momentos críticos para, recién ahí, ponernos a ser creativos, no es una buena estrategia.
Lo que detona la creatividad sostenida y largo plazo es nuestra motivación. En particular, nuestra motivación intrínseca: la satisfacción de hacer una actividad por la experiencia en sí misma.
La motivación intrínseca es el componente esencial en el desarrollo de nuestra creatividad. Se trata de un tipo de motivación impulsada por:
– Un profundo interés en lo que hacemos.
– Una curiosidad inagotable.
– El disfrute de gran parte de lo que realizamos.
– La sensación de desafío en los proyectos que encaramos.
Las obligaciones, las presiones y las urgencias, en cambio, son motivaciones extrínsecas: que está determinada por el deseo de alcanzar una meta diferente a la realización del trabajo mismo: evitar un castigo, cumplir un plazo, ganar un premio.
“Lo hago porque quiero” y “lo hago porque tengo que hacerlo” siempre se mezclan. Lo que importa es que predomine el “porque quiero”.
En el hobby de coleccionar comics de Aquaman, por ejemplo, la motivación extrínseca casi ni interviene. Porque así son los hobbies. El ejemplo clásico de lo que hacemos priorizando el placer de hacerlo.
2. Construir experiencias que motiven
Nuestro trabajo cotidiano es diferente a un hobby. Puede no molestarnos (y hasta vivirlo como interesante) nuestro puesto de Analista de Sistemas en una empresa metalúrgica. Pero el hecho de tener que cumplir horario todos los días, depender de un jefe, coordinar nuestra rutina con las de otros… Todo esto suele hacer que en algún momento nuestro combustible principal sea la motivación extrínseca (lo que nos pagan, los ascensos, los beneficios que recibimos). Por eso es tan complejo el tema de la creatividad en el mundo de las organizaciones.
Aquí es donde un líder puede marcar la diferencia. Porque en la motivación intervienen los deseos y capacidades de una persona pero también juega un papel importante el contexto.
Hasta el atractivo puesto de Animador en el Club Med de Columbus Isle puede convertirse en una pesadilla si estamos en un mal equipo o con un jefe que nos hace sentir insignificantes.
Quien está embarcado en un proyecto transformador para el cine en Sudamérica puede vivir su meta tan apasionadamente como quien está tratando de mejorar el trabajo de un equipo de vendedores de seguros.
No importa tanto el glamour o lo rimbombante de la actividad. Ambos pueden ser creativos, ambos pueden vivir sus desafíos como experiencias de calidad. Pero para eso deben convivir con personas dispuestas a construirlas.
Si la clave de la creatividad es embarcarse en actividades que valen la pena ser hechas, la clave de un buen liderazgo es trabajar permanentemente en esta química entre motivación intrínseca e extrínseca. Y lograr que la creatividad no sea algo relegado exclusivamente a las urgencias o a los hobbies.
Publicado en Kastika, Micro-Blog. Post original aquí.
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